miércoles, 22 de diciembre de 2010

COSAS MARAVILLOSAS


(Procedencia de la imagen)

OZYMANDIAS
Encontré un viajero de comarcas remotas,
que me dijo: "Dos piernas de granito, sin trono,
yacen en el desierto. Cerca, en la arena, rotas,
las facciones de un rostro duermen...El ceño bronco,
el labio contraído por el desdén, el gesto
imperativo y tenso, del escultor conservan
la penetrante fuerza que al esculpir ha puesto
en su mano la burla que preservan.
Estas palabras solas el pedestal conmina:
"Me llamo Ozymandias, rey de reyes. ¡Aprende
en mi obra, oh poderoso, y al verlo desespera1"
Nada más permanece. Y en torno a la ruina
del colosal naufragio, sin límites se extiende
la arena lisa y sola que en el principio era"


En estos días de frío, lluvia, nieve, evaluaciones, entrega de notas, amén de festejos navideños, hemos tenido hoy la oportunidad de visitar (aprovecho para agradecer a mi compañera Noelia todo el trabajo que ha realizado para preparar esta salida para los cursos de 2º de ESO)  tierras más cálidas  y paisajes repletos de aventuras a través de la exposición sobre  Tutankamon que hasta el día 16 de enero pasa por  Madrid. Yo no puedo concebir que exista alguien que nunca, en ningún momento de su vida, haya experimentado una mínima curiosidad, (fascinación lo llamo yo) por la historia o por la cultura y el arte egipcios. En este caso, aunque la exposición gira  en torno a la tumba de Tutankhamón y sus tesoros, nos abre una ventanita por la que atisbar la majestuosidad y la grandeza de esta civilización. Y no solo por cómo nos deslumbran los oros, los sarcófagos, las máscaras funerarias  y los ajuares de un rey menor; también emociona encontrar esos objetos que tanto apreciamos si nos faltan en el día a día: un peinecillo, el juguete de un niño, nuestro perfume favorito, la caja en la que guardamos los tesoros de la infancia...Nos ponemos en la piel de Howard Carter, el descubridor de la tumba,  atisbando el interior desde un agujero practicado en la piedra que sellaba la entrada, a la luz de una vela, y entendemos eso que contestó a Lord Carnavon cuando este le preguntó qué veía: "Cosas maravillosas".
Y, como barremos para casa, no podemos evitar acordarnos de algunas lecturas, también maravillosas, que nos trasladan a Egipto como, Sinuhé el egipcio, la hermosa historia del médico de Akenatón, Sinuhé, que me despertó la curiosidad por este mundo mágico y sugerente hace ya muchos años (muy recomendable para mis jóvenes lectoras del pasillo de la planta baja). También sobre el Antiguo Egipto, aunque desde otra perspectiva, gira la trama de la novela de Maria Gripe Los escarabajos vuelan al atardecer, que suele gustar al alumnado por las dosis de intriga, misterio, amor y enigmas que la autora sueca maneja con acierto. En nuestra biblioteca cañadiense también tenemos, especialmente para los más jóvenes, La herencia del rey Escorpión, de Manuel Alfonseca, que cuenta cómo Mani, un niño hijo de campesinos que vive junto al Nilo, ve cómo su vida sufre un cambio radical tras encontrar un escorpión en el desierto  y conocer a un hombre sabio, Hor-Hotep. Y ya que estamos en Egipto, no quiero dejar de citar a Naguib Mafuz, Premio Nobel de Literatura, autor queridísimo para mí, que ha sido capaz de meter toda la historia  -y la intrahistoria, que diría Unamuno- de Egipto, del Antiguo y del Moderno, en sus numerosísimas novelas, de las que destacaría la famosa Trilogía de El Cairo, El callejón de los milagros, Hijos de nuestro barrio o La maldición de Ra. ¡Cosas maravillosas!

