miércoles, 25 de noviembre de 2009

CONTRA LA VIOLENCIA DOMÉSTICA

(procedencia de la imagen)


"Y, según yo he oído decir, el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario, y no forzoso . Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien? Si no, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades? Cuanto más, que habéis de considerar que yo no escogí la hermosura que tengo, que tal cual es el cielo me la dio de gracia, sin yo pedilla ni escogella. Y así como la víbora no merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela dado naturaleza, tampoco yo merezco ser reprehendida por ser hermosa , que la hermosura en la mujer honesta es como el fuego apartado o como la espada aguda, que ni él quema ni ella corta a quien a ellos no se acerca. La honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe de parecer hermoso. Pues si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y al alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquel que, por solo su gusto, con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda? Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos : los árboles destas montañas son mi compañía; las claras aguas destos arroyos, mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos . A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras; y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna a Grisóstomo, ni a otro alguno el fin de ninguno dellos , bien se puede decir que antes le mató su porfía que mi crueldad. Y si se me hace cargo que eran honestos sus pensamientos y que por esto estaba obligada a corresponder a ellos, digo que cuando en ese mismo lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él, con todo este desengaño, quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino ? Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi mejor intención y prosupuesto. Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido: ¡mirad ahora si será razón que de su pena se me dé a mí la culpa! Quéjese el engañado, desespérese aquel a quien le faltaron las prometidas esperanzas, confíese el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito. El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que tengo de amar por elección es escusado- Este general desengaño sirva a cada uno de los que me solicitan de su particular provecho; y entiéndase de aquí adelante que si alguno por mí muriere, no muere de celoso ni desdichado, porque quien a nadie quiere a ninguno debe dar celos, que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes. El que me llama fiera y basilisco déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera. Que si a Grisóstomo mató su impaciencia y arrojado deseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de los árboles, ¿por qué ha de querer que la pierda el que quiere que la tenga con los hombres? Yo, como sabéis, tengo riquezas propias, y no codicio las ajenas; tengo libre condición, y no gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie; no engaño a este ni solicito aquel; ni burlo con uno ni me entretengo con el otro. La conversación honesta de las zagalas destas aldeas y el cuidado de mis cabras me entretiene. Tienen mis deseos por término estas montañas, y si de aquí salen es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma a su morada primera."


Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, cap. XIV, I Centro virtual Cervantes

martes, 17 de noviembre de 2009

AB MÚSICA Y MÁS (Y MÁS...)

(fotografía de Zen)

Queridos cañadienses y visitantes de todas partes del planeta:

Por fin, por fin, podemos decir que además de la letra que humildemente aportaba este rinconcito de la blogosfera, La Cañada ya tiene música. Sí, sí, música y muchas más historias pensadas para hacernos pasar un buen rato y descubrirnos cosas nuevas. Ha nacido AB MÚSICA Y MÁS, el blog de Lola del Corral, nuestra compañera que se encuentra en un año de fecundo retiro en su Arcadia feliz. Os invito a que os deis un paseíto por un blog que os va a sorprender y del que vamos a aprender muchas cosas (¿Creías que lo sabíais todo sobre Luna nueva? Pues no os perdáis la entrada Luna nueva, claro de luna)


Además, por si acaso no os habíais enterado, este curso hemos asistido a una resurrección: el profesor Claudino, al frente de nuestra biblioteca, ha recuperado La Bengala, la revista del instituto. (Con solera, de cuando había COU y todo) ¿Todavía no te has apuntado? ¿A qué esperas?


Estamos en plena ebullición. Los grupos de trabajo echan humo: Pizarra Digital, Taller de Encuadernación y Portfolio europeo de las Lenguas están en plena tormenta de ideas. (¿No notáis las ojeras?) y, aunque sexenios mandan, nosotros también tenemos muchas ganas de aprender.


Tantas como los alumnos que seguro que se van a presentar al concurso ES DE LIBRO que convoca CEDRO: una excelente oportunidad para llevar a cabo un proyecto de investigación sobre un tema de tu interés. Como poco, es también una excelente herramienta para elaborar trabajos originales haciendo un uso correcto de otras fuentes de información. Pásate por este enlace y échale un vistazo a los trabajos ganadores de otras convocatorias: seguro que tienes alguna idea feliz...

martes, 10 de noviembre de 2009

¡ÁBRETE, SÉSAMO!

