-Cariño, ¿has cogido las llaves?...
-Sí, aquí están, espera un momento…
-¡Pero, qué estás haciendo! Tengo que tocar en una hora y todavía tenemos que llegar y todo…
-¡Es solo un momento!, no encuentro la pulsera que me regaló tu madre.
-¡Llegamos tarde, déjala!
-¡Aquí esta! ¡Vamos!
-Dios… -Cerró la puerta.
Un matrimonio sale corriendo de su casa. Tienen prisa. El marido, Juanjo, de aspecto fornido, ojos azules, con una edad de unos treinta y dos años, es pianista y tiene que dar un recital muy importante esta noche. Su mujer, Clara, de unos treinta años, rubia, de tez clara y ojos azules, le acompaña.
-Llama al ascensor –Dijo Clara mientras se colocaba la pulsera.
Juanjo, relatando por salir tarde de casa, pulsó el botón. Escasos dos minutos, el ascensor llegó y la pareja subió en él. Mientras se cerraban las puertas oyeron una voz ronca que provenía de afuera y gritaba que les aguardara. De repente, una mano vieja con arrugas, bloqueó las puerta y éstas se volvieron a abrir. En el descansillo se vio a un hombre mayor, de unos cincuenta y dos años, con escaso pelo canoso en su cabeza y unas gafas que le cubrían todo su viejo rostro. Entró al ascensor sin decir palabra alguna, se cerraron las puertas y este empezó a descender.
-Disculpen –Dijo el señor en voz baja, disimulando con tos.
-Nada, no se preocupe – le contestó Juanjo seriamente. Hubo un silencio.
-Oye, nunca os había visto por aquí, ¿sois del edificio? -preguntó el señor rompiendo el hielo.
-Sí –Contesto Juanjo- Somos vuestros vecinos de al lado.
-¡Anda!, encantado me llamo Santiago.
-Yo soy Juanjo y ella es mi mujer Clara - Se saludaron entre sí-
Llegaron al piso de abajo. Santiago se adelantó abriendo la puerta del portal y sujetándola cortésmente para que pasaran. La pareja les dio las gracias, salieron a la calle y se despidieron. Santiago se fue por el lado contrario, pero enseguida retrocedió y alcanzó a la pareja.
-Disculpen de nuevo -le dio unos golpecitos en la espalda a Juanjo- lo siento por lo del ascensor, ¿os gusta el fútbol?, mañana hay un partido y mi mujer prepara unas magdalenas para chuparse los dedos. Si os apetece venir…
-Cariño, ¿tenemos algo que hacer mañana? –Le preguntó Juanjo a Clara.
-No, creo que no…-respondió un poco molesta.
-Entonces, allí estaremos- contestó Juanjo.
-¡Estupendo! Buenas noches, hasta mañana. Se despidió de la pareja.
-Ábreme la puerta –dijo Clara, con Juanjo ya dentro del coche.
-Ya, pasa. Clara entró y se sentó en la parte del acompañante. Juanjo la notó un poco mosqueada y no dudó en preguntarla.
-¿Te preocupa algo? Ya sé que es mucho estrés y he estado un poco borde hoy, pero lograremos pasar de esta noche, tampoco llegamos tan ¡tan! tarde.
-No, no es por eso, sino por mañana, los vecinos…Juanjo arrancó el coche
-¡Buah! También yo accedí de primeras por quitármelo un poco de encima, pero seguro que son buena gente: No salimos mucho con otras personas y nos lo pasaremos bien, ya lo verás. -¡Tú, que vas a ver el fútbol! ¿Has visto lo viejo que es? ¿Cómo tendrá que ser su esposa? La verdad, paso de estar más de una hora con una abuela hablándome de ganchillo y de cómo preparar magdalenas, ya he tenido suficiente por hoy; encima, no sé qué ponerme…
Juanjo pisó el acelerador y sonrió a Clara.