Quiero, además, enviar mis mejores deseos para los visitantes y amigos de este blog. ¡Que paséis unas estupendas vacaciones!

¡¡FELIZ NAVIDAD!!

P.S. No te pierdas la estupenda entrada que ha hecho LolaMu sobre LA MÚSICA DE LOS FARAONES


 (Crédito de la imagen)

viernes, 17 de diciembre de 2010

CASIDA DE LA MUJER TENDIDA: HOMENAJE A LA GENERACIÓN DEL 27


Otro año más, Toni Solano nos propone que recordemos que en estos días 16 y 17 de diciembre, hace 83 años, un grupo de poetas  a los que conocemos como Generación del 27 se reunió en el Ateneo de Sevilla para celebrar el tercer centenario de la muerte de otro, el cordobés Luis de Góngora. El promotor de esta celebración fue Ignacio Sánchez Mejías, mecenas del grupo, torero, dramaturgo y tristemente protagonista de una de las más bellas elegías de nuestra literatura, Llanto por la  muerte de Ignacio Sánchez Mejías. Yo quiero recordarlo con un poema del Diván del Tamarit, obra que refleja el interés de Lorca por las formas poéticas de la poesía arábigo-andaluza. (Y para rematar la faena, la versión musical que otro granaíno ilustre, Carlos Cano, hizo del poema).



CASIDA DE LA MUJER TENDIDA

Verte desnuda es recordar la Tierra.
La Tierra lisa, limpia de caballos.
La Tierra sin un junco, forma pura
cerrada al porvenir: confín de plata.

Verte desnuda es comprender el ansia
de la lluvia que busca débil talle
o la fiebre del mar de inmenso rostro
sin encontrar la luz de su mejilla.

La sangre sonará por las alcobas
y vendrá con espada fulgurante,
pero tú no sabrás dónde se ocultan
el corazón de sapo o la violeta.

Tu vientre es una lucha de raíces,
tus labios son un alba sin contorno,
bajo las rosas tibias de la cama
los muertos gimen esperando turno.





martes, 14 de diciembre de 2010

CUANDO YO ME MUERA...



MEMENTO
(Caña y soleá de Triana)

Cuando yo me muera,
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.

Cuando yo me muera,
entre los naranjos
y la hierbabuena.

Cuando yo me muera,
enterradme si queréis
en una veleta.

¡Cuando yo me muera!




Enrique Morente - Crisol


(Decía Morente aquí que Lorca le llevó a la poesía cuando era semianalfabeto. Yo, semianalfabeta del flamenco, llegué a éste gracias a Morente.)