(procedencia de la imagen)


Ahora que tanto se habla de globalización, el mundo lleva globalizado al menos 40 años, que son los mismos que cumple Barrio Sésamo (Sesame Street). Los que ya hemos pasado "un poco" de largo por la treintena, y los que han venido después, aquí, en España, y en el mundo entero, (sin olvidar que los EEUU son su cuna, claro), hemos merendado al ritmo de "Arriba, abajo, derecha, izquierda" ; hemos visto los delirios del conde Draco contando murciélagos; Epi y Blas nos han acompañado tanto como el compañero de pupitre, y no nos daban miedo los monstruos porque compartían con nosotros devoción por las galletas. Los primeros regalos para mis hijos fueron un Epi (enorme) y un Blas (también enorme) que adoran. Ellos han visto Lunnis, Teletabis y otros seres semejantes; también pudieron ver Barrio Sésamo porque compré una colección de quiosco que he visto -sobre todo con el mayor- muchísimas veces. Les pregunto a ellos; le pregunto a la niña que fui/soy y no hay duda: Sesame Strees is the best! (Aún recuerdo con estupor aquella noticia escalofriante: resulta que lo que veíamos los niños de los 70 hoy se considera contenido sólo apto para adultos...
Pues, nada, un rendido homenaje a esos personajes políticamente incorrectos, en especial a:



-Epi y Blas

-El patito de goma de Epi


-Gustavo, el reportero más dicharachero de Barrio Sésamo


-El Conde Draco y su obsesión por contar las cosas


-La gallina Caponata ( estupenda Enma Cohen)


-Chema, el panadero (desgraciadamente, falleció hace poco)


-El señor Julián


-El caracol Perezgil


-Coco (¡Supeeeeeercoco!)


-Espinete


-Roberto y Ruth (Gabriel, excelente actriz e hija de la escritora Ana Rosetti)


-El mostruo de las galletas


-Elmo


-Óscar el gruñón




sábado, 7 de noviembre de 2009

DON CARLOS, DE FRIEDRICH SCHILLER



Había una vez un rey muy poderoso que tenía un hijo. La madre murió a los pocos días de nacer y el niño se crió, digamoslo así, de mano en mano. Su padre no le hacía mucho caso, pues estaba muy ocupado en dirigir un imperio, y él se sentía solo, muy solo. Además, tenía muy mala salud, y, para rematar la faena, se dio un golpe en la cabeza, que le dejó bastante tocado. Cuando creció, el niño demostró ambiciones de mando y pidió a su padre que le dejara al frente del ejército que iba a sofocar las rebeliones de cierto lugar al norte de su reino. Pero su padre no quiso, prefirió mandar a un hombre de confianza y, además, decidió que su hijo debía estar encerrado, pues demostraba ciertos brotes de rebeldía que no le beneficiaban. El joven, además, tenía otro motivo para estar enfrentado a su padre: su tercera esposa, y por tanto su madrastra, había sido antes su prometida. Cosas que pasan: la que iba a ser esposa del hijo pasó a ser esposa del padre. El príncipe muere en circunstancias poco claras.

Semejante material, ¿cómo no iba a ser inspiración para un escritor romántico? Pues eso debió de pensar
Schiller: la historia del príncipe Carlos, el primogénito de Felipe II, lo tenía todo. Carlos encarna al rebelde con causa enfrentado a un padre poderoso y autoritario, y Schiller entendía el teatro como una manera de enfrentarse a los problemas desde la rebeldía y la protesta, al menos en su época del Sturm und Drang. Con Don Carlos recurre por primera vez a la historia como materia dramática, y es también la obra que marca una nueva tendencia en su carrera: su teatro es ahora una herramienta pedagógica y estética de primer orden. Schiller es autor también, entre otras, de Los bandidos, y de Guillermo Tell, y, además de dramaturgo, fue poeta, historiador y filósofo. Fue el gran amigo de otra gloria de las letras alemanas, Goethe. Al dúo se unió Beethoven, a raíz de la admiración que sentía por el autor de Wherter y, aunque la amistad con Schiller fue más distante, Beethoven utilizó la Oda a la alegría de Schiller como letra del coro del cuarto movimiento de su famosa Novena Sinfonía.