-¡Santiago!, ¡Santiago! ¿ya volviste?
-Si cariñin,, ya estoy aquí. Por la puerta se vio a una mujer pelirroja de unos cuarenta y dos años, con una gran verruga en el moflete izquierdo, llamada Olga. Estaba fumando.
-¿Lo has conseguido?- Le preguntó Olga a Santiago entusiasmada.
-Por supuesto.
-¡Bien! ¡Bien! ¡Bien!Y ya tenemos todo el material, ¿no?
-Exacto, traje anoche todo lo del furgón y los investigué bien para saber sus gustos.
-¡Pero no es suficiente! ¡No creo que sea suficiente con solo rebuscar en su basura! ¡Hay que saberlo todo! Entiéndeme, cariño…no quiero coger ninguna enfermedad, quiero hacerlo contigo, aquí, con su ayuda, entiéndeme, no quiero no saber quién es.
-Te entiendo.
-Oh, abrázame, vamos a ser tan felices.
La pareja se abrazó por un buen porvenir.
A la tarde siguiente:
-¡Ding, dong!
Santiago miró por la mirilla, eran Juanjo y Clara. Abrió la puerta y los invitó a pasar. Habían traído unos pastelitos; Santiago les dijo que no tenían por qué haberse molestado, que era todo un detalle por su parte.Los presentó a Olga y fueron hacia el salón. Juanjo no se lo podía creer, tenían una televisión de plasma gigante, pero lo que más trajo su atención fue un mueble lleno de libros con el símbolo de Deutsche Grammophon, en los que pudo leer como títulos a grandes compositores.
-¿Le gusta la música clásica?-Le preguntó Juanjo a Santiago absorto mirando los libros.
-¡Me encanta!Bueno, nos encanta a Olga y a mí.
-Si, creo que nos llevaremos fenomenal- les sonrió Juanjo- soy pianista.
-¿¡Enserio!? ¿Cuánto tiempo lleva tocando?
-Desde pequeño, ayer mismamente cuando nos encontramos en el ascensor, que llevábamos tanta prisa era porque iba a dar un recital.
-Lo siento, y yo les hice perder tiempo, ahora sí que me siento mal.
-No se preocupe, hombre, si no, no nos hubiéramos conocido. Olga y Santiago se miraron pícaramente el uno al otro.
-Vamos, que empieza el partido -dijo Santiago- ya habrá tiempo después para la música. Los matrimonios se sentaron en el sofá, Santiago saco unas cervezas de la nevera y algo de picar, patatas, panchitos y unas aceitunas. Empezó el partido y resultó ser que Santiago y Juanjo eran del mismo equipo. Las mujeres, aburridas, se fueron a la cocina e intimaron muy pronto: hablaron de moda, de series televisivas, de cómo fueron sus bodas, de hijos, etc.
-Espera un momento, voy a por los álbumes familiares- Le dijo Clara a Olga entusiasmada
- Juanji, voy un momento a casa.
-De acuerdo –la hizo un gesto con la mano mirando fijamente a la televisión. Clara salió al descansillo cuando en el partido marcó un gol el equipo de Juanjo y Santiago: los gritos de alegría se oyeron por todo el edifico.
Terminó el partido, 5-0, ¡habían ganado!, los festejos de los goles habían sido de lo más graciosos, hasta en uno hicieron una conga los cuatro por toda la casa.Después del partido Juanjo y Santiago se quedaron hablando de música clásica y Clara y Olga mantenían con los álbumes la conversación acerca de las familias.
-Lo ves, -le enseñaba Clara su álbum familiar.
-Es verdad, todas rubias, ¡sorprendente! -exclamó Olga- En mi familia al revés, todas castañas, menos mi prima, que es teñida.Se rieron. -Pero no te creas, en mi familia, bueno, pero en la de Juanjo, todas las niñas rubias, todas, todas, espera, que te enseño su álbum. La velada terminó a casi las tres de la mañana, se despidieron, y Juanjo y Clara se fueron a su casa.
