viernes, 3 de julio de 2009

LA PETITE FILLE DE MONSIEUR LINH


No sabe la cultura francesa lo que le debe a mi querida compañera Chus Cubo, profesora del Departamento de Francés. Y yo, que soy su alumna aventajada, he caído en las redes de esta novela de Philippe Claudel que me ha prestado estos días atrás.

La nieta del señor Linh es una novela sobre el exilio, el desarraigo y sobre sus terribles consecuencias. Es también una novela llena de ternura, la misma que el señor Linh emplea en cuidar a su nietecita de meses, único vínculo con su pasado y con su país del que tiene como última imagen las casas hechas cenizas y la marca de la muerte en la cara de sus vecinos. El señor Linh se subió en un barco para escapar del horror de la guerra, con su nieta en brazos, una vieja fotografía de su familia y un puñado de tierra negruzca en sus bolsillos. Llegó a un país del que no reconoce el olor ni entiende su lengua. El señor Linh es un refugiado político, un anciano que carga con su nieta en brazos después de haber perdido a su mujer, a su hijo y a su nuera.

Es también la historia de una amistad: la que le brinda al señor Linh ese hombre grueso del banco cuya lengua no entiende, pero siente cálido y cercano, con el que apenas cambia un "Bonjour" y al que, cuando está contento, canta una vieja melodía aprendida en la infancia.


Resulta conmovedor cómo en una circunstancia tan dramática como ésta, lo que salva al señor Linh es esa rutina de salir hasta el banco, siempre con su nieta en brazos, a la espera de encontrar a su amigo, tan solo como él después de perder a su esposa, y después desear que amanezca al día siguiente para poder encontrarle de nuevo. Pero un día, algo cambia: trasladan a los refugiados a otro sitio y el señor Linh se ve privado de este encuentro. A partir de aquí, además de mantener viva y sana a su nieta, la otra obsesión del señor Linh es encontrarse con el señor Bark. Y lo hará. El final de la historia es sorprendente, a pesar de que algo se intuye por el camino. Y, al margen del desenlace, tan redondo, esta novela sencilla de expresión, contada por un narrador omnisciente que adopta prácticamente el punto de vista del protagonista, que apenas da datos del tiempo o del espacio, consigue sacudirnos y mostrarnos de la manera más cruda y sutil al mismo tiempo, lo terrible de la guerra y del exilio.

Del mismo autor, mis queridas Biblos y Trapisonda me han recomendado encarecidamente Almas grises. Y tiene también muy buena pinta El informe de Brodeck, la última novela del autor publicada por Salamandra, también con la barbarie de la guerra de fondo.

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