El montaje de Don Carlos que se representa hasta mañana en el teatro Valle-Inclán de Madrid corre a cargo de
Calixto Bieito, el controvertido director de escena, premiado y cuestionado casi a la par (acaba de recibir el Premio de Cultura europeo 2009 y sus obras cosechan críticas excelentes en los teatros europeos).

Bieito recurre a un gran invernadero -al parecer, Felipe II cultivaba hortalizas por temor a ser envenenado- que acaba destrozado y con cadáveres aflorando a la superficie. Resulta curioso que las mujeres llevan unos preciosos trajes de época y los hombres no: desde el atuendo hiphopero del príncipe, pasando por el traje de señor serio del Duque de Alba y acabando en el atuendo informal pero discreto del rey (tanto, que mi tocaya y compañera me ha cotilleado que un amiga suya vio a Carlos Hipólito, el actor que encarba a Felipe II, con el mismo o un muy parecido atuendo comprando en el Mercadona ...). Por otra parte, la música tiene un papel importante: impresionante la intervención casi constante de la mezzo y del barítono-Duque; un poco con alfileres la inclusión del Sympathy for the devil, de los Rolling...

Tenía ganas de ver una puesta en escena de Bieito: casi todos sus montajes (no sólo teatrales, sobre todo operísticos) dan mucho que hablar, y le premian tanto como le critican. A mí lo cierto es que me dejó cierta sensación de tibieza: la puesta en escena es espectacular, pero a los actores parece que les falta ensayo. A Poza costaba seguirle porque iba bastante deprisa y la reina, a veces, resultaba sobreactuada. El príncipe que yo vi ( a Rubén Ochandiano le han sustituido varias veces) también era raudo y veloz en su declamación , y no siempre me lo creí. Sólo el rey -Carlos Hipólito- y el Gran Inquisidor -Mingo Ràfols- consiguieron hacerme sentir- sobre todo al final- que estaba en esa España negra que cerraba fronteras a la libertad de pensamiento y engrosaba el Índice de Libros prohibidos con El Lazarillo. (Es curioso que hace 30 años, Carlos Hipólito interpretó el papel de Don Carlos en una puesta en escena de José Carlos Plaza, en el Teatro de la Comedia de Madrid)

También resultaba difícil en ocasiones concentrarse en los diálogos, pues los personajes que en ese momento no hablaban discurrían por la escena realizando actividades diversas: la reina, el pino-puente; la Duquesa de Alba paseaba con la infantita, y los dos muertos -chico y chica- brotaban de la tierra...

Cabría preguntarse por qué se considera a un director, o a un montaje, transgresor o no. También si, a priori, este hecho le quita o le añade valor al propio montaje. Yo creo que no: ni vestir a los personajes de época asegura que el espectador vaya a participar del "espíritu" de la obra ni vestirlos de traje de chaqueta o descontextualizar la puesta en escena es en sí mismo un acto de extravagancia: depende. La puesta en escena de Gerardo Vera de
El rey Lear, que este mismo teatro ofreció hace un par de temporada mostraba a una corte vestida de traje de chaqueta , y fue emocinante y convincente: supo sacar la esencia de Shakespeare. A veces el exceso de metáforas y simbolismo -vuelvo a Bieito- descoloca al espectador, que no llega a ver todos los cuadros que tienen lugar a la vez porque sólo tiene dos ojos, y que se siente un poco tonto porque hasta que no lee el programa de mano y le explican el porqué de esto y de lo otro no entiende gran parte de la puesta en escena. En fin, algo tendrá el agua cuando la bendicen...

