lunes, 30 de mayo de 2011

NOCHES BLANCAS, DE FEDOR DOVSTOIESKY

Ilustración de Carlos Rubén Medina

"Era una noche espléndida, una de esas noches que sólo se presentan cuando somos jóvenes, amable lector. El cielo aparecía tan estrellado y tan claro que, al mirarlo, se preguntaba uno instintivamente: ¿cabe imaginarse que bajo semejante bóveda exista gente irritable y antojadiza?"

(Noches blancas, Fedor Dostoievsky,"Primera noche".)


Un día de estos, cambiando el polvo de las estanterías de sitio -como diría mi compañero Jesús-, tropecé con un libro que  yo creía perdido para siempre a causa de alguna mudanza, pues hacía tiempo que no lo veía: Noches blancas, de  Fedor (o Fiódor)Dovstoiesky,  preciado regalo de mis doce años,  de la colección "Todolibro" de Bruguera. El título hace referencia a un fenómeno que tiene lugar en San Petesburgo en los primeros días de verano: el sol apenas se oculta y las noches petesburguesas son claras y brillantes.

En esas noches veraniegas en las que todo el mundo sale a la calle, un joven solitario y soñador pasea a la deriva por la ciudad, que conoce como la palma de su mano. Su única compañía es una vieja criada, Matriona, y los acostumbrados paseantes que se cruzan en su camino...Como decía, en una de esas noches descubre a una joven apoyada en el pretil de un canal.  Se acerca con el corazón palpitante - la joven está llorando-, cuando un tipo con aspecto de estar borracho se dirige a ella con brusquedad. Nuestro héroe no se lo piensa dos veces: le dice que se coja a su brazo y la saca del apuro. La muchacha es  Nástenka, una muchacha de 17 años que vive cosida (literalmente) a las faldas de su abuela. De noche logra escaparse; por eso accede a la petición de nuestro hombre de acudir a la noche siguiente al mismo puente para seguir conversando.

A lo largo de cuatro noches nuestro soñador y Nástenka tendrán oportunidad de confiarse mutuamente melancolías y secretos del corazón...Solo hay una condición que le impone Nástenka: que no se enamore de ella. Pero la advertencia llega tarde. El joven escucha expectante las penas de amor de Nástenka, la cual un año antes vio cómo se marchaba el hombre de quien se había enamorado, un inquilino de la casa de su abuela que le prometió volver cuando pudiera ofrecerle la vida que ella se merecía...Nástenka sabe que ahora, ese hombre ha vuelto, y necesita verle, hablarle, necesita saber...Nuestro héroe será el confidente, el amigo, el hombro sobre el que llorar, porque la decepción no tardará en llegar: para la muchacha primero, pero para el soñador también después...
¡Ah! ¡Qué no habrán escuchado esos puentes de San Petesburgo!

Si quieres saber qué pasa con Nástenka y el joven soñador, pincha aquí.

Si quieres escuchar un fragmento de la novela, dale al play.
Si quieres escuchar otros "fragmentos de libros emocionantes" que "El tinglado" ofreció con motivo del Día del Libro, pincha aquí.


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viernes, 27 de mayo de 2011

EN LA FIESTA DE LA CORONACIÓN (Sermón de La Cañada-III)


«EN LA FIESTA DE LA CORONACIÓN»
[SERMÓN DE LA CAÑADA-III]
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Queridos padres y queridas madres, cañadienses alumnos, alumnas, inocentes criaturas, queridísimos dinosaurios y leones, ciervos del bosque, ardillas, lobeznos y aves nocturnas, admirados compañeros y divertidos colegas, gigantes, elfos, “hobbits”, hombres y habitantes de la Tierra Media, hadas, magos, hechiceros, fabricantes de sueños y alfombras voladoras, “zombis” y roqueros, artesanos, ingenieros, agronomistas, economistas y exorcistas, maestros y profesores, diáconos y catecúmenos, albañiles, jardineros, amigos pecadores y gente virtuosa, damas, doncellas que no quieren serlo y castas damiselas, huríes y valquirias, jóvenes aparentemente humanos y presuntos novios, algunas prometidas y madres primerizas, omnívoros, carnívoros, ovolácteos y vegetarianos, oidores y escribientes, creyentes, descreídos, carismáticos, agnósticos, tímidos, peleones, abogados defensores, palafreneros, mamporreros, mariscales, cómicos, funambulistas y chiripitifláuticos:

Bienvenidos todos a esta Aula que hoy más que nunca será Magna, a este humilde salón de actos que hoy se va a convertir (aunque al miraros y ver vuestros caros atuendos, sorprendentes algunos, simpáticos los más, elegantes todos, veo que ya estamos en ello), se va a convertir, digo, en algo más que gran Sala de Audiencias, en algo más que Salón del Trono, en algo más que Recepción de Embajadores del Antiguo y Galáctico Imperio, en algo más, mucho más importante: se va a convertir en valle del Conocimiento, en campo sembrado de Sabiduría, en paraíso de Juventud y de Belleza, en rompimiento de gloria con el triunfo del Afecto sincero y el Amor más puro y fraternal.

Bienvenidos todos, pues, a este valle, a este campo, a este paraíso, bienvenidos todos y especialmente vosotros, muchachas y muchachos míos, ¡ladrones!, que habéis sabido robarme el corazón y conquistarlo, esa plaza fuerte, acaso no tan fuerte, que hasta el momento de conoceros defendía con pasión, pero que habéis conseguido que os entregue. Os doy mi corazón con mis palabras, en este acto de vuestra Primera Coronación, para que me escuchéis, muchos de vosotros quizás por última vez. Y no para enseñaros Léxico, ni Morfología, ni diversas clases de sustantivos, ni listas de adjetivos ni mucho menos Sintaxis, esa facultad del alma que como tantas veces os he dicho no debiera estudiarse en Lengua, sino en asignaturas de Metafísica, Ontología o Teología, pues forma parte no de la Lingüística sino de las virtudes teologales, la Fe, la Esperanza, la Caridad, y hace serie con las mayores cualidades humanas dignas de cultivarse: la Bondad, la Generosidad, la capacidad de sacrificio, de esfuerzo y de entrega desinteresada a los demás.

No, pues, para enseñaros el gozo y el «gustirrinín» de la Etimología, ni las habilidades y placeres extáticos (con “equis”, ya sabéis) de la Semántica y la Pragmática, sino para deciros una vez más que seáis buenos e indulgentes, que seáis generosos y abnegados, que os queráis siempre mucho, que seáis siempre muy amigos, para que la vida os sonría y estéis siempre felices y contentos de estar juntos y de haber venido al mundo y haberos conocido. Para deciros también que cultivéis en vosotros la paciencia y agostéis la ira, y os entreguéis con pasión a lo que hagáis, a los estudios que elijáis, a la profesión que seguramente os elija a vosotros, a los anhelos y deseos que nunca os esclavicen.

Quisiera enseñaros una vez más el léxico de la Amistad, los sustantivos del Entusiasmo, los adjetivos del Cariño, de la Ternura y del Afecto, los verbos y adverbios de la Generosidad, los artículos de la Vida Feliz, las preposiciones y conjunciones de los Buenos Deseos, las interjecciones de la Admiración y la grata sorpresa, y cómo no, la sintaxis «predicativa», y en ocasiones tan «copulativa», del Amor, con todos sus emocionantes «atributos».

