CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
miércoles, 28 de abril de 2010
CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
sábado, 24 de abril de 2010
ACASO MIENTRAS LEES
viernes, 23 de abril de 2010
PEQUEÑO HOMENAJE AL POETA DE LAS NANAS DE LA CEBOLLA
(Queridos cañadienses: no dejéis de sintonizar este dial. En breve daremos cuenta del recital poético que ha tenido hoy lugar en nuestro centro. Y publicaremos los trabajos ganadores del certamen literario...¡Enhorabuena a los premiados)
miércoles, 21 de abril de 2010
MIRAR HACIA ADENTRO
viernes, 16 de abril de 2010
VALEN LA PENA, PENITA, PENA...
Como han hecho otros compañeros, no quiero dejar de citar a los veteranos:
Actimoliner, Ah de la vida, A pie de aula, Bloggeando, Darle a la lengua, El tinglado, La bitácora del tigre, Profesor en la secundaria, Re(paso) de lengua, Tres tizas.
Tampoco a otras bitácoras amigas, también premiadas desde otros blogs, que visito con frecuencia y de las que me nutro de ideas e inspiración: Bibloranca, Blogmaníacos, El reino de Trapisonda, La mar de poemas..., Lengüetazos literarios, y Sapere aude!
Una mención muy especial a Hircania y a Historiando desde el IES Matías Bravo.
Y, por supuesto, para mí valen mucho, mucho la pena, los blogs que elaboran mis alumnos y los ajenos (son el futuro, compañeros...)
El rincón del escritor
Blogmaníacosdelmundo
En ocasiones... escribo poesías
Y no quedó títere sin corazón
(Y, aunque ajenos a la blogosfera educativa, pero hechos por personas muy especiales para mí: Torosgradaseis y Este es mi aleti)
martes, 13 de abril de 2010
OFICIO DE POETA
los campos azules
de encima de techo de mundo gigante
estar ya despiertos.
Grandes y tan bellos.
Los toros de nieve cambiantes
cabalgar al alba
jinetes de fuego sentados en ellos
dejar olvidadas sobre nuestra tierra
muchas cosas nuevas.
Y si tú dejarme
cogida de pelo de sol
yo llevarte
a descubrir ellas.
Niña de la cueva.
Niña de la cueva,
yo ser no valiente.
Yo hombre no firme.
Cachorro.
No fiera
de afilados dientes.
Todos de mi gente:
Cobarde,
decirme,
porque tener miedo
cuando después rojo final de los días
arriba
en oscuro
grande bestia negra de nombre “Futuro”
guiñarme mil ojos.
Y yo tener claro que yo ser no fuerte.
y yo tener claro que ser no guerrero.
que fácil por muchos asustarme
pero
sin duda
sin miedo
yo manos desnudas subir lejos,
fuera
a cazar de cena la carne del cielo
si tú tener hambre,
Niña de la cueva.
Porque,
por tú verme,
caminar erguido
y quitar con agua maloliente lodo de mi piel,
y solo
para tú contarte
guardar muchas cosas aquí donde frente,
saber de corrido el nombre de todo.
Y aunque por ser débil
y ser poca cosa
y no ser capaz de cazar ni una cabra,
no tener yo piel para hacer tú vestido
Niña de la cueva
para que tú hermosa
yo tallar tú estas piedras preciosas
llamadas “palabras”.
Y cuando los miedos agarrarme el pecho
y el frío azotarme en agujero estrecho
que yo llamo cama
Sentirme valiente,
sentirme caliente
por saber que
yo
No querer mañana
No querer planetas. No querer cohetes.
No querer ciudades. No querer antenas.
No querer la bomba, la radio, la tele.
No querer tejanos.
No querer motores.
No querer el nylon.
No querer la imprenta.
No querer comercio.
No querer las leyes.
No querer la banca.
No querer polea.
No querer palanca.
No querer el templo.
No querer moneda.
No querer la espada, no el cuero, no el arte.
No querer el hierro.
No querer la rueda.
No querer el habla.
No querer el fuego.
No querer ser hombre.
No querer ser nada
si tú no quererme
Niña de la cueva
DANIEL ORVIZ
domingo, 11 de abril de 2010
BARRIO DE LAS LETRAS
La nevada del día 21 de diciembre nos obligó a suspender el paseo por el Barrio de las Letras con nuestros alumnos de 4º de ESO, así que lo pospusimos para el 24 de marzo. Desde luego, el tiempo nos acompañó (la granizada cayó después, nada más llegar al instituto)y nos ayudó a empezar a saborear unas vacaciones de Pascua que en Madrid ya han acabado.
El paseo consiste en una visita guiada de aproximadamente hora y media que recala en los lugares más relevantes de unas calles por la que transitaron nuestros literatos del Siglo de Oro, entre el Paseo del Prado, la calle Huertas y adyacentes, la Plaza del Ángel y la de Santa Ana. Aunque no nos quedamos en el siglo XVII: Cadalso, Larra, Mesonero Romanos, Valle-Inclán, Benavente y muchos más dejaron huella por estas calles.
Hice algunas fotos y se me ocurrió que ya había llegado el momento de trastear con el "Movie Maker" (es que me dan una envidia algunos de mis alumnos, hay que ver cómo lo manejan...)
Aunque nosotros recurrimos a la visita guiada que ofrece el Ayuntamiento de Madrid, si queréis hacer vosotros solos el recorrido, no os perdáis el estupendo trabajo sobre el barrio que nos enseña Purificación López en El reino de Trapisonda.
miércoles, 7 de abril de 2010
LOS GIRASOLES CIEGOS
Hace cinco años una querida compañera me recomendó la lectura de Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez. Como yo casi todo lo leo con cierto retraso, me reservé la recomendación para rescatarla en alguna ocasión. En este caso, y dado que a priori no me seduce especialmente la literatura sobre la Guerra Civil española, lo puse a la cola de Soldados de Salamina, que llevaba más retraso todavía. Me alegro de que me haya gustado infinitamente más que la novela de Cercas, que, dadas las expectativas creadas, me decepcionó bastante.
El libro tiene su historia: su autor, un hombre vinculado a la industria editorial, tenía 63 años cuando se publicó éste su primer y único libro en el año 2004. Murió pocos meses después. No tuvo tiempo de saber, por ejemplo, que le dieron el Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa en 2005, y que el año pasado –cuando yo lo compré - iba ya por la 23ª edición.
No se trata de una novela, sino de cuatro relatos que el autor llama “derrotas”, ambientados entre 1939 y 1942 (a relato por año), es decir, los años posteriores a la Guerra Civil española.
En el primer cuento, el capitán Carlos Alegría se rinde al ejército de la República el día en el que su bando, el franquista, va a entrar en Madrid . Nadie entiende que Alegría se entregue al bando derrotado, pero él alega que no quiere pertenecer a un ejército que no quiere ganar la guerra, sino sólo matar: “Aunque todas las guerras se pagan con muertos, hace tiempo que luchamos por usura. Tendremos que elegir entre ganar una guerra o conquistar un cementerio”, dice en una carta que el narrador nos presenta como escrita a su novia en enero de 1938. Alegría es llevado a Arganda del Rey para ser fusilado, pero no muere: cae herido junto a los verdaderos muertos y consigue desenterrarse y llegar a Somosierra, pues tiene la idea de llegar a su pueblo, en la provincia de Burgos, para morir en paz. Aquí la narración en plural de modestia alterna con los pensamientos de Alegría expuestos mediante cartas rescatadas a amigos y familiares, con papeles encontrados entre sus ropas y con informaciones obtenidas de las personas que trataron con él en los últimos días, a modo de crónica. El relato se llama “Si el corazón pensara dejaría de latir”.
El segundo relato –para mí, el mejor- recurre a la técnica del manuscrito encontrado; no en vano se llama “Manuscrito encontrado en el olvido”. El narrador, convertido en editor, advierte de que se trata de un cuaderno encontrado por un pastor en una braña de los altos de Somiedo, junto a un esqueleto adulto y otro de un niño de pecho, juntos y envueltos en una colcha. Las primeras páginas nos informan de la muerte de una muchacha llamada Elena durante un parto. El padre, un muchacho de 17 ó 18 años, queda con el recién nacido, en un truncado viaje hacia Francia, escapando de una postguerra feroz. Al hilo de la páginas del diario, el editor aparece para hacer algunas indicaciones en tono aséptico acerca de las hojas que faltan, de las anotaciones en los márgenes o del tamaño de la letra. El cuento se sencillamente sobrecogedor.
La tercera derrota (“El idioma de los muertos”) cuenta cómo el soldado republicano Juan Senra, profesor de chelo, se salva una y otra vez de ser fusilado en la cárcel de Porlier. Sólo por haber conocido al hijo muerto del coronel Eymar, juez del tribunal que debía condenarle indefectiblemente a la muerte, y por poder darle a éste y a la madre noticias de las últimas palabras de su hijo. En este relato aparece Alegría, el rendido de la primera derrota.
El último relato es el que llevó al cine José Luis Cuerda y el que lleva el título de “Los girasoles ciegos”. En el triste Madrid de 1942, un hombre vive escondido en el armario de su casa a la espera de encontrar un momento seguro y marchar a Francia. En su casa, su mujer y su hijo sobrellevan el día a día escondiendo al padre y al marido de posibles amenazas exteriores: nada debe haber en la casa que delate la presencia de un hombre, las cortinas han de estar permanentemente echadas y los corazones se sobresaltan cada vez que se oye el ascensor detenerse en el tercer piso. La amenaza crece cuando un sacerdote del colegio al que asiste el niño acosa a la madre. Como en los relatos anteriores, el narrador alterna otras voces con la suya, en este caso, la del niño, ya adulto, y una extensa carta en la que el Padre Salvador, el acosador, escribe para confesarse a un superior.