-¡Dios, que noche! –Dijo Juanjo- no me lo había pasado tan bien en siglos. Sí, pese a su edad están llenos de energía, y qué va, ni ganchillo ni magdalenas, hemos hablado de moda, de la familia, de series de televisión, de niños…y encima es que casi tenemos los mismos gustos, por no decir los mismos.
-A mí me pasa igual, tenemos gustos muy parecidos acerca de la música; he mantenido una conversación muy interesante con Santiago acerca de Scriabin. Son fantásticos, y saber que teníamos gente así al lado de casa; cómo es la vida... Y así que…. –Dijo Juanjo cambiando el tono de voz a uno más suave, juguetón, mirando a Clara, acercándose cada vez más a ella– has hablado con Olga, sobre niños, ¿eh?.
Clara sonrió, Juanjo la cogió de brazos como en una boda y se la llevo a la cama riendo los dos.
-¡Dios, estoy molida!, son unos pesados, sobre todo la mujer- dijo Olga desplomándose en un sillón.
- Ni que lo digas, he estado meses espiándolos, estudiándolos, me he tenido que aprender las asquerosas biografías de los más grandes compositores de la música clásica, he tenido que escuchar sus estridentes obras, me he tenido que cambiar de equipo de fútbol, rebuscar en su cubo de basura, robar material de mis compañeros, para que todo saliera bien, y ya, ¡ya estoy cansado! -relataba Santiago a su mujer-
-Pero cariño -se levantó y le abrazó- y los felices que nos harán, sé el gran esfuerzo que te supone, pero piensa en él, te quiero, eres el hombre de mi vida.
-Y yo a ti Olga. Se besaron.
-Ya solo procura mantener la temperatura, doctor.Rieron tontamente y seguidamente fueron, con sus cansados cuerpos, a dormir.A la mañana siguiente:
-¡Por favor, qué asco! Un trozo de pizza, un bote de champú vacio, unas revistas viejas, compresas usadas… me da a mí que hoy tampoco voy a tener suerte. ¡Látex! ¡Oh!, ¡oh!, una muestra, otra muestra, ¡otra muestra!, qué lleno esta, me tengo que dar prisa, ¡corre! –se decía Santiago a sí mismo. Pasaron los días y los matrimonios fueron quedando cada vez más, se lo pasaban bien juntos, un día cine, al otro teatro, a la ópera, largos paseos por El Retiro, emocionantes partidos de fútbol...Se hicieron íntimos, hasta el punto de confiar el uno en el otro, de saber sus problemas familiares, si tenían enfermedades, en qué trabajaban, sí iban bien sus matrimonios, si querían y podían tener hijos...Todo, lo sabían todo.
-¿Está todo listo? No sé si podré hacerlo, Olga, ya tenemos todo para la operación, ¿es necesario?, quiero decir, ¿esto es necesario?
-¡Chss! Cállate, no es tonta, tarde o temprano se daría cuenta- decía Olga mientras miraba por la mirilla. Santiago se sentía mareado, con ganas de vomitar, demasiada presión.
-Ya sale, ya sale.
-Cariño, voy un momento a por el pan.
- Ya ha cerrado la puerta, sal, corre sal…pero qué haces, ¡piensa en él!
-No puedo Olga, sabes que esto no es necesario, ¡por el amor de Dios!
-Dame los guantes, si no lo haces tú, lo haré yo, ¡imbécil!, ¡sabe lo tuyo!, que no te funciona lo de abajo, se lo tuve que contar. Santiago se quedó con la cabeza gacha y Olga salió por la puerta.
-¿Por qué no funciona el ascensor?
-Buenos días, Clara. -¡Ah! Buenos días ¿Será posible? El ascensor no funciona, pues a pie que nos toca bajar.
