Hace casi 130 años nació en Londres una niña a la que pusieron de nombre Virginia. Era el tercer hijo de la pareja formada por sir Leslie Stephen, (un ex sacerdote que, entre otras cosas, fue editor de The Dictionary of National Biography, alpinista y filósofo) y Julia Duckworth, hermosa mujer, musa de los pintores prerrafaelitas. Virginia adoraba a sus dos hermanos mayores Thoby - que murió con 25 años durante un viaje a Turquía a causa de unas fiebres- y Vanesa (Bell) quien años después se convertiría en una de las pintoras más destacadas de su tiempo. Su madre murió cuando Virginia tenía 13 años y su padre tras cumplir los 22. Virginia y su hermana Vanessa no iban a la escuela, algo de lo que la primera siempre se quejaría, si bien no lamentó nunca no haber pasado por la Universidad. Así que se formó en la bien nutrida biblioteca de su padre y disfrutó de visitas tan jugosas como los novelistas Henry James, Thomas Hardy, el poeta Alfred Tennyson, la fotógrafa Julia Margaret Cameron o el pintor Edward Burne-Jones.
En ese ambiente Virginia desarrolló una exquisita sensibilidad y una necesidad innata de escribir que cultivó desde 1915 hasta el año de su muerte en sus diarios y cartas. Tras la muerte del padre, los cuatro hermanos (Adrián era el menor) se mudan al barrio de Bloomsbury, aunque antes hacen un viaje por Europa. Virginia se enfrenta a su enfermedad, un desequilibrio nervioso que en ocasiones afloraba causándole mucho sufrimiento (aunque ya padeció por la muerte de la madre y de su hermanastra Stella). Poco después se dedica al periodismo: su primer artículo fue sobre la casa de las hermanas Brönte, Haworth Parsonage. En el barrio de Bloomsbury, y sin la férrea mano del padre ni la vigilancia de los hermanos mayores, George y Gerald, los cuatro hermanos saboreaban su libertad. Eran las chicas, Virginia como periodista (escribirá en The Guardian y en el sumplemento de The Times) y también como profesora, y Vanessa, que ya recibía algunos encargos, quienes mantenían a la familia.
Tiempo después y a iniciativa de Vanessa se organizaban en su casa -Gordon Square- reuniones con amigos de Thoby, estudiantes de Cambridge. Se reúnen los jueves para charlar de literatura y los viernes, sobre arte; beben chocolate y whisky, leen y comentan ensayos, hablan de arte, gastan bromas...Era como la prolongación de los cursos de Cambridge, pero con la presencia de dos mujeres, Vanessa y Virginia, quienes al principio causaban cierta incomodidad. Este fue el origen del famoso Círculo de Bloomsbury, integrado por las que serían personalidades tan destacadas como el novelista E. M. Foster, el poeta T. S. Eliot, el economista John Maynard Keynes, la escritora Katherine Mansfield, el filósofo Ludwig Wittgenstein, el crítico de arte Clive Bell (esposo de Vanessa), Leonard Woolf, autor del primer borrador de la Carta de la Sociedad de Naciones y, años después, esposo de Virginia, los pintores Duncan Grant y Roger Fry y, por supuesto, Virginia y su hermana Vanessa. Les unía, de forma genérica, el rechazo a las convenciones morales de la sociedad victoriana; de forma más concreta, el espíritu de tolerancia e igualdad entre hombres y mujeres, el pensamiento agnóstico, una posición pacifista durante la Primera Guerra Mundial, la libertad sexual y, por supuesto, las relaciones personales.
Virginia se casó con Leonard Woolf en 1912, y con él fundó la editorial Hogarth Press (en sus orígenes, una imprenta que colocaron en el salón de su casa), que editó los poemas de Eliot, las novelas de K. Mansfield o las obras de Sigmun Freud. En principio, la idea surgió como un entretenimiento que Leonard quería proporcionar a su esposa. En 1915 Virginia sufrió una de sus peores crisis, un estado de locura del que pudo salir gracias a la ayuda de Leonard. Ya había publicado su primera novela, Viaje de ida (1915). La publicación de la segunda, Noche y Día, coincidió con el fin de la Primera Guerra Mundial. Ambas siguen los cauces de la narrativa tradicional, es decir, unos personajes sujetos a una ordenación cronológica de acontecimientos. Pero a partir de 1919 se plantea cómo escribir novelas sin la atadura del tiempo y de la acción. Estas ideas se plasmarían en El cuarto de Jacob, (1922), una serie de reflexiones e impresiones de varios personajes en torno al personaje principal, Jacob Flanders. Era su primera obra verdaderamente experimental, y la crítica la acogió con cierta reserva. Su primer éxito sería, sin embargo, La señora Dalloway, (1925) que narra 24 horas en la vida de Clarissa Dalloway, quien a través de un monógo interior (el