lunes, 13 de diciembre de 2010

EL VIAJE AMERICANO



Vamos a subirnos a un barco, el Dux, un transatlántico que cubre el trayecto entre Le Havre y Nueva York. Estamos en la década de los años 30 del siglo XX, en los años en que el cine hacía el fantástico viaje del mudo al sonoro. Un grupo de españoles (gente de la farándula y del espectáculo) viaja en él, y el camarero José Carril es el encargado de atender al grupo a lo largo de la travesía. En él se encuentra la bella actriz Margarita Castellanos, de la que José se enamora nada más verla, hasta el punto de abandonar su trabajo en el Dux y seguirla. Pero cuando llegan a tierra, la cosa cambia: los besos de Margarita se han vuelto fríos y no quiere saber nada del “camarerito español”. Así que le deja plantado en la estación y coge su tren a Los Ángeles como tenía previsto. José no se rinde y la sigue. Por una serie de circunstancias- ah, el azar, siempre el azar- José pasa de soñar una vida junto a Margarita a vagabundear por la ciudad,  y a dar después con sus huesos en la cárcel. Allí conoce a un cazatalentos llamado Tom, quien le toma por uno de los cientos de chicos que llegan a Los Ángeles con un sueño bajo el brazo: el de triunfar en el cine. Cuando le sueltan, José lo tiene claro. Busca un estudio, una larga fila de hombres en busca de empleo y un trabajo que le permita sobrevivir (soldado de La Unión en un western, seis dólares). Es el primer paso para una inesperada carrera hacia la fama, con luces y sombras, como el de toda estrella que se precie (y hasta aquí cuento...). Este es el argumento de El viaje americano (SM, 1998), de Ignacio Martínez de Pisón quien ha recurrido a una interesante bibliografía para documentarse sobre esta época tan fascinante del cine, cuando en Hollywood se hacían las llamadas "versiones" de las películas rodadas en inglés, justo antes de la llegada del doblaje. Allí trabajaba una colonia española, formada por actores, actrices, directores, representantes... cuya vida se recrea a partir de ese hilo conductor  que es el amor de José por Margarita y su inesperada carrera como actor.
También algunos de nuestros escritores como Edgar Neville, Jardiel Poncela o Blasco Ibáñez cruzaron el charco, en diferentes momentos, para trabajar como guionistas en Hollywood, en productoras como la Fox o la Metro. El propio Neville, y hasta Charles Chaplin, aparecen como personajes secundarios en la historia de Pisón. El protagonista, José Carril, protagoniza otra novela, Una guerra africana (2000) –que aún no he leído- esta vez con  el Desastre de Annual como fondo: Carril quiere escapar de su pueblo y se enrola como voluntario para ir a África, a la guerra. (Quizá aquí sepamos cómo acabó de camarero en el Dux).
No puedo acabar esta entrada sin citar otra novela de Martínez de Pisón que he leído en alguna ocasión - de esto hace ya algunos años- con alumnos de 3º ó 4º de ESO: Carreteras secundarias (1996). En ella se cuenta la difícil relación entre un chico, Felipe, y su padre, quienes viven en continua mudanza, alquilando apartamentos de playa durante el invierno, y viajando de acá para allá por esas carreteras de la España de los 70. El propio Pisón, que también es guionista, la adaptó para el cine, y Emilio Martínez Lázaro nos ofreció una bellísima versión de la novela.

sábado, 4 de diciembre de 2010

DICIEMBRE




DICIEMBRE

Diciembre vino silenciosamente,
estirando las noches hasta casi
juntarlas:
el alba a pocas horas de distancia
del crepúsculo lleno de tristeza,
y un mediodía sin sol,
un mediodía
de pájaros ocultos y apagados
ruidos,
con bajas nubes grises recibiendo
el sucio impacto de las chimeneas.

Diciembre vino así, como lo cuento
aquel año de gracia del que hablo,
el año aquel de gracia y sueño, leve
soplo de luces y de días,
encrucijada luminosa
de lunas hondas y de estrellas altas,
de mañanas de sol, de tardes tibias
que por el aire se sucedían lentas
como globos brillantes y solemnes.

Pero diciembre vino de ese modo
y cubrió todo aquello de ceniza:
lluvia turbia y menuda,
niebla densa,
opaca luz borrando los perfiles,
espeso frío tenaz que vaciaba
las calles de muchachas
y de música,
que asesinaba pájaros y mármoles
en la ciudad sin hojas del invierno.

Pájaros muertos, barro, nieve sucia,
lanzó diciembre sobre el año, y todos
abandonamos en silencio
su ámbito feliz, pisando indiferentes
los restos consumidos de sus cosas,
el envoltorio de sus alegrías,
dejándolo cubierto de papeles
y rotas luces,
oquedad sumergida
en decepción y desfallecimiento,
como la sala de un teatro, cuando
el telón cae, finalizando el drama.

De esa forma dejamos aquel año,
sórdido
recinto
manchado de recuerdos derribados
y deseos oscuros
y nostalgia
-y por qué no también remordimiento-
sin mirar para atrás,

sin querer enterarnos
de su agonía lívida a las puertas de enero.

ÁNGEL GONZÁLEZ

Sin esperanza, con convencimiento