Como ya anunciamos hace tiempo en este blog, Casa del Lector acoge esta primavera una serie de Diálogos de Lectura dirigidos a personas vinculadas a los libros desde distintas perspectivas. El primero de los diálogos, al que tuve el placer de asistir, contaba con la presencia de Juan Mata, profesor de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada y promotor de la Asociación Entrelibros.
De entrada, me gustó mucho la manera en que Mata se presentó, como miembro de un grupo de personas que se dedica a llevar la lectura en voz alta a espacios en los que quizá, a priori, los libros no son una necesidad urgente, pero sí un maravilloso regalo: hospitales, cárceles, barrios marginales, asociaciones diversas.
Resumir en unas pocas líneas todo lo que se dijo y todas las reflexiones que este diálogo me provocó, todas las preguntas que quedaron abiertas y que están a la espera de su respuesta o al menos de un intento de búsqueda, me resulta muy difícil, pero voy a tratar de destacar lo esencial.
Mata partía de un hecho muy básico y esencial, tanto, que a veces a los que andamos "entre libros", entre tanta dinámica lectora, se nos olvida: la lectura en voz alta. Leer a otro, compartir una lectura es iniciar un diálogo, una conversación. Es abrirle un mundo que se introduce suavemente a través del oído (¿hay algo más seductor que una hermosa voz?) y que lleva a su mente a iniciar un viaje o una aventura en los que quizá, inconscientemente- o a propósito, a veces- uno se siente protagonista.
La literatura forma parte de la vida. Leer es vivir más, como lo es disfrutar del arte o de la música. Nosotros, los profesores que tratamos de que nuestros alumnos lean, los padres que pretendemos que nuestros hijos disfruten con la lectura, los adultos en general que pueden ser mediadores entre el joven y los libros, ¿qué podemos hacer para integrar la lectura en la vida?
Los profesores que leemos en clase sabemos que hay momentos -no muchos, por otra parte- en los que se produce un milagro... No sabes cómo ni por qué, pero ese día has leído en clase algo que ni por lo más remoto pensabas que iba a causar esa pequeña revolución. Yo recuerdo uno de esos momentos en un 3º de ESO un poco "duro", hace ya algunos años, leyendo unos fragmentos de las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique. La idea era inciar la clase con la lectura de un pequeño fragmento y pasar a continuación, en la medida en que fuera posible, a hablar del poeta y del contexto en el que se escribió la obra. Mientras leía, ("Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte"...) observé que se hacía un silencio denso, poco habitual en esa aula. Cuando me detuve, pidieron que leyera un poco más. Cuando di por concluida la lectura, hacían preguntas del tipo de de qué se murió su padre, o qué edad tenía Manrique entonces, si era verdad que estaba toda su familia delante...y algunos comentarios: uno que si a su amigo tal se le murió la madre cuando era pequeño; otro que él no quería ni pensar en ese momento; la de más allá, que ella como no había conocido a su padre no sabía que se podía sentir...Sonó el timbre, que interrumpió una de las intervenciones, pero la clase siguió un poco más, hasta que tuve que darla por concluida.
Hablar a partir del libro siempre es más interesante que hablar del libro. Yo creo que la mayoría de los profesores intentamos anclar el libro a la vida, porque sabemos que lo que se siente como ajeno no interesa. Otra cosa es que, a pesar de las buenas intenciones, lo consigamos. En esos diálogos hablamos de la perversidad -a mí al menos me lo parece- de los currículos. En mi caso, profesora de Secundaria, no sabe una ya cómo hacer para acabar un programa inmenso, hacer que escriban y lean lo mejor posible, que no vayan por la vida sin saber qué es un atributo, que sepan quién escribió el Quijote y, a pesar de todo esto, que desarrollen el amor por la lectura, que, por otra parte, parece que es cosa exclusiva de "los de Lengua" (desde aquí, mi reconocimiento a mis compañeros de otras asignaturas que incluyen la lectura como parte de sus actividades).
Como madre creo que lo he tenido mucho más fácil. Mis hijos necesariamente han vinculado el libro y la lectura desde pequeños a un espacio íntimo y cálido que compartían con su papá o su mamá. También a otros actos relacionados con el libro: la visita a la biblioteca, al cuentacuentos, a la librería, al Retiro en junio a la Feria del Libro...Ahora, adolescentes, son lectores distintos, con gustos que a veces comparto y otras no, con temporadas lectoras y otras no tanto. No sé si en el futuro serán "buenos lectores" -¡tanta distracción acecha!- pero creo que llevan un germen dispuesto a brotar en las condiciones necesarias.
Mata planteó también que la literatura es una práctica que ayuda a las personas a construir su identidad. La lectura nos hace entrar en un estado de ensoñación en el que nuestra mente se abre a otros mundos. Somos "máquinas de soñar". Por eso, como adultos responsables de llevar el libro a los niños y adolescentes, debemos crear espacios en los que los jóvenes lectores puedan hacer transferencias del libro a la vida, es decir, puedan hacer que su mundo personal dialogue con el mundo de ficción; espacios en los que se puedan compartir estas experiencias con otros (de nuevo el diálogo). El libro, la voz, son maravillosas herramientas que pueden ayudar a estas tareas.
(Recuerdo una película preciosa, basada en una novela, que fui a ver con mi compañera de Francés Chus Cubo y unos alumnos, Mis tardes con Margarita, La tête en friche, en la versión original, algo así "cabeza en barbecho". Un hombre tosco, Germain (magnífico Depardieu), en la cincuentena, con muchas cuentas pendientes en su vida, conoce a una anciana de 95 años en el parque a la que empieza a frecuentar y con la que va a entretejer una amistad y una relación que le va a cambiar la vida. Margueritte, culta, educada, lectora infatigable, va a descubrirle a Gemain un universo al que nunca se sintió invitado y del que jamás pensó que pudiera formar parte: el de la palabra y los libros. No sé si hay muchos Germain o muchas Margueritte, pero la película es una delicia que se me vino a la cabeza en ese diálogo con Juan Mata y el resto de dialogantes).