martes, 3 de noviembre de 2009

103 AÑOS DE FRANCISCO AYALA


Estaba claro que la muerte de Francisco Ayala estaba más cerca que lejos: a ver quién es el guapo que presume de tener 103 años ( a pocos meses de los 104) y mantener la cabeza en su sitio y la salud de hierro (bueno, sí, José Luis Sampedro está casi a la par de años y de lucidez). Hoy, día en que también despedimos a un actor legendario en nuestro país, José Luis López Vázquez (La cabina se contaba en el cole como una historia terrorífica al estilo de las leyendas urbanas), ha muerto el autor de Muertes de perro, el escritor centenario, y qué bien que llegó a ver el libro de Luis García Montero, otro granadino ilustre en esto de la literatura, Francisco Ayala, el escritor en su siglo y a festejar sus cien años. Autor de una extensa obra narrativa y ensayística, a mí me gusta especialmente el Ayala joven que escribe Cazador en el alba, en plena efervescencia de las vanguardias europeas: son cuentos que sorprenden por la explosión de metáforas e imagénes, y por la mezcla de modernidad y tradición ("La cabeza de medusa" es un buen ejemplo, o el cuento que da nombre a la colección). Es una joya también el elogio entusiasta que hace del cine en un ensayo que se inicia en 1929, El escritor y el cine y continúa en 1949 y 1987 (Aguilar, 1988). De sus colecciones de cuentos, me gusta especialmente La cabeza del cordero, con la Guerra Civil aún caliente en el estómago de los personajes que pululan por sus cinco cuentos. Siempre atento a las novedades y a la actualidad, era un amante de las nuevas tecnologías (decía que no concebía el mundo sin su "mac") y manifestó, en su discurso de agradecimiento al concedérsele el Premio Nacional de las Letras en 1998, que al intelectual no le cabía más actitud ante el mundo que nos había tocado vivir que una "muda perplejidad". Galardonado también con el Premio Cervantes en 1991, fue también Premio de la Crítica en 1972 por su novela El jardín de las delicias, Premio Nacional de Narrativa por Recuerdos y olvidos en 1983, miembro de la Real Academia de la Lengua desde ese mismo año y merecedor de prestigiosos galardones, así como varias veces candidato al Premio Nobel. Como tantos escritores españoles, hubo de exiliarse tras la Guerra Civil. Vivió en Argentina, en Puerto Rico, país en que fue profesor de la Universidad de Río Piedras (en la que también fue profesor el poeta Juan Ramón Jiménez) y de ahí marchó a Estados Unidos, donde también dio clase en prestigiosas universidades y escuelas. Menos mal, como dijo Blas de Otero, que me queda la palabra.

domingo, 1 de noviembre de 2009

PEDRO PÁRAMO


(Sin esperanza, Frida Kahlo)

