En Oriente Próximo, en la ciudad de Hamah (antigua Apamea), vivía un comerciante llamado Rasham que trabajaba a orillas del río Nahr-el Así (anteriormente llamado Orontes). Este hombre vendía pescado que él mismo obtenía del río. Pero, a pesar de que conseguía pocos alimentos cuando pescaba, los compradores no querían sus mercancías.
Un día tras otro llegaba a su pequeña casa apenado, con tristeza en sus ojos, porque sabía que no tenía las ganancias suficientes para la operación de su hija Alhai. Si no se realizaba esa operación, Alhai perdería la movilidad de sus piernas.
Un buen día, mientras Rasham trabajaba, llegó Gahrkem, su amigo de toda la vida. Gahrkem notó muy callado a Rasham, y Rasham lo sabía.
Antes de que Gahrkem le preguntara qué es lo que le sucedía, Rasham le contó toda lo que le sucedía; entre ello, ese remordimiento de culpabilidad que le roía el corazón al no conseguir el dinero necesario para poder curar a su hija.
En ese momento, Gahrkem le dio un muy importante y gran consejo que Rasham no pudo eliminar de su mente:
“Amigo mío, nunca debes olvidar
lo que ahora te voy a contar:
si más dinero quieres conseguir,
a las personas debes sonreír.
Porque, aunque parezca incierto,
una sonrisa hace que un corazón esté abierto.
Abierto a la humildad,
abierto a la humanidad,
abierto a la sinceridad,
abierto a la generosidad,
abierto a la verdad,
abierto a la realidad.
Abierto a satisfacer a su dueño,
Y así sentirse capaz de realizar un sueño”.
Tras unos minutos de inmediato silencio suspendido en el aire, Rasham reflexionó y se sintió agradecido por el consejo que le había dado su amigo.
Transcurrieron unos días durante los cuales Rasham puso en práctica el acuerdo al que llegó con Gahrkem; y su sueño se hizo realidad: su hija Alhai pudo ser operada de su enfermedad, porque Rasham ya había puesto fin a sus problemas económicos.
Después de una larga operación, todo fue como lo esperado: había salido bien, pero la niña debería acudir a rehabilitación para estimular la agilidad de sus miembros inferiores. Pero Alhai se sentía cada vez más incapaz de volver a caminar.
Desconsoladamente, decidió hablar con su padre. Pero su padre, por muchos ánimos que le daba, no conseguía que su hija se viera capaz de andar nuevamente.
Entonces, Rasham decidió escribirle una carta.
Aprovechó el momento en que Alhai estaba dormida y le colocó la carta sobre la almohada, al lado de su cabeza.
A la mañana siguiente, cuando Alhai despertó, abrió los ojos y examinó con extrañeza el sobre que contenía la carta. Llena de impaciencia, abrió la carta y comenzó a leer:
“Nunca pierdas la esperanza de cumplir aquellos sueños que una vez sentiste ser capaz de realizar; sigue adelante con tales sueños. Sólo así conseguirás recuperar la esperanza perdida.
Me contaron hace tiempo atrás que la vida está llena de esperanzas, de deseos y de sueños por cumplir. De esta manera, la vida es lo que es: vida.
No mires hacia atrás recordando aquellas oportunidades que perdiste. Vive el momento y mira hacia delante sabiendo que otras se cruzarán delante de ti.
Por muchas dificultades que surjan en tu vida, no te des por vencida. En otro momento dichas dificultades te facilitarán las cosas, porque las adversidades son puertas que se han de abrir para dar paso a las facilidades que te brinda la vida.
Sonríe al mundo y ten presente que los problemas hay que tomarlos con optimismo, porque una sonrisa es la llave que puede abrir todas esas adversidades.
Siéntete como un águila que, tras varios intentos por volar, no se da por vencida y nunca pierde la esperanza de poder viajar atravesando el extenso cielo azul.
Piensa que los momentos únicos son los más valiosos. Por eso merece la pena aprovecharlos al máximo.
Traza un camino a seguir y recórrelo hasta alcanzar la meta. Cuando llegues, te darás cuenta de que llegar a la meta es un sueño hecho realidad y de que el camino es el deseo y la esperanza de cumplir ese sueño.
Sigue estos consejos y no te des por vencida. De esta manera, pronto volverás a caminar.
De parte de tu padre, que te quiere mucho y hace todo lo posible para que seas feliz.
PD: Te escribo esta carta para que la leas cada vez que te veas incapaz de cumplir cualquier sueño.
Un abrazo y un beso muy fuerte.”
Después de leer la carta, la niña, con muchas dificultades ya que todavía no podía moverse con mucha facilidad, consiguió caminar pasito a pasito y llegó al salón, donde su padre la esperaba con los brazos abiertos y rebosante de alegría y emoción.
Alhai logró llegar a los brazos de su querido padre, y así es como se sumieron en un inmenso abrazo.
De esta manera, Alhai encontró la esperanza que había perdido y se dio cuenta de que los sueños pueden hacerse realidad.
Gema Sánchez-Guijaldo Rivera - 1º Bachillerato B
2º premio prosa modalidad A (Bachillerato)
Gema, enhorabuena por tu precioso cuento. Es una filosofía de vida auténtica y un padre maravilloso el que aparece en él. Me quedo con la esperanza de tu cuento, y con la alegría de seguir aprendiendo de los alumnos que tanto nos enseñan cada día. Un abrazo.
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