Tarde de primavera en El Prado
El veintitrés de marzo de 2011 se convirtió, sin saberlo, en
un día muy especial para ella; ese día iba a cambiar algo en su vida: conoció a una persona que poco a poco ha ido
ocupando un sitio en su corazón. Al principio todo era como si nada
pero, sin darse cuenta, empezó a nacer
una bonita amistad entre dos personas que, a priori, eran bastantes
diferentes.
La una se preocupa por la otra en silencio, hasta que un día
una de ellas vio mal a la otra y no pudo evitar ir hacia ella, mirarla a los ojos
y abrazarla con todas sus fuerzas. En ese mismo instante cambió todo.
A partir de ese momento empezaron a hablar, a contarse cosas
que nadie más que ellas sabían. Se convirtieron en grandes confidentes la una
de la otra. Claro está que nadie es perfecto y esta amistad no iba a ser
diferente. Tuvieron sus peleas y enfados como cualesquier otras amigas, pero
gracias a que a ninguna de las dos les gusta la situación de estar mal la
una con la otra, de no hablarse, de no
mirarse, de hacer como si no existieran, todo se solucionó y volvieron a estar
como antes.
Hasta que llegó un día que marcó su historia. Un día en el
que por una frase, una simple palabra fuera de lugar, se jodió todo; todo lo
que habían creado se fue a la mierda y ahí una se dio cuenta de que todo o nada
se pasa en décimas de segundo, décimas en las que deseas morirte por no poder
retroceder un instante de aquel momento que
o olvidarás jamás.
Una semana sin esa persona por la cual darías más de lo que
tienes, por la que sientes que nada vale la pena sin ella, que le da sentido a
todo. Por suerte, esa otra persona siente lo mismo que tú y tampoco puede estar así contigo, sin esas
miradas que lo dicen todo, esos gestos de complicidad y esas tonterías que solo
entienden ellas.
Con esa situación ambas se dieron cuenta de que su amistad
es verdadera, de que no pueden estar la una sin la otra. Porque hay cosas
difíciles y esa es una de ellas. A partir de ahí, de ese mal momento que
pasaron, dijeron que no volvería a suceder, que jamás volverían a estar mal
porque poca veces se siente una amistad así.
Con el paso de los días, las semanas y los meses, esta
amistad se convirtió en una adicción, tanto que sin ella no podrían vivir, y
morirían a las pocas horas de perderla. Por suerte y por desgracia, no hay
forma de de curarla.
Rocío Perales Núñez
3º ESO A
1º premio prosa categoría B
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