DIÁLOGO ENTRE BABIECA
Y ROCINANTE
Soneto
B. ¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
R. Porque nunca se come, y se trabaja.
B. Pues ¿qué es de la cebada y de la paja?
R. No me deja mi amo ni un bocado.
B. Andá, señor, que estáis muy mal criado,
pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
R. Asno se es de la cuna a la mortaja.
¿Queréislo ver? Miraldo enamorado.
B. ¿Es necedad amar?
R. No es gran prudencia.
B. Metafísico estáis.
R. Es que no como.
B. Quejaos del escudero.
R. No es bastante.
¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,
si el amo y escudero o mayordomo
son tan rocines como Rocinante?
Fieles a ese espíritu que a veces nos posee de vocación de "calendario zaragozano", y con motivo del Día internacional para la erradicación de la pobreza, me he permitido elaborar esta personal antología de textos literarios que reflejan algo que no hace falta ir a buscar a remotos países. La tenemos aquí, instalada entre nosotros, implacable como una madrastra de cuento y acechante como el aliento de los lobos. Vivimos en una sociedad cada vez más empobrecida, más encogida, más triste. "Arrimar el hombro", "apretarse el cinturón", son frases huecas que deben de chirriar en el oído del que ahora ya no puede ir al dentista, o del que ha tenido que pedir prestado para comprarse una lavadora, o de aquel que ha tenido que decirle al niño que este año no le puede pagar la matrícula de la facultad, o del funcionarioque decide que va al trabajo con 39º de fiebre porque no puede permitirse el lujo de ponerse malo. Eso por no hablar del que espera a las diez de la noche para asaltar los contenedores del hipermercado o hace cola diariamente en un comedor social para echarse algo caliente entre pecho y espalda.