Estoy acostada en la misma cama donde murió mi madre hace ya muchos años; sobre el mismo colchón; bajo la misma cobija de lana negra con la cual nos envolvíamos las dos para dormir. Entonces yo dormía su lado, en un lugarcito que ella me hacía debajo de sus brazos.
Creo sentir todavía el golpe pausado de su respiración; las palpitaciones y suspiros con que ella arrullaba mi sueño . . . Creo sentir la pena de su muerte . . . Pero esto es falso.
Estoy aquí, boca arriba, pensando en aquel tiempo para olvidar mi soledad. Porque no estoy acostada sólo por un rato. Y ni en la cama de mi madre, sino dentro de un cajón negro como el que se usa para enterrar a los muertos. Porque estoy muerta.
Siento el lugar en que estoy y pienso . . .
Pienso cuando maduraban los limones. En el viento de febrero que rompía los tallos de los helechos, antes que el abandono los secara; los limones maduros que llenaban son su olor el viejo patio.
El viento bajaba de las montañas en las mañanas de febrero. Y las nubes se quedaban allá arriba en espera de que el tiempo bueno las hiciera bajar al valle; mientras tanto dejaban vacío el cielo azul, dejaban que la luz cayera en el juego del viento haciendo círculos sobre la tierra, removiendo el polvo y batiendo las ramas de los naranjos.
Y los gorriones reían; picoteaban las hojas que el aire hacía caer, y reían; dejaban sus plumas entre las espinas de las ramas y perseguían a las mariposas y reían. Era esa época.
En febrero, cuando las mañanas estaban llenas de viento, de gorriones y de luz azul. Me acuerdo. Mi madre murió entonces.
Que yo debía haber gritado: que mis manos tenían que haberse hecho pedazos estrujando su desesperación. Así hubieras tú querido que fuera. ¿Pero acaso no era alegre aquella mañana? Por la puerta abierta entraba el aire, quebrando las guías de la yedra. En mis piernas comenzaba a crecer el vello entre las venas, y mis manos temblaban tibias al tocar mis senos. Los gorriones jugaban. En las lomas se mecían las espigas. Me dio lástima que ella ya no volviera a ver el juego del viento en los jazmines; que cerrara sus ojos a la luz de los días. ¿Pero por qué iba a llorar?
¿Te acuerdas, Justina? Acomodaste las sillas a lo largo del corredor para que la gente que viniera a verla esperara su turno. Estuvieron vacías. Y mi madre sola, en medio de los cirios; su cara pálida y sus dientes blancos asomándose apenitas entre sus labios morados, endurecidos por la amoratada muerte. Sus pestañas ya quietas; quieto ya su corazón. Tú y yo allí, rezando rezos interminables, sin que ella oyera nada sin que tú y yo oyéramos nada, todo perdido en la sonoridad del viento debajo de la noche. Planchaste su vestido negro, almidonando el cuello y el puño de sus mangas para que sus manos se vieran nuevas, cruzadas sobre su pecho muerto, su viejo pecho amoroso sobre el que dormí en un tiempo y que me dio de comer y que palpitó para arrullar mis sueños.
Nadie vino a verla. Así estuvo mejor. La muerte no se reparte como si fuera un bien. Nadie anda en busca de tristezas.
Tocaron la aldaba. Tú saliste.
-Ve tú -te dije-. Yo veo borrosa la cara de la gente. Y haz que se vayan. ¿Que vienen por el dinero de las misas gregorianas? Ella no dejó ningún dinero. Díselos, Justina. ¿Que no saldrá del purgatorio si no le rezan esas misas? ¿Quiénes son ellos para hacer la justicia, Justina? ¿Dices que estoy loca? Está bien.
-Y tus sillas se quedaron vacías hasta que fuimos a enterrarla con aquellos hombres alquilados, sudando por un peso ajeno, extraños a cualquier pena. Cerraron la sepultura con arena mojada; bajaron el cajón despacio, con la paciencia de su oficio, bajo el aire que les refrescaba su esfuerzo. Sus ojos fríos, indiferentes. Dijeron: "Es tanto." Y tú les pagaste, como quien compra una cosa desanudando tu pañuelo húmedo de lágrimas, exprimido y vuelto a exprimir y ahora guardando el dinero de los funerales. . .
Y cuando ellos se fueron, te arrodillaste en el lugar donde había quedado su cara y besaste la tierra y podrías haber abierto un agujero, si yo no te hubiera dicho: "Vámonos, Justina, ella está en otra parte, aquí no hay más que una cosa muerta."
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-¿Eres tú la que ha dicho todo eso, Dorotea?
-¿Quién, yo? Me quedé dormida un rato. ¿Te siguen asustando?
-Oí a alguien que hablaba. Una voz de mujer. Creí que eras tú.
-¿Voz de mujer? ¿Creíste que era yo? Ha de ser la que habla sola. La de la sepultura grande. Doña Susanita. Está aquí enterrada a nuestro lado. Le ha de haber llegado la humedad y estará removiéndose entre el sueño.
-¿Y quién es ella?
-La última esposa de Pedro Páramo. Unos dicen que estaba loca. Otros, que no. La verdad es que ya hablaba sola desde en vida.
-Debe haber muerto hace mucho.
-¡Uh, sí! Hace mucho. ¿Qué le oíste decir?
-Algo acerca de su madre.
-Pero si ella ni madre tuvo . . .
-Pues de eso hablaba.
-. . . O, al menos, no la trajo cuando vino. Pero espérate. Ahora recuerdo que ella nació aquí, y que ya de añejita desaparecieron. Y sí, su madre murió de la tisis. Era una señora muy rara que siempre estuvo enferma y no visitaba a nadie.
-Eso dice ella. Que nadie había ido a ver a su madre cuando murió.



Pedro Páramo es la única novela del autor mexicano Juan Rulfo. Se publicó en 1955 y trata del viaje que Juan Preciado hace a Comala en busca de su padre, Pedro Páramo. La novela tiene una original estructura narrativa en la que se superponen tiempos y voces diferentes, y se encuadra dentro del llamado realismo mágico: los habitantes de Comala están muertos, pero esto no es un hecho extraordinario; quizá lo extraordinario es haber vivido... Juan Rulfo es también autor del libro de cuentos El llano en llamas y, a pesar de su corta obra, tiene un puesto muy destacado en la literatura universal del siglo XX. También lo tiene la celebración mexicana del Día de Muertos. Tanto que, en el año 2003 la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad.