miércoles, 19 de agosto de 2009

UN DÍA PERFECTO

(Procedencia de la imagen)

Qué largo puede hacerse un día: sobre todo cuando se espera algo y, al final, las esperanzas se frustran. O no. Melania G. Mazzucco aborda las 24 horas de un día de mayo en una Roma un poco sórdida y gris. Su novela, Un día perfecto, es una bofetada de realidad. Empieza por el final: una patrulla de la policía llega alrededor de medianoche a una casa ante la alerta de los vecinos: se han oído unos disparos. A partir de aquí, se retoma mediante un flashback el día contado hora a hora de una serie de personajes dispares que están relacionados entre sí: Antonio, que no ha superado que su mujer lo haya abandonado y la espía desde el coche; Emma, que intenta recomponer su vida con sus dos hijos, en un trabajo que le exprime hasta el último aliento y que apenas le da para sobrevivir. En el otro extremo, Maja, una rica y bella mujer casada con un político de renombre que verá, en un instante, su carrera hecha añicos; Zero, un joven anti-sistema que ¿reniega? de sus orígenes familiares : odia a su padre y ama a su madrastra; Shasa, un profesor de instituto que espera con ansia la llegada de su amante. Y después, los niños: Camilla, enamorada a sus siete años del gordito Kevin, el hijo del guardaespaldas, humillado cruelmente por sus compañeros de clase. Y Valentina, que escribe historias tremendas en clase de Literatura y tiene una negra visión de la existencia a sus 14 años. Asistimos a la rutina de los personajes y tenemos la sensación de estar sentados sobre un volcán del que no sabemos cuándo va a empezar a escupir lava. Conmueve especialmente el personaje de Emma, tan digna en su ropa barata y en su resolución de vivir; y los niños, a la vez inmersos y ajenos en una espiral de crueldad y violencia...


Y, al fondo, Roma, la ciudad por la que pasean sus miserias y sus esperanzas, la ciudad cuya esencia es permanecer, pese a todo, pese a ese aire enrarecido que la envuelve, como a Italia entera, y que la autora intenta ventilar. Qué libro tan estupendo me has regalado, querida Amparo. Ya me contarás qué tal Vita. De la autora he sabido que, a pesar de su juventud y de su visión nada idílica de Italia, ha sido premiada en varias ocasiones y es considerada una de las mejores plumas del país. Habrá que seguirle el rastro.


sábado, 15 de agosto de 2009

TITO ANDRÓNICO



Es digno de alabanza que al Alcalde de Madrid se le ocurran cosas que no vayan necesariamente en la línea de horadar calles ni de reconstruir la M-30. Lo digo por la rehabilitación, hace ya un par de años, del antiguo Matadero de Madrid, hoy reconvertido en un interesante espacio cultural muy diverso -existe un archivo de artistas madrileños menores de 35 años, por ejemplo,- en el que se alojan las llamadas Naves del Español. Si bien la acústica no es el fuerte – ahí está la técnica, echando un cable- la versatilidad del espacio es impresionante. Quien iba a pensar, en mi tierna infancia, que en esa plaza más bien feota a la que había que ir a coger el metro, rodeada de los vapores del río y de los aires del matadero –entonces, matadero de verdad- iba a acoger una de las salas más interesantes de Madrid en lo que a teatro se refiere.
Me gusta especialmente ir en verano. Éste ha tocado Tito Andrónico, el Shakespeare de encargo que el Festival de Mérida ha hecho a la compañía Animalario. Se anuncia como “una tragedia familiar que transcurre durante una cena que se convierte en un sanguinario y cruel festín de antropofagia, descuartizamientos y amputaciones, violación y asesinato”. Una lucha por el poder que empieza, curiosamente, con la renuncia al mismo por parte del protagonista, el viejo Andrónico, que ha dedicado su vida a matar en nombre de Roma y ahora vuelve a casa. No sé si es el Shakespeare más cruento, pero creo que una cosa que hace muy bien mi querido William es retratar las bajas pasiones y sus duras consecuencias. Hamlet tampoco se queda atrás en lo que a muertos se refiere, y no digamos Macbeth, magnífico retrato de la ambición ciega llevada a sus últimas consecuencias. El montaje de Animalario es curioso y ocurrente: los actores están permanentemente en escena; el escenario es circular y en ocasiones gira, justo después de tener lugar algún terrible hecho; algunos actores encarnan varios personajes y hay un violoncello y una trompeta (Aurora Arévalo y Raúl Miguel, respectivamente). El primer hecho a veces no ayuda a crear tensión dramática. A veces no sólo no importa que los que encarnan a los partidarios de Tamora, reina de los godos – Natalie Poza- se conviertan en la escena siguiente en la cohorte de Tito, sino que es un gran acierto. Así sucede en la escena de la cacería –la más intensa desde el punto de vista dramático- y en la solución que se le da a la puesta en escena del bosque. Otras no convence mucho. El público es colaborador y sabe que el teatro es todo mentira, pero en una obra así no se puede rebajar la tensión. Simplemente, porque dejas de creértelo. Tito- Alberto San Juan hace un gran esfuerzo por parecer un viejo soldado romano con miles de batallas a tus espaldas. Yo me lo empecé a creer después del descanso, cuando al fin parece tener sangre en las venas y reacciona ante las barbaridades a las que ha sido sometida su hija. Me gustó –por fin- cuando se enfrenta a Tamora y le hace creer que está loco. San Juan es un actor eficaz, que sin embargo , tiene a mi parecer un defectillo: emplea siempre el mismo tono en la declamación : lento, articulando mucho las sílabas y marcando las tónicas y a veces las pretónicas. (Ya me llamó la atención en Marat Sade). No sé, quizá es que al director le gusta. Creo que estuvieron mejor las actrices: Elizabeth Gelabert cono Lavinia, convincente en su tremendo dolor y Natalie Poza como la cruel Tamora. Tomás Pozzi, como emperador, nieto de Tito y no sé qué otro personaje más resulta a veces excesivo –qué manía con pensar que gritar y expresar es lo mismo, pero quizá es porque a veces no se le oía – y a veces convincente en la piel del que no se espera ni el cetro ni a la chica. El público aplaude mucho y es cierto que al final mejora bastante. Una compañía como Animalario sugiere, como poco, puestas en escena interesantes (Marat Sade me gustó mucho, y siempre lamenté no haber visto Urtain y La boda de Ana), pero en un embarque como éste hay aciertos y desaciertos. Me gusta la manera de enfocar los montajes, a la manera de los “laboratorios”de teatro. Uno tiene la sensación de asistir a verdaderas clases de teatralidad. Lo malo es que no siempre los componentes se ajustan a la demanda de los personajes. Veremos la próxima, amigos.