-Buenos días, Clara. -¡Ah! Buenos días ¿Será posible? El ascensor no funciona, pues a pie que nos toca bajar.
-No me digas, a estas horas de la mañana-se quejó Olga con voz cansada. Bajan por las escaleras.
-Olga, al final venís.
-Por supuesto, no nos perderíamos el recital de tu marido por nada del mundo, ¡oh!, me acuerdo cuando tocó en vuestra casa de campo, qué espectacular, qué belleza, sus dedos parecían que se escurrían por el piano cuando tocaba La Campanella.
-La verdad, es que es asombroso, sí, es que ya ni parece que toque las teclas, también, lleva tocando desde pequeño, su maestría ya es…
-¿Y tú, Clara? ¿Llevas desde pequeña bajando escalones? -Clara la miró extrañada mientras seguían bajando- Lo digo por si también has cogido mucha técnica, es que si es así, igual que a tu marido se le resbala los dedos por el piano, a ti se te tendrían que resbalar ¡los pies! Olga agarró a Clara de los pelos y en un forcejeo la tiró hacia abajo. La caída fue brutal, al final de las escaleras en su cuerpo tendido en el suelo se podían apreciar una pierna y un brazo dislocados, el cuello ligeramente retorcido y una muñeca doblada totalmente. Enseguida alrededor de ella se hizo un charco de sangre, procedente de la cabeza.
-Pues sí, se ve que has practicado mucho, tienes mucha maestría, igual que tu marido.
(21 meses después
Año nuevo)
-¡Feliz año! -¡Feliz año, cariño! -Feliz año a los dos. Ojalá, pudiese estar Clara hoy aquí, hace más de un año que murió y aún la echo de menos, así que el primer brindis del año quiero que sea por vosotros, que me habéis ayudado en estos tiempos difíciles, de todo corazón, gracias. Cariño –alzó la copa- espero que donde estés, seas muy feliz, así pues, ¡por vosotros y por vuestra hijo! Ojalá pudiéramos estar todos como antiguamente y verla crecer, verla disfrutar de la música clásica y de los partidos mientras su madre y Clara hablaran en la cocina, nos lo hubiéramos pasado bien. A lo mejor, a estas alturas Clara y yo podríamos haber tenido otra niña para hacerla compañía -a Juanjo se les saltaron las lágrimas- ¡No es momento de llorar!, -miró a la niña- mirar, qué monada, yo podría tener ahora mismo otra, mirarla, hasta le están creciendo sus primeros pelitos rubios…rubios…Se hizo el silencio, Santiago y Olga se miraron, se levantaron deprisa de sus asientos y juntaron sus copas con las de Juanjo gritando:
-¡CHIN!, ¡CHIN!
Alberto Trijueque Pegalajar 3º C
1º premio prosa categoría B (2º ciclo ESO)
Woooooooow!
ResponderEliminarNormal que ganaras el concurso...joder xD!
:)
Joder,nose k ponerte aqui xD!
BUEEEE
Se feliz xDDDDDDDDDD
está muy bien
ResponderEliminarque pena que no me pudiese presentar
mi cabeza ya no es la de antaño
Pelo rubio, Clara, la vida de los otros, el deseo de traer a la vida a los que se fueron un día... Aquí sigo, con los pelos de punta! Enhorabuena, Alberto. H. de l.
ResponderEliminarEste Albertooooo
ResponderEliminarSiempre sorprendente.
Chico... tú llegarás lejos.
El premio es merecido. si señor
Gracias ^^
ResponderEliminarProfe, creo que te enviado el que estaba mal XD
¡Culpa mia!
Al final es un niño, gracias, me alegro que os guste bss!
¡DIIIIIIIIIIIIIOS!
ResponderEliminar¡Qué bueno! Triju no me extraña que hayas ganado el primer premio.
Santiago,Santiago...nos ha salido NENUCO! xDDD
Nuxiii
Q triste...
ResponderEliminarMis felicitaciones
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