Había una vez un rey muy poderoso que tenía un hijo. La madre murió a los pocos días de nacer y el niño se crió, digamoslo así, de mano en mano. Su padre no le hacía mucho caso, pues estaba muy ocupado en dirigir un imperio, y él se sentía solo, muy solo. Además, tenía muy mala salud, y, para rematar la faena, se dio un golpe en la cabeza, que le dejó bastante tocado. Cuando creció, el niño demostró ambiciones de mando y pidió a su padre que le dejara al frente del ejército que iba a sofocar las rebeliones de cierto lugar al norte de su reino. Pero su padre no quiso, prefirió mandar a un hombre de confianza y, además, decidió que su hijo debía estar encerrado, pues demostraba ciertos brotes de rebeldía que no le beneficiaban. El joven, además, tenía otro motivo para estar enfrentado a su padre: su tercera esposa, y por tanto su madrastra, había sido antes su prometida. Cosas que pasan: la que iba a ser esposa del hijo pasó a ser esposa del padre. El príncipe muere en circunstancias poco claras.
Semejante material, ¿cómo no iba a ser inspiración para un escritor romántico? Pues eso debió de pensar Schiller: la historia del príncipe Carlos, el primogénito de Felipe II, lo tenía todo. Carlos encarna al rebelde con causa enfrentado a un padre poderoso y autoritario, y Schiller entendía el teatro como una manera de enfrentarse a los problemas desde la rebeldía y la protesta, al menos en su época del Sturm und Drang. Con Don Carlos recurre por primera vez a la historia como materia dramática, y es también la obra que marca una nueva tendencia en su carrera: su teatro es ahora una herramienta pedagógica y estética de primer orden. Schiller es autor también, entre otras, de Los bandidos, y de Guillermo Tell, y, además de dramaturgo, fue poeta, historiador y filósofo. Fue el gran amigo de otra gloria de las letras alemanas, Goethe. Al dúo se unió Beethoven, a raíz de la admiración que sentía por el autor de Wherter y, aunque la amistad con Schiller fue más distante, Beethoven utilizó la Oda a la alegría de Schiller como letra del coro del cuarto movimiento de su famosa Novena Sinfonía.
El montaje de Don Carlos que se representa hasta mañana en el teatro Valle-Inclán de Madrid corre a cargo de Calixto Bieito, el controvertido director de escena, premiado y cuestionado casi a la par (acaba de recibir el Premio de Cultura europeo 2009 y sus obras cosechan críticas excelentes en los teatros europeos).
Bieito recurre a un gran invernadero -al parecer, Felipe II cultivaba hortalizas por temor a ser envenenado- que acaba destrozado y con cadáveres aflorando a la superficie. Resulta curioso que las mujeres llevan unos preciosos trajes de época y los hombres no: desde el atuendo hiphopero del príncipe, pasando por el traje de señor serio del Duque de Alba y acabando en el atuendo informal pero discreto del rey (tanto, que mi tocaya y compañera me ha cotilleado que un amiga suya vio a Carlos Hipólito, el actor que encarba a Felipe II, con el mismo o un muy parecido atuendo comprando en el Mercadona ...). Por otra parte, la música tiene un papel importante: impresionante la intervención casi constante de la mezzo y del barítono-Duque; un poco con alfileres la inclusión del Sympathy for the devil, de los Rolling...
Tenía ganas de ver una puesta en escena de Bieito: casi todos sus montajes (no sólo teatrales, sobre todo operísticos) dan mucho que hablar, y le premian tanto como le critican. A mí lo cierto es que me dejó cierta sensación de tibieza: la puesta en escena es espectacular, pero a los actores parece que les falta ensayo. A Poza costaba seguirle porque iba bastante deprisa y la reina, a veces, resultaba sobreactuada. El príncipe que yo vi ( a Rubén Ochandiano le han sustituido varias veces) también era raudo y veloz en su declamación , y no siempre me lo creí. Sólo el rey -Carlos Hipólito- y el Gran Inquisidor -Mingo Ràfols- consiguieron hacerme sentir- sobre todo al final- que estaba en esa España negra que cerraba fronteras a la libertad de pensamiento y engrosaba el Índice de Libros prohibidos con El Lazarillo. (Es curioso que hace 30 años, Carlos Hipólito interpretó el papel de Don Carlos en una puesta en escena de José Carlos Plaza, en el Teatro de la Comedia de Madrid)
También resultaba difícil en ocasiones concentrarse en los diálogos, pues los personajes que en ese momento no hablaban discurrían por la escena realizando actividades diversas: la reina, el pino-puente; la Duquesa de Alba paseaba con la infantita, y los dos muertos -chico y chica- brotaban de la tierra...
Cabría preguntarse por qué se considera a un director, o a un montaje, transgresor o no. También si, a priori, este hecho le quita o le añade valor al propio montaje. Yo creo que no: ni vestir a los personajes de época asegura que el espectador vaya a participar del "espíritu" de la obra ni vestirlos de traje de chaqueta o descontextualizar la puesta en escena es en sí mismo un acto de extravagancia: depende. La puesta en escena de Gerardo Vera de El rey Lear, que este mismo teatro ofreció hace un par de temporada mostraba a una corte vestida de traje de chaqueta , y fue emocinante y convincente: supo sacar la esencia de Shakespeare. A veces el exceso de metáforas y simbolismo -vuelvo a Bieito- descoloca al espectador, que no llega a ver todos los cuadros que tienen lugar a la vez porque sólo tiene dos ojos, y que se siente un poco tonto porque hasta que no lee el programa de mano y le explican el porqué de esto y de lo otro no entiende gran parte de la puesta en escena. En fin, algo tendrá el agua cuando la bendicen...
Me gusta leer tus críticas teatrales, ¡qué sapiencia, Dios mío!
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Conchita (enrojezco)...¡Todo (todo) está en los libros!
ResponderEliminarCarlota, que era en el Hipercor. Qué gracia tienes, compañera. Me alegra estar en la faceta mundanal de tus sabios análisis. Qué cafés! Besitos. Hojas de limón.
ResponderEliminar¡Anda! ¿En qué estaría pensando yo? Más besos para ti, en esta víspera de fiesta que no es fiesta...
ResponderEliminarG.Verdi también aprovechó el tirón dramático de ésta historia en su ópera titulada - como se puede suponer - Don Carlos. Un drama de tal magnitud da mucho juego ¿no?. Besitos.
ResponderEliminar¡Besitos, Cortadillo!Te echamos de menos :(((( Bieito dirigió el Don Carlos de Verdi hace unos años, antes de abordar el texto de Schiller.Sí que da de sí, sí,
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