Quisiera deciros una vez más que sois maravillosos (con lo que eso a veces pueda conllevar de «insoportables»), no para adularos en este acto beatífico de vuestra coronación de bachilleres, sino para animaros en la nueva etapa de vuestra vida que ahora estáis a punto de emprender, ya casi adultos. Deciros una vez más que sólo el buen ánimo, la voluntad y el esfuerzo os llevarán al triunfo, del que os sentiréis justamente orgullosos, pero no tanto como para sentiros humillados si en parte no lo alcanzarais.

Sed fuertes, pero no para ofender al débil, sino para prestarle sin intereses vuestra ayuda; sed buenos y desprendidos, usad vuestra inteligencia para ver más allá de lo aparente, para descubrir el engaño y desentrañar la verdad, para desconfiar de la servil lisonja y asumir la amorosa y paternal crítica, para desear alcanzar la perfección y perdonar los numerosos errores, para defenderse o huir de las fieras malignas, falsas y asesinas, y rodearse de lo mejor del ser humano: aquellos que nos miran con la bondad de sus ojos, que nos hablan con los labios, la boca y la garganta de su buen corazón, que nos acarician con la dulzura y la suavidad de sus tímidas manos.

Cultivad vuestra Inteligencia y vuestra Sensibilidad para que los árboles de la selva y los animales del bosque, las nubes del cielo y las aguas de los ríos y los mares, sientan el orgullo de acompañaros en la vida y sean vuestro inagotable Manantial. Cultivad vuestras buenas facultades para mejorar y dar la vida, nunca para despreciarla ni quitarla. Entregaos gustosamente a los sabios ideales que mejoren vuestra existencia y la de aquellos que os rodeen (tal vez la Humanidad entera) y huid de las ideologías siempre peligrosas y castradoras, engañosas, sectarias y mortíferas.

Tenéis la obligación de ser felices, de ser libres y de ser felices, para que los demás lo seamos por vosotros y quedemos siempre contentos de haberos tenido y conocido, de haber aportado algo a que así sea, y así forméis parte de nuestros mejores recuerdos, y para que así creamos que nuestra tarea ha merecido, merece y seguirá mereciendo la pena. No seáis nunca rígidos como las rejas de las cárceles –perdonad si a veces lo hemos sido-, sed flexibles como los juncos y las cañas que crecen en matojos a la orilla de los cristalinos ríos.

Que vuestra presencia en este universo sea feroz y valiente como la del lobo y león, contundente y misteriosa como la del dinosaurio y el unicornio, profunda como la mirada del ciervo, alegre y danzarina como la ardilla, tierna y juguetona como el lobezno, sabia y reflexiva como el ave nocturna. Sed omnívoros de la palabra, carnívoros de la pasión, creyentes del hombre, descreídos de los que sólo lo parecen, agnósticos frente a los que presumen de poseer grandes verdades y quieren imponerlas. Sed libres, independientes, francos, desembarazados y atrevidos como el canto de las aves al amanecer, más libres y más sueltos y resueltos aún que el águila, en su vuelo por las nubes.

Tened cuidado de a quién entregáis vuestro Cuerpo y, sobre todo, vuestro Corazón: vuestro cuerpo es un templo sagrado, al que no podrá acceder cualquiera, pues en él residen la Hermosura y la Bondad; es un templo sagrado en donde habita un alma de Dios que sólo de momento es vuestra. Cuidad bien de vuestro cuerpo, que guarda los tesoros más valiosos: vuestra Inteligencia y vuestro Corazón, ya digo, que late con el mundo; guarda vuestro Vientre de oro y vuestro Pecho lleno de estrellas. Cuidad bien de vuestro cuerpo, pues es el tronco del árbol que junta la Tierra con el Cielo.

Y si vuestro corazón contiene un alma llena de Bondad, Pureza y Valentía, no dejéis que nadie ignore estas cualidades y menos vosotros mismos, muchachas y muchachos míos. Quered el Bien para vosotros, sin dejar de quererlo para los demás, y así distinguiréis nítidamente quién os ama y os quiere de verdad.

Dejad que brote toda la luz y la inteligencia que contenéis en vosotros mismos, dejad que crezca y aumente hasta que sepáis bien lo que queréis. Conoceros y amaros a vosotros mismos, por lo mucho que valéis y por lo mucho más que podéis llegar a valer. Encontrad vuestro deseo y pedid siempre lo imposible, porque sois Dueños del mundo, Amos de vuestro ser, Reyes de vuestra alma, y acaso Emperadores de la mía.

Si supierais escuchar las olas, comprenderíais el origen de la vida. Si supierais escuchar los sonidos del aire, comprenderíais el misterio del mundo y su destino. Si supierais descifrar los mensajes de las nubes entenderíais el camino de la felicidad. Si supierais oír el crecimiento de la hierba y el canto de las hojas de los árboles sentiríais la caricia más suave de la vida. Si oyerais el verdadero latido de vuestro corazón y siguierais su ritmo sin romperlo, si pudierais leer todos vuestros sueños, si pudierais mirar el sol de frente y encontrar la verdad…

[SILENCIO]

Si supierais escuchar los mensajes del viento, oiríais en cada soplo lo mucho que sois amados.

Que cada copo de nieve que os caiga en vuestro recorrido sea el cumplimiento de un deseo, que cada gota de lluvia sea para vosotros el beso de la persona que más améis, que cada bocanada de aire que respiréis os dé más vida y mejor vida. Cuidaos mucho y venid a verme alguna vez, pues vosotros sois el aire que da más fuerza y energía, mandadme el calor de vuestro abrazo y perdonadme si os echo tanto de menos: soy como el zorro del desierto que encuentra el Principito -el de ese hermoso libro que tanto os recomiendo-, me he dejado domesticar y he descubierto el doloroso precio de la Felicidad, pero he ganado por el color del trigo y he aprendido que lo esencial es muchas veces, acaso siempre, invisible a los ojos; qué gran verdad que los hombres, torpes, invidentes, olvidamos tantas veces.

Cruzad los océanos, atravesad desiertos, descubrid las selvas tropicales y que vuestros pasos tracen y rocen los cinturones de la Tierra, recorred las Rutas de la Seda y llegad a Oriente y a Occidente, zarpad en veleros por los Océanos Pacíficos. Las selvas africanas sean vuestro paraíso, haceos amigos de las fieras y aprended a hablar la lengua de los leones y las cebras. Que las aves os enseñen su vuelo, que los camellos guíen vuestro paso por las dunas hasta llegar de nuevo al mar. Saltad sin miedo todas las cordilleras, los Alpes, los Urales, no os arredre el frío de Siberia, ni el hielo de los Polos, hasta llegar al Nuevo Mundo y saber sus confines, los países australianos, la extensísima y gélida Patagonia, y la Tierra del Fuego.

Gastad vuestra vida en aventuras, conoced raras gentes, fundad nuevas ciudades, amad a las más bellas mujeres y que vuestra semilla riegue los campos de buenos frutos y de buenos sentimientos. Recorred el mundo y seréis doctos y sabios, comprenderéis las almas y entenderéis la verdaderas Leyes de la Naturaleza. Cruzad los desiertos más áridos, navegad por las aguas más turbulentas, ascended a las nubes más altas de los cielos, escalad las más altas cumbres de las montañas y así contemplaréis el mundo en su grandeza.

Id a los sitios más recónditos y bellos, a las más hermosas bahías, a las islas más templadas y atesoradas, a las ciudades más ricas y celestes. Contemplad las obras de arte más perfectas y conmovedoras, leed los libros más cuerdos, juiciosos y eruditos que se hayan escrito, reconoced la belleza del mundo, la hermosura del mar, la dadivosidad de las llanuras sembradas de alimento.

Seréis felices si vuestra alma obtiene su sustento del camino, si se nutre de los amaneceres, si crece contemplado las estrellas y se ilumina de los mediodías hasta obtener luz propia y emitirla, de tanto amor que sienta. Disfrutad de vuestra juventud, de vuestra libertad una vez conquistada, mantened la mente lúcida y la sensibilidad a flor de piel, sea fuerte vuestra voluntad, fuerte como la rama de un árbol milenario, que vuestros brazos alcancen las nubes que deseen, que vuestra vista sea como la del lince que nocturnamente caza; mantened sosegado vuestro espíritu, sin ningún mal recuerdo, sin ningún ingrato rencor acumulado, y así será tranquilo vuestro paso por las horas y por las estaciones. Pero aprovechad bien el tiempo, para aprender, reflexionar y saber. Esforzaos en comprender, y veréis más allá de la superficie: arrojaos a la profundidad de vuestro ser y extraeréis de vosotros mismos la mayor riqueza que podáis imaginar, y así nunca os sentiréis demasiado solos.

Que sigáis siendo árboles de fuerte tronco y de profundas raíces para continuar creciendo al cielo. Que vuestras ramas sean alas para volar a las estrellas y recorrer el cosmos. Que sepáis alcanzar los placeres más insospechados con quien améis o por quien seáis amados, o acaso en maravillosa y elegida soledad. Que sepáis regar los campos y sembrarlos de trigales amarillos como el oro. Que sigáis siempre inspirando esta ternura de criaturas recién creadas. Que vuestra mirada siga siendo limpia y disipe las grises tinieblas de todos los que os rodean.

Que vuestra sonrisa seductora nos proteja a todos de los males que nos acechen. Que cada una de mis palabras penetre en vuestro corazón e ilumine vuestra mente, para que la belleza de vuestra alma aumente como la de los ángeles. Que cada paso que deis sobre la tierra abra nuevos caminos y que sean vuestro verdadero camino. Que seáis felices, que veáis la luz y vayáis a ella libremente, que seáis siempre libres como el corzo del bosque y el águila del cielo. Que améis el mundo y améis la vida, tanto como a vosotros mismos, y que un día os sintáis orgullosos de ser como sois. Que os acaricien las manos más cariñosas. Que os hablen con las palabras más amables y sabias. Que triunféis en todo lo que emprendáis y sigáis siendo humildes e inocentes para que vuestra hermosura aumente y os envidie y adore la diosa Naturaleza, orgullosa de teneros. Que el alimento que recibáis nutra vuestra mente y vuestro corazón de los mejores y más gozosos sentimientos…

[SILENCIO]

Mas basta ya de monsergas, discursos y opiniones: ¡repiquen las campanas y carillones de todas las sinagogas, iglesias y mezquitas, torres de monasterios y abadías, ayuntamientos y salones del reino, sirenas de bomberos ociosos, ambulancias en paro y hospitales vacíos, que chirríen las puertas de todas las viviendas y habitáculos, castillos, bungalós, alcázares, chalés y apartamentos, suenen las panderetas, clarinetes, dulzainas y carracas, déjense soplar las femeninas flautas, los masculinos oboes y fagotes, vibre el humilde triángulo, lloren de alegría los orgullosos timbales, los roncos contrabajos, las frescas violas, los voladores violines, las aéreas trompetas e insurrectos trombones e insensatos, libérense los que se sientan presos, arrodíllense los pecadores, canten sus rezos los curas y seglares, desaflójense las cinchas, tirantes, cinturones, ábranse los ojos al máximo de sus órbitas, relájense las comisuras de los labios para poder reír a gusto, ábranse las orejas para escuchar lo que se diga y dejarse penetrar con musical gozo de fiesta, bailen su danza del vientre las orientales bailarinas, despójense de velos las dinámicas doncellas y de tocas y hábitos las monjas y púdicas novicias, exhiban sus luchas ancestrales los robustos y sanos gladiadores, muestren su casta desnudez las virginales mozas y ejecuten sus ejercicios gimnásticos los imberbes atletas, y que se abran las bocas de admiración para cantar como sopranos o barítonos y contener el ansia!, porque ahora va a desfilar ante nosotros lo mejor de la caballería andante y de sus damas, porque ahora va a mostrar su verdadero triunfo ante nosotros, abriéndonos de par en par la Gloria, el acto supremo del Amar y del Vivir, que es Enseñar:

Por allí veo una mesnada de donceles y doncellas ataviados a la antigua, como si llevaran más de un año de andanza por estos santos lares: llegan bien alumbrados y adornados, ¡pardiez! que distingo varias Sandras y Sandramalias, Davides, Sergios y Lorenas, y un montón de Alejandros y Rebecas, y Gonzalos, Tomases e Israeles, y Gemas y Lucías, y veo Martas, Emmas y Angelines, como quien cuenta las amapolas entre el trigo.

¡Mirad!, por allí vienen las Nures y las Albas, las primeras, de peregrina y extranjera belleza, descansando de su tarea de hacer amanecer cada mañana, con el orgullo propio de su edad y algunas dellas disimulando como pueden su indiferencia a los numerosos pretendientes que las siguen, pues son discretas.

¡Oh Dios!, por allí vienen las Laras y las Alejandras, emperatrices de las altas regiones donde se elaboran las estrellas, tanto las del cielo como las del fondo del mar, ese abismo que increíblemente se refleja en sus ojos, fuente de las constelaciones.

Y las sigue, casi pegados a sus desplegadas faldas, ¡la banda de los Danieles!, cuán numerosos este año, son por los menos cuatro, qué digo cuatro, ¡cuatrocientos! parecen con la humana y abundante presencia de uno dellos, que unos son más garridos, otros son más recios, y otros, más bien todos, llevan una “G” grabada en el pecho, inicial signo de Grandeza, de Gracia, de Gentileza y de Galantería.

Detrás van las Lauras, las Marías y las Noelias, reinas de la alegría, princesas del alborozo, duquesas del contentamiento y la satisfacción, servidoras del júbilo, dueñas del intensivo regocijo, que lo van expandiendo de sus cestas como quien siembra de pétalos el campo.

Les siguen las Raqueles, las Cristinas y las Martas, cuán graciosos sus andares, cuán valiosos y brillantes sus ropajes, sus diademas, collares y arracadas, mas no tanto como las cualidades de su espíritu, de eterna belleza, mas no como la esotra, efímera (esto, no sé si lo habréis entendido bien del todo, pero valga).

Y luego van las Natalias y las Sandras, de sensata mirada, de inteligente y profunda reflexión, acaso impropia de la ternura de su edad, no obstante siempre el Pudor supo conjuntarse con el Saber, y el silencio siempre fue grato compañero del hacendoso trabajo, minucioso y bien elaborado.

Pero fijaos, aún no acaba esto: ¡llegan los Juanramones, Miguelángeles y Diegos!, líricos como las flores que trasminan de noche sus aromas, graciosos y honestos como «hoplitas» y «mirmidones», seguidores del antitroyano Aquiles y de Alejandro Magno. Y los Franciscos y los Pablos, acompañados por una gran orquesta de tamboriles y un séquito de castañuelas, porque son adoradores feligreses de las diosas de la Danza y de la Música, de quien son sus predilectos protegidos: ellas sabrán elevarlos a las mayores alturas de la fama.

Y detrás van los Nachos, Raúles y Davides, orgullosos, soberbios, altaneros, pero también humildes, dóciles y modestos, muy pocas veces obedientes, ¡hay que ver!, igual que los Alejandros y los Cristian, callados, reservados, taciturnos, de tácito juicio que a veces traducen en palabras: quién reinará en su corazón, quién será dueño o dueña de sus mejores y hondos pensamientos.

¡Virgen santa!, inesperada y sorprendentemente llegan los Gonzalos y las Aidas, y se disponen con las Saras y los Albertos a atravesar el Arco de los Enamorados, ése que florece solamente si el amor de los que lo traspasan es fuerte y verdadero: oh, mirad cómo reflorea y desarrolla y alcanza exuberante su esplendor, nunca lo hizo tanto desde que lo atravesara mi Amadís de Gaula, el más grande caballero enamorado de los tiempos pasados, presentes y futuros.

¡Las Carolinas, las Cristinas, las Tamaras!, cómo brillan y resplandecen entre el numeroso coro de príncipes, escuderos (y moscones) que las persiguen y rodean, pero hay qué ver con qué habilidad ellas los huyen, ahuyentan y rechazan, díscolas y traviesas, se saben atractivas y diestras en el manejo de sus dulces armas, mas ¿quién las guía, que mis cansados ojos apenas las distinguen? Oh Dios, si son las Maricármenes, cuyos ojos me habían cegado y deslumbrado con todo el azul del cielo condensado, menos mal que también ellos (los ojos, digo) se dignan repartir su luz, su brillo y su color entre algunas mañanas de la primavera.

Y entre esa polvareda dorada –¡chapotean en plata los cascos de su cabalgadura!-, veo a los Suleimanes, magníficos con sus coronas de laurel –mereciéranla acaso de diamantes-, mas no me dejo engañar: sé que sólo su apariencia es humana, pues lo que va por dentro es propio de los seres divinos más poderosos y valiosos.

¡Y por fin los Marios!, mas no, los Marios no, Marios no hay más que uno: ése cuyo silencio es aún más elocuente que las olas del mar y más sonoro que las tormentas inesperadas del verano, ése cuya mirada es más profunda y marina que la del delfín que salta a superficie para respirar y reírse inteligentemente del fuerte oleaje y de las mareas –las que algunos incrédulos provocan-, y contra las cuales vence.

¡Oh, y ya se marchan todos!, pasan de largo como si tal cosa, y a mí, triste Quijote que confunde gigantes con molinos, ejércitos con rebaños, pero que sabe aún distinguir la luz de la oscuridad, apenas me regalan con su mirada y su sonrisa, tal vez alguna mueca de agradecimiento, Dios sabrá por qué.

¡Dejadme!, dejadme aquí, sí, en compañía de mis capitanas de este barco que sigue navegando en aguas tormentosas, dejadme, sí, aquí con mis Mariajosés y con mis Cármenes y con mis Magdalenas; con mis Linas, mis Lolas, mis Yolandas, mis Anas, mis Enriques y mis Noelias; con mis políglotas Mariasjesús, con mis Franciscojavieres, mis Juancarlos, mis Félix y mis Pepenachos; mis Oscares, mis Claudinos, mis Carlopablos e Isabeles (¿qué fue dellos?); mis Mercedes, mis Paquitas, mis Joseluises, Jesuses y Cristóbales; mis Plácidos, mis Julitas y mis Antonias, que ya pronto se me van, sálvandose a tiempo del incierto naufragio; mis Daviduribes, mis Luisas y Marialuisas; mis Teresas, Cristinas, Rosarios y Raqueles; mis Raimundos, mis Marcelinos y mis ¿en dónde están mis Lidias, mis Mariajosesevillanos, mis Rosauras, tan bárbaras e inglesas?

Dejadme aquí con ellas y con ellos, nombrados e innombrados, para poder seguir ejerciendo este pobre oficio de poeta –¡la Poesía!, esa diosa que un día me eligió para amarme y poseerme, gozarme y destrozarme con sus zarpazos de tigresa, y a la que me entregué como a vosotros- de poeta, digo, y de humilde adorador de mi Dios del Amor: el Único, el Elegido, el Extraño, el Singular, el Extraordinario, el Verdadero, «porque sólo de Él, y por Él y para Él, son todas las cosas» (Rom., 11, 36). VALE.


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JESÚS GÓMEZ AYET. I.E.S. LA CAÑADA
COSLADA, SÁBADO 7 DE MAYO DE 2011
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jueves, 26 de mayo de 2011

LOCA SINFONÍA

Procedencia de la imagen

-Extraño día, don Roberto.
-Y que lo diga, don Pancracio, no había visto tal lluvia de peras desde el siglo xx.
y así era, efectivamente, las peras caían de los olmos, las nubes se arrastraban trsitemente por la acera, y una  ardilla se asomaba por la ventana del octavo piso de un rascacielos de diez plantas. Pero, obviamente, eso no era lo que estaba fuera de lo común, lo que llamaba la atención de nuestra peculiar pareja; era un suceso que acaecía detrás de una verja. Se levantó, salió corriendo, haciendo el armonioso ruido de sus tacones de pino. Miró arriba, miró abajo, de izquiereda a  derecha, y decidió bajar a comprobarlo. Don Roberto, para no ser menos, cogió su paraguas, se quitó sus zapatillas para mirar  el reloj, y se atusó el pelo de su bigote pintado para no quedar rezagado. Al llegar abajo y encontrar a Don Pancracio recibiendo insistentemente dinero de un vagabundo, salió dando gritos para pasar desapercibido. Una vez ya fuera fue a topar con una papelera, y para su completo horror comprobó cómo había sido depositada  una bolsa en ella. Intentando apartar tan repelente imagen, arrastró sus pies por la floreciente mata de objetos ya usados y, como debía ser, una vez ya usados, arrojados al viento para que formen parte del pintoresco panorama.


Don Roberto, después de rechazar por cuarta vez el dinero de aquel hombre, miró a los dos lados, se apartó del paso de cebra y cruzó a todo correr las dos calles; saludó a doña Carmen con un movimiento de cabeza y volvió manos a la obra on su cometido. Pasaron las horas, una, dos, tres, hasta que don Pancracio volvió a acordarse de aquelle que le había llamado tanto la atención. Aquello no podía esperar, pero no podía acudir sin don Roberto, su gran e inseparable enemigo, con el cual comentar esa cosa que todavía le hacía hervir la sangre. Miró a todos lados hasta encontrarlo, y tras dos cabezazos propinados sobre su hombro, partieron a toda prisa hacia aquel rincón. A medida que transcurría su camino, crecía su incredulidad. Se sucedieron farolas apagadas en pleno día, coches respetando las normas, forofos de dos equipos distintos, que aun sin conocerse de nada estaban en la misma calle sin ningún herido, ¡incluso vieron algún político cumpliendo su palabra! Se pellizcaban el uno al otro, incrédulos ante tal estampa; torcieron dos esquinas más y llegaron a su destino. Agarrándose el uno al otro para contener sus crecientes náuseas, contempalron una horrenda pared que les producía escalofríos ante la falta de firma de algún artista. Pero lo que realmente les dio un para al corazón fue contemplar a dos niños sentados en esa pared, compartiendo, ni más ni menos que un bocadillo.


Ya caído el mediodía y dispuetos a irse a dormir, comentaron mirándose los pies:
-¡Dónde se ha visto semejante fechoría, solo aquí, ya se lo digo yonque en otros lados es impensable.
-Es algo que no se puede seguir consintiendo, dos niños compartiendo, válgame Dios.
-Si ya le dije yo a usted, este mundo se está volviendo loco, semejantes tonterías solo se veían hace muchos años.
-Menos mal que todavía queda gente con sentido común  como usted, don Pancracio.
-Y que lo diga, don Roberto, y que lo diga.


Daniel Jiménez Asensio
2º Bachillerato A
1º premio prosa
Categoría A

miércoles, 25 de mayo de 2011

HACIA QUIÉN SABE DÓNDE

Procedencia de la imagen

Bien, había llegado el momento. Ahora sólo tenía que flexionar las rodillas y dejarse caer sobre las punteras para hacer el menor ruido posible. Por un instante no se atrevió, pero entonces relampaguearon en su mente los motivos que le habían llevado a fugarse de aquel modo. Esto le dio el empujoncito que le hacia falta para lanzarse a un futuro incierto.

Lucía aterrizó de manera suave pero segura, inclinándose ligeramente hacia delante para compensar el peso de la mochila que llevaba a la espalda, en donde quedaba resumida toda su existencia. Esperó durante un segundo que se le hizo interminable los sonidos que indicasen que la habían descubierto, pero no oyó nada, así que comenzó a correr. Corrió como nunca lo había hecho, de forma desesperada, respirando hondamente mientras imaginaba a sus eritrocitos viajando al retumbante compás de su corazón y entregando a las células de sus músculos el oxígeno necesario para seguir corriendo. Miró a ambos lados y siguió volando entre la gente, escasa a esas horas del crepúsculo, que se apartaba al verla pasar. Paró un momento a tomar aire en una esquina, y al hacerlo, no pudo evitar soltar una pequeña carcajada de triunfo. Ya estaba más cerca de la felicidad… Pero no debía confiarse. Siguió caminando a paso ligero hasta la estación, donde eligió su destino: iría a Madrid, una ciudad muy conocida, donde nadie se acordaría de una extraña más. Sin embargo, viviría en las afueras, y debería buscarse un trabajo pronto, pues aunque había “tomado prestado” dinero de su casa (algo razonable después de todo lo sufrido), éste no duraría eternamente. Compró el billete sintiendo mariposas en el estómago, con miedo a que alguien la reconociera, la cogiera y se la llevara de vuelta a su casa.

Por fin, llegó la hora de subir al tren que le llevaría a empezar una nueva vida, dejando atrás cada desastre; todo quedaría cada vez más lejos una vez se hubiera subido al vagón. Se desplomó en su asiento, junto a la ventana y espero con impaciencia a que los tres asientos restantes de su compartimento, así como el resto de vagones, se llenaran. Al final sólo se llenaron dos de los tres asientos restantes. A su lado, se sentó una mujer de unos sesenta años que hacía ganchillo sin parar. Enfrente de Lucía, había un chico joven, de más o menos su edad o incluso un poco más mayor, pero como mucho tendría unos veintiún años. Él también contemplaba el paisaje, pero, por el rabillo del ojo, ella veía cómo el chico la miraba de vez en cuando, como si adivinase sus pensamientos. Esto le hacía sentirse insegura e inquieta, e inconscientemente abrazó aún más su mochila.

Al pasar por El Escorial, la mujer del vagón se bajó apresuradamente del tren, mascullando algo entre dientes, y entraron en el compartimento un chico y una chica tan asombrosamente parecidos que Lucía pensó que se trataba sin duda de hermanos, quizá mellizos, porque se asemejaban también en la edad, aunque habría dicho que la chica parecía apenas un poco más mayor que el chico. La fraternal pareja era también de aproximadamente su edad y se le antojó ésta una extraña coincidencia.

El viaje parecía seguir su curso de manera corriente, pero entonces el chico sentado en frente de Lucía le pregunto con una sonrisa que solo se podría calificar de provocadora: “Perdona, ¿podrías decirme la hora?”. Y de repente, sin que a ella le diera siquiera tiempo a mirar el reloj, el otro chico, el mellizo, respondió por ella. Sin embargo, no fue el hecho de que contestara en su lugar lo que hizo que sus sentidos se pusieran en alerta, sino la forma en la que lo hizo. Lucía había supuesto que las tres personas que se encontraban con ella no se conocían, pero la agresividad con que el chico dijo la hora hizo que sintiera un cosquilleo de alarma. Además, el chico de enfrente empezó a sonreír de forma burlona, como riéndose en silencio de todos ellos. No habían pasado ni dos minutos de esto cuando de improviso el chico sentado enfrente de Lucía se dispuso a sacar algo de su chaqueta de cuero y la chica le avisó, de forma serena pero amenazante, “ni se te pase por la cabeza sacar tus malditos juguetes delante de ella”. Mientras Lucía enarcaba las cejas ante esto, el chico respondió “¿Por qué no, si ella será el siguiente?”.

De pronto, todos se levantaron. Fue entonces cuando la puerta del compartimento de abrió y pasó por entre ellos algo o alguien que se llevó a Lucía a través de cristal. Cuando la chica abrió los ojos, lo que vio fue a un chico increíblemente guapo que la llevaba en brazos con todo cuidado. Este chico volvió la cabeza hacia ella, con sorpresa al ver que estaba despierta, y su mirada se le clavó en lo más profundo de su alma. Sin embargo, lo que hizo que Lucía perdiera de nuevo el conocimiento no fueron los ojos del chico, sino el par de alas con el que se la llevaba volando suavemente hacia quién sabe dónde.



SARA REBOLLO GÓMEZ
2º Bachillerato B
ACCÉSIT PROSA
Categoría A

martes, 24 de mayo de 2011

LA VIDA

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Hoy día, caballeros, estaré honrado de dirigirlos y más honrado de llevarlos al campo de batalla, pero hay otro honor que se les ha dado, ese honor es la respuesta a esta pregunta:

¿Quién soy yo? Soy un campeón.

Correcto, necesito que lo recuerden durante toda la vida; yo conquistaré lo que nunca ha sido conquistado. La derrota no estará en mi credo; haré creer a los que antes dudaron de mí, siempre procuraré mantener el prestigio, el honor y el respeto de mi equipo.

Entrené mi cuerpo y mi mente con constancia.

¿Quién soy yo? Soy un campeón.

Soy consciente del hecho de que mi oponente no espere que yo gane, pero nunca me rendiré. La debillidad no estará en mi corazón, miraré a mis camaradas que me han acompañado hasta tan lejos y a aquellos que me han entrenado y les mostraré toda mi fortaleza.

¿Quién soy yo? Soy un campeón.

Estaré gustoso de ir al campo de batalla, y me moveré hacia adelante con todo lo que tenga, y alcanzaré mi propósito por cualquier medio que tenga a mi disposición, y cuando llegue allí lo haré violentamente, arrancaré el corazón de mi enemigo y lo dejaré latiendo en el campo porque él no puede detenerme. A mi lado tengo a mis camaradas, que estarán conmigo hasta la muerte a través del sacrificio, a través de sangre, a través de sudor. A través de lágrimas nunca los dejaré caer, nunca los decepcionaré y nunca dejaré a un enemigo a mis espaldas porque mi oponente no conoce lo que hay en mi corazón. Nadie podrá negarme, nadie podrá definirme y nadie me dirá quién soy o qué soy, o puedo ser, creer en mí cambiará mi mundo, ha movido países y continentes, ha puesto un hombre en la luna y me llevará a ganar esta batalla.

Derrota y rendirse no están en mi vocabulario, yo no entiendo su significado, yo no conozco que las cosas vayan mal, yo no conozco los errores, pero sí conozco esto, sí conozco la victoria y entiendo lo que nunca es rendirse; no importa cómo vayan las cosas, mi corazón y mi mente cargarán mi cuerpo cuando mis piernas no aguanten más.

Hoy es el día, no mañana, no la otra semana, sino ahora, aquí mismo, en mi casa, en mi hogar, la historia me recordará. No dejaré que la gente me imponga el ser gentil, yo me defino a mí mismo, yo escribiré mi propia historia y nadie me dirá lo que puedo ser, nunca dejaré el campo sin dejar todo lo que podía dar, porque soy irremediable, soy así y así moriré.

Soy un suertudo, suerte por haber nacido, por poder abrazar a mi mujer, por haber conocido a mis amigos, por haberme despedido de ellos, por seguir así, esto te hará fuerte, al final, lo único que vas a recordar son las cosas buenas, no te entretengas en tonterías, que las hay, y vete a buscar lo que te haga feliz, que el tiempo vuela muy deprisa. He vivido 18 años, y te aseguro que lo único que no te va a gustar de la vida es que se te va a hacer muy corta. Estás aquí para ser feliz.

Daniel Recio Mata
2º Bachillerato B
Accésit prosa
Categoría A

lunes, 23 de mayo de 2011

EN LA PLAZA


EN LA PLAZA

Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita
extendido.


Como ése que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con
temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también transcurría.


Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.


Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.


Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,


no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.


Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.


Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en
la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere
 latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!
Vicente Aleixandre
Historia del corazón

viernes, 20 de mayo de 2011

OSCAR WILDE Y EL FANTASMA DE CANTERVILLE

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Queridos alumnos de 1º:

Como os dije, aquí están las tareas para el lunes. Se trata de buscar información (pincha aquí) sobre Oscar Wilde, el autor de "El fantasma de Canterville", cuento terrorífico donde los haya.  

A continuación, encontraréis las preguntas que tenéis que contestar EN FORMA DE REDACCIÓN, (atención, ¡nada de pregunta por pregunta, una redacción bien hilvanada!), como ya hemos hecho otras veces. Atención a los márgenes, sangrías y párrafos (han de ser dos); cuidado con  la ortografía y la puntuación.

En el cuaderno haréis una primera redacción, a modo de borrador; tras revisarlo, lo pasaréis a limpio en un folio.
¡Hala, a trabajar!

Oscar Wilde

1. Fecha y lugar de nacimiento.

2. Estudios realizados y universidad en que los cursó.

3. Fíjate en la imagen del autor y haz una descripción física. Busca información sobre sus gustos, su carácter, etc.,  y completa así su retrato.

4. Busca el significado de las palabra “dandismo” y “esteticismo”. ¿Crees que Wilde es un “dandy” y un “esteta”? Razona tu respuesta.

5. Título de su primera obra teatral y lugar de representación.

6. Su matrimonio: nombre de su esposa y fecha y lugar de su boda.

7. Para quién escribe sus cuentos: Cita dos títulos.

8. Explica en unas pocas líneas qué es la “era victoriana”.

9. Explica por qué razón fue encarcelado.

10. Nombre de su única novela y de una obra de teatro que incluye un nombre de varón.

11. Fecha, lugar y causa de su muerte.

¡Ah!, se me olvidaba. Os dejo con una presentación que recoge vuestro análisis del cuento, el que habéis hecho por parejas. Si os apetece comprobar que lo que recordáis bien, podéis hacer unas actividades sobre la lectura pinchando aquí.




(Para lograr un efecto terrorífico, dale al play mientras ves la presentación)

LO PERDISTE

Ilustración de Cynrhi Lund Torroll
Visto en Recogedor

Me debes mil besos envueltos en caricias.
Miles de caricias que recorran con suavidad mi espalda.´
Déjame esta noche pasarla a tulado susurrándote al oído lo que me ha hecho olvidarte, todo aquello que perdiste. Es que has perdido todos aquellos besos que tenía para ti, y me has regalado un olvido.
¿Dónde fuiste? No te encuentro. He buscado en mi pensamiento, y mi cabeza no te quiere recordar.
¿Qué me hiciste?
Lo has perdido todo, me has perdiodo. Has perdido todo aquello que tenía por bien en darte.
Perdiste los abrazos, los besos, las caricias, los te quiero que tenía guardados para ti, y ahora sin quererlo otra persona los recibirá. Y es que de pronto todo se volvió de otro color. Ya nada brillaba.
El recuerdo en mi mente se estaba marchando. Ya no recordaba cómo era esa luz y brillo en tu mirada. Recuerdo tus labios, pero no tus besos.
Tus manos, y cómo de la mía poco a poco se fueron desenlazando; de pronto las teníamos unidas, y un momento después tú ya te estabas alejando.
Tú y yo nos conocíamos hasta el punto de dejar  de hacerlo. Cuando me dijiste: "Ya no te conozco", y es verdad, ya ninguno éramos los mismos.

Silvia Rodríguez Ferrón
2º Bachillerato A
Accésit  "menciones especiales"
Prosa poética.

jueves, 19 de mayo de 2011

¿HOY ES EL DÍA?


Fotografía de Matilde M.S.
Hoy es el día. Hoy por fin se lo diré. Hoy por fin le diré lo que siento. Hoy por fin podré expresar lo que siento por él. Hoy será el día. Pero para qué engañarme, sé que no seré capaz de hacerlo, sé que no podré ni acercarme a él, que el miedo, o los nervios, o la angustia me detendrán antes. Sé, porque me conozco, que cuando le vea me fallarán un poco las rodillas, empezaré a sudar, aunque no mucho, pero sobre todo por las manos, las manos sí me sudarán. Notaré una extraña sensación en el estomago. Mariposas, dirán algunos. Nervios, lo llamo yo. Muchos nervios, me pondré muy nervioso.


Llegaré a imaginar una infinidad de posibilidades, de cosas que podrían pasar, de lo que él podría decir, de lo que yo le respondería, sus gestos, mis gestos, incluso podría llegar a imaginarme no sudando, aunque eso sí que es imposible. Me pasarán por la cabeza todas las formas que puede tener para decirme que sí, y también todas aquellas con las que rechazarme. Curiosamente, todas ellas me gustan. Tal vez sea por el hecho de que en todas ellas él se entera de lo que siento. No podría imaginar una situación en la que no se lo dijera.


Y no me hace falta imaginarlo, básicamente porque es lo que va a pasar. Por eso prefiero crear mi conjunto de posibilidades, como universos paralelos, algunos muy parecidos, otros radicalmente distintos, pero en todos ellos lo confieso. Algo totalmente diferente de la realidad. A veces la realidad duele, y hay que afrontarla, no esquivarla.


Por suerte, como decía, yo me conozco, me conozco perfectamente, y sé que algunas cosas, como se van, vienen. Quiero decir, que esta sensación de querer hacer algo pero saber que no me voy a atrever no es eterna. Con un poco de música se me pasa, seguro. La música puede llegar a cambiar mucho mi estado de ánimo (al menos en apariencia). Aunque ahora, estando más bien tristón, mi cerebro tiende a poner canciones también tristes, canciones que yo ya sé que causan ciertas emociones en mí. Pero yo soy fuerte, resisto esa tentación y pongo música que me alegre.


Yo soy fuerte... Extraño, ¿verdad? Soy “fuerte” y aún así no me atrevo a soltar dos palabras, ya sean “te quiero”, “te amo”, “te adoro”, “te deseo”, “te necesito”... No soy capaz ni de articular dos sencillas palabras en su presencia, dos sencillas palabras que expresan tanto, dos sencillas palabras con las que todo mi mundo cambiaría, todo se reordenaría en torno a un único centro, en torno a él.


Tan sólo dos sencillas palabras, ¿no? Bien, pues hoy sí es el día.

Mario Cano Escribano
2º Bachillerato A
1º premio "menciones especiales"
Prosa poética.

miércoles, 18 de mayo de 2011

LA HISTORIA DE UN EXTRATERRESTRE

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Esta es la historia de un extraterrestre, con cuatro ojos, un cuerpo muy delgado, de una altura de aproximadamente dos metros. Solo tenía un pelo en todo el cuerpo, y ese pelo se encontraba en el centro de su cabeza, y lo tenía peinado hacia la derecha, en forma de puente. También tenía unas orejas muy pequeñas y unos dientes azules, pero perfectamente colocados, y su piel era de color verde. El extraterrestre se llamaba Xoch. Xoch vivía en un planeta parecido al nuestro, pero con mucho más color, más vivo, con animales extraños que se comunicaban con los extraterrestres, pero con una inteligencia mucho más baja. Era un mundo con edificios, fábricas, como ya he dicho antes, un mundo parecido al nuestro.
Xoch era una empresario y tenía una fábrica muy rica que realizaba una bebida muy conocida en aquel mundo. En su empresa se trabajaba con muchas máquinas, pero también con trabajadores. Cada día los visitaba para ver cómo estaban y cómo iba el trabajo. Y un día, estando allí una máquina explotó, eso fue como una erupción volcánica, todo se destrozó, y en ese mismo instante "todos los animales guardaron un extraño silencio", al igual que todos los extraterrestres. La fortuna quiso que no hubiera muertos.

Rubén Álvarez Higuera
2º ESO B
Accésit prosa categoría C

martes, 17 de mayo de 2011

LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE

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Esta historia ocurre en el planeta Tierra, en el año 3200 d.C. La raza humana estaba al borde de la extición. La Tierra estaba contaminada de basura y de una capa atmosférica de gases como el CO2. No había ninguna esperanza de vida. Solo pocas zonas del planeta estaban habitadas porque las demás estaban puestas en cuarentena. Todo esto se produjo por contaminar los ríos, el aire y gastar mucha energía. Todavía las personas tenían a sus animales queridos: gatos, perros, etc. Pero una noche, los gatos se puesieron a maullar y los perros a ladrar. Daba la sensación de que barruntaban algo. De repente ocurrió algo fantástico. "Aquello fue como una explosión: todos los animales guardaron de repente un extraño silencio"...Era una nave extraterrestre gigantesca. Se abrió una compuerta y salió una persona. Era extraterrestre, pero tenía los mismos rasgos de un ser humano. También hablaba en nuestro idioma porque nos habían estado observando. Dije que llevaría a los seres humanos a un planeta hermoso y limpio, y con aire fresco y alimentos. Les explicó que aquel planeta tenía las mismas características que el suyo, por eso evolucionaron igual que los seres humanos.

Daniel Reviejo Varas
2º ESO B
Accésit prosa categoría C

viernes, 13 de mayo de 2011

NO TIENE NOMBRE

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No sé cuánto tiempo llevo aquí. Los azulejos de la pared y del suelo ya me confunden, se juntan en mi cabeza hasta crear una extraña onda agónica. Me estoy volviendo loco, sobre todo por no saber nada de mí, ni de mi pasado. La cabeza me da vueltas, a veces me desmayo por la sed. Creo que podré aguantar varias horas, si no me han matado antes. No puedo salir de esta
especie de habitación blanca. Me he revisado los brazos, pero no tengo ningún signo. No sé cómo han hecho ellos para hacer que pierda la memoria. Espero recuperarla pronto. Lo que más me está angustiando es no poder saber nada. Dónde, cuándo, cómo y por qué son incógnitas abiertas para mí, y dudo que se cierren. Me he examinado mi ropaje, llevo una camisa blanca a rayas azules y unos pantalones de ejecutivo con unos zapatos elegantes. Por mi
aspecto puedo deducir que tal vez sea un empresario o un funcionario pero,
francamente, no puedo asegurar nada. Me empiezo a desesperar más e intento gritar pero, por más que grito, no me oye nadie. Me estoy intentando calmar, necesito estar tranquilo. Me gustaría saber quiénes son ellos y por qué yo. Me siento en el suelo, está frío y es brillante pero no es muy cómodo. Necesito pensar, no puedo. Me intento tumbar pero no logro acomodarme en el suelo blanco. Por fin me he tumbado, no consigo relajarme. Empiezo a cerrar los ojos y poco a poco me quedo dormido.¿Qué es esto? Creo que estoy soñando, he aparecido en un mundo surrealista. Parece que estoy en un campo, a lo lejos se ve una montaña y delante de mí se extiende un camino. Me voy adentrando en él. Camino muybien, me siento como si estuviera flotando. Cada vez me cuesta más caminarahora mi cuerpo se hace pesado. Me empieza a pesar el cuerpo casi no puedo
sostenerme. Empiezo a sudar, en cualquier momento me voy a caer al suelo.Ya casi no puedo respirar y me estoy cayendo. Me he dado un golpe contra el suelo, ya no puedo moverme. ¿Qué está pasando? Ahora no estoy en un sendero. Todo ha cambiado. He aparecido en medio de una calle. Estoy tumbado en la acera y no hago nada más que ver gente. Están caminando con prisa y nadie se detiene para ayudarme. Ahora sí me puedo mover. Me
incorporo ayudándome con los brazos para levantarme del suelo, pero junto a
mí hay un maletín elegante de piel marrón. Lo cojo, me examino y observo el lugar de arriba abajo. Estoy en una gran ciudad con mucha gente. Un reloj marca las diez de la mañana. Hay mucha gente moviéndose deprisa hacia puntos determinados y no se detienen. Supongo que se irán a trabajar. Oigovoces y sigo caminando por la ciudad. No sé hacia dónde voy pero, de repente,alguien me está tocando el hombro. Me doy la vuelta. Es una mujer morena
con el pelo recogido en un moño. Va vestida con una falda larga y negra ajustada que le marca su preciosa cadera. Lleva una blusa roja con un escote y unos tacones de aguja a juego con su blusa, que la hacen parecer aún más alta. Es preciosa. Si estoy soñando como creo, es lo único agradable que he visto hasta ahora en el sueño.
- ¿John?- no puedo creer que me esté hablando. Parece ser un avance, ahora sé cómo me llamo-. He hablado con Brian, parece que no lo va adejar.- Entonces tendremos que pasar a la siguiente fase. Con su confirmación ya tenemos vía libre- no puedo creer que esté hablando-.Ya sabes lo que viene ahora- no puedo controlar lo que digo, las palabras salen solas de mi boca, ahora más bien parece un recuerdo en vez de un sueño-. Tenemos que actuar ya.Es increíble. Tengo un sueño que se ha convertido en un recuerdo. Es como si hubiera retrocedido o avanzado en el tiempo. No encuentro explicación a eso.
- La siguiente fase es un poco arriesgada- me dice la chica.- Marie, ya no te puedes echar para atrás. Has tomado una decisión. En su momento pudiste elegir y elegiste el camino fácil y arriesgado. Ya te lo dejé muy claro: es dinero fácil si haces bien tu trabajo pero si no, te metes en un agujero del que nunca saldrás.- De acuerdo, lo haré.- No te he dado a elegir otra vez porque ya no tienes vuelta atrás. No puedo parar de hablar con la supuesta Marie, las palabra me salen solas. Sé lo que decir en cada momento pero no sé cuál es ese plan del que tanto hablo.
Se acaba el sueño o el recuerdo. Estoy despertando. He abierto los ojos súbitamente, noto que no estoy en el mismo sitio que cuando me quedé dormido. Ahora estoy sentado con la espalda apoyada en la pared. Está claro que ellos me han movido. Veo borroso pero poco a poco miro mejor. Empiezo a observar la habitación por si ha cambiado algo. Nada ha cambiado. Me fijo en el techo, hay un pequeño aparato negro. Me levanto sin dejar de observarlo, me voy acercando para poder distinguirlo con claridad. Lo observo detenidamente. Ya me he percatado de lo que es, una cámara. Ellos me observan. Ellos vigilan todos mis movimientos. El corazón me empieza a palpitar cada vez más fuerte.¿Y si éste era el plan? ¿Y si no existían ellos? Por mi mente, miles de preguntas me corroen. Cada vez que intento centrarme en una, surgen miles de preguntas más. No sé el porqué de nada, estoy confuso, aturdido. Incluso llego a pensar que estoy muerto. He pensado ya tantas cosas que alguna tendrá que ser cierta, a no ser que haya una explicación incomprensible. Probablemente nunca llegaré a saberlo. Si no estoy muerto prefiero estarlo. Seguramente lo que haya después de la muerte es mucho más grato que esto. Eso por supuesto. No puedo parar de pensar. Necesito respuestas pero no hallo ninguna. Parece ser que me llamo John. Tampoco puedo estar seguro. Tenía un plan entre manos y al parecer, o era algo brillante o algo catastrófico. Sólo me queda esperar…De repente oigo un sonido fuerte y estridente, como si estuvieran arrastrando algo de metal con mucho peso. Empiezo a dar vueltas, a intentar divisar algopero aquí dentro no se ve nada. Empiezo a gritar mientras albergo la esperanza de que alguien me oiga y me saque de aquí. Ya he olvidado la sedy el hambre. El ruido no cesa…de repente se para. Ha sido un alivio para mis oídos pero, ¿ahora qué? Oigo una extraña música, o un extraño sonido. No sé lo que es pero me gusta. Me hace sentirme bien, como si estuviera en otro mundo. Todos mis problemas se han calmado. Empiezo a recuperarme. La música no tiene ritmo pero me pongo a bailar. Cada paso que doy me siento mejor.
Esto sí que es el paraíso. De repente me desmayo y caigo contra el suelo.¿Qué es esto? Ya no estoy en el mismo lugar. Ahora la habitación es roja y estoy sentado en el aire. No puedo moverme, sólo puedo mover los ojos y no diviso gran cosa. Estoy sentado en la nada. Creo que ya me he vuelto lo suficientemente loco. Tengo la esperanza de que todo esto sea un sueño del que despertaré tarde o temprano y que todo volverá a la normalidad. Veo un efímero rayo de luz. Aparece y en una milésima de segundo desaparece. Cada
vez se deja ver más. Finalmente se ha transformado en algo extraño. No sé describir lo que ven mis ojos porque ha adoptado una forma desconocida en esta dimensión. No tiene color ni forma definidos. Y empiezo a oír la voz de eso. Creo que es uno de ellos.
- Estás solo. Absorbido por un mundo desconocido para ti. ¿Qué precio has de pagar para que vuelvas a tu realidad? Ahora estás en mi realidad. Os hemos estado observando, a toda la humanidad, a todo el planeta. Algunos pensabais que era así. Otros os creéis muy fuertes,pensáis que sois una raza suprema y con una inteligencia inmejorable. Pero verdaderamente sólo sois un parásito que hay que exterminar,para que dentro de cinco milenios no pase lo que tratamos de impedir. Te mostraré el futuro de la Humanidad…El ser extraño ha desaparecido y en su lugar surgen unas imágenes. En ellas veo al ser humano evolucionado dentro de cinco mil años. Hay mujeres,hombres y niños. No llevan ropa de tela, sino de un extraño material adaptable al cuerpo y están todos calvos. Están en otro planeta con armas inimaginables destrozando la población indígena. Llevan un aparato especial para respirar. Las imágenes cambian, pero la temática se vuelve a repetir en otro astro diferente. Es una guerra. Ahora lo entiendo, dentro de cinco milenios el serhumano destrozará el universo, se apoderará de él. Ahora recuerdo cuál era el plan del que hablaba con Marie: yo había inventado una nueva arma
de radiación del cuerpo negro, menos sofisticada que la que he visto en lasimágenes. Ese arma irá evolucionando junto con el ser humano, hastaque dentro de cinco mil años nosotros acabaremos con el universo. Si pudiera deshacer el plan lo cambiaría todo, jamás construiría ningún arma y nada hubiera ocurrido, el universo y la humanidad estarían a salvo. Vuelve a surgir la extraña forma.- Ya no estás solo…Ni lo estarás nunca. Volverás a tu lugar de origen, ahora eres inmortal. Te he dado este don porque tú eres el encargadode cambiar el futuro. A través del control mental que te hemos implantado controlaremos todo vuestro mundo y tarde o temprano, lo haremos con todos los seres humanos a través de ti. Has sido el
primero porque tú has sido quien ha condenado a la Humanidad…..
Lydia Estrella de Fuego 2º ESO A
1º PREMIO PROSA
Categoría C