Diana, la condesa de Belflor, es una principal señora a la que una noche despiertan unos ruidos y la sacan de entre sus delicadas sábanas. Cree ver a un hombre salir corriendo por las escaleras de su casa, así que reúne a sus sirvientes para averiguar de quién se trata y qué hace en su casa a deshoras. Anarda, maliciosa, le revela que Marcela, otra de las criadas, anda en amores ni más ni menos que con Teodoro, el secretario. Diana queda un poco desconcertada: parece aliviada al saber que no es a ella a quien rondan, pues tiene fama en Nápoles de no querer aceptar marido y de preciarse de ello. Sin embargo, el que Teodoro pretenda a Marcela y no a ella le despierta un interés vivísimo y un amor repentino por el secretario. El problema -porque algún problema ha de haber- es el honor que Diana quiere preservar a toda costa y la bajeza social del galán, amén de las indecisiones de la dama, que se pasa la comedia deshojando la margarita del "lequieronolequiero".
En el otro polo está Teodoro, secretario y humilde, enamorado de la criada Marcela. En una conversación con Diana, en la que esta le pide parecer acerca de una carta de una amiga, cree entender, en ese juego de insinuaciones y medias tintas, que Diana le ama:
"Amar por ver amar, envidia ha sido,
y primero que amar estar celosa
es invención maravillosa,
y que por imposible se ha tenido.
De los celos mi amor ha procedido
por pesarme, que siendo más hermosa,
no fuese en ser amada tan dichosa,
que hubiese lo que envidio merecido.
Estoy sin ocasión desconfiada,
celosa sin amor, aunque sintiendo:
debo de amar, pues quiero ser amada.
Ni me dejo forzar ni me defiendo,
darme quiero a entender sin decir nada:
entiéndase quien puede; yo me entiendo."
A partir de aquí, la acción se enrosca en un continuo "Ni contigo sin ti" aderezado, además, por dos pretendientes de la dama, el conde Federico y el Marqués Ricardo, quienes contribuyen a liar más la madeja de la ya enredada Diana. Para rematar la faena, aparece un conde que cree reconocer en Teodoro a su hijo perdido, gracias a los engaños de Tristán, el lacayo.
Esto, en definitiva, es el argumento de El perro del hortelano (1613), pieza que pertenece al género de las llamadas comedias palatinas, que no es otra cosa que las comedias de enredo ambientadas en cortes y palacios. De esto, se derivan algunas conclusiones:
a) Que pasé un tarde estupenda disfrutando del genio de Lope y de un montaje divertidísimo de Eduardo Vasco, quien se despide de la dirección de la CNTC. (Las risas del okupa, que me acompañaba, se debían de oír en el patio de butacas de La Latina). En general, me ha gustado mucho el impulso que Vasco le ha dado a la Compañía: la estabilidad que ha aportado al elenco - ha sido un acierto la creación de la Joven Compañía, como elenco paralelo al principal- y la presencia destacada de la música en directo en las representaciones, entre otras muchas cosas. A pesar de esto, celebro también la llegada de Helena Pimenta, otra "maga" del teatro.
b) Que se agradece que el espectador del s. XXI pueda disfrutar de estas piezas del XVII sin que estas pierdan ni la esencia -Lope estaba ahí, convocado por la magia de sus versos- ni la gracia ni la frescura que debían de tener entonces. Afortundamente, y salvo excepciones, esta ha sido la tónica de los montajes de la CNTC en los últimos años. (Pero no siempre ha sido así. Yo confieso que en alguna ocasión no encontraba postura en esas butacas de La Comedia. Pero de esas tardes ya ni me acuerdo...)
c) Que parece mentira que tenga que venir Lope a alegrarnos la tarde después de estos días, digamos peculiares, que seguimos viviendo en muchísimos centros a cuenta de las PGA, las reclamaciones de horarios y los claustros convocados in aeternum hasta que no pasemos por el aro de unas directrices perversas e inoperantes dictadas desde los despachos cada vez más ajenos al mundo de la tiza. (¿Hasta cuando, Lucía, vas a castigarnos con el látigo de tu indeferencia?).
d) Que esta comedia de Lope fue la elegida por la directora Pilar Miró para hacer una preciosa versión cinematográfica protagonizada por Emma Suárez y Carmelo Gómez, fidelísima al texto del Fénix. Fue uno de los grandes éxitos del cine español en el año 1996 y obtuvo siete premios Goya.
e) Que viva Lope. Que me cae muy bien y si viviera hoy querría ser su amiga, aunque solo fuera en el feisbuk. Pues no iba yo a presumir ni ná...