domingo, 9 de agosto de 2009

HARUKI MURAKAMI


Hace tiempo que mi querida Trapisonda me recomendó vivamente leer al escritor japonés Haruki Murakami. He empezado con una de sus últimas novelas, After dark, y como me supo a poco, leí después Kafka en la orilla. Si bien son muy interesantes las dos, con algunos puntos en común –el sueño como huida, jóvenes solitarios, el gusto por lo sobrenatural- es mucho más compleja e interesante la segunda.
Kafka Tamura se marcha de casa el día en que cumple quince años. Huye de un padre que le maldice con una profecía a lo Edipo ( matará a su padre y se acostará con su madre) y huye también de una vida insatisfecha, marcada por el abandono de su madre cuando sólo tenía cuatro años. Kafka (toma el nombre del famoso escritor, pues es un lector voraz) acaba en Takamatsu, una ciudad bastante alejada de Tokio donde encuentra el lugar que estaba buscando: la Biblioteca Kômura. Allí conoce a Ôshima, el singular bibliotecario, y la señora Saeki, la directora de la biblioteca, que vive arrastrando un hecho doloroso de su pasado. Paralela a la fuga de Kafka, se cuenta un episodio ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial en la que un grupo de 17 niños que buscaba setas en la montaña junto con su profesora caen misteriosamente desmayados sin causa aparente. Sólo uno de esos niños tuvo secuelas de aquel extraño episodio: su memoria se vació y vivió el resto de su vida como un discapacitado mental. Nakata, ese niño, tiene en el presente 60 años y su vida se va a cruzar extrañamente con la de Kafka, por diversos motivos. Hay varias perspectivas en la novela: la de Kafka, que es el narrador de su viaje; la del muchacho llamado Cuervo, que es la conciencia del propio Kafka, que a veces narra en 2ª, y la de un narrador omnisciente que nos lleva por el viaje de Nakata. Sin ser nada novedoso, Murakami introduce otros discursos como la entrevista, el informe policial y la epístola. Muy particular es este universo de Murakami: gatos que hablan, lluvias de sanguijuelas, maldiciones familiares, viajes astrales, jazz...


En After Dark el autor opta por una narración de los hechos hora a hora. En este caso la protagonista es también una joven lectora, Mari, que pasa la noche leyendo en un restaurante porque ha perdido el tren de vuelta a casa. Se encuentra con alguien a quien vio una vez, Takasaki, un joven músico que estaba interesado en Eri, la hermana de Mari, muchacha guapísima y modelo profesional. Mari se va a ver involucrada en un desagradable suceso merced a sus conocimientos de chino: una prostituta ha sido golpeada y robada y sólo ella puede sacarle alguna información. Mientras todo esto sucede, Eri duerme. Duerme profundamente. Aunque está dormida, se verá en una situación angustiosa e incomprensible.
En las novelas de Murakami, como en las de Paul Auster, la casualidad y el azar son factores vitales muy importantes. ¿Por qué esa ciudad y no otra? ¿Por qué ese momento y no otro? Los objetos también cobran gran importancia. Absorben la esencia de sus dueños y son testigos de diferentes épocas, incluso de diferentes realidades. En Kafka en la orilla existe un universo paralelo al que vivimos. Yo eso ya lo sabía, porque llevo muchos años leyendo a Juan José Millás. También sabía que el azar es caprichoso. Por eso, querido Cristian, tú y yo estábamos el mismo día y a la misma hora en esa área de servicio de Óbidos, uno de estos días del mes de julio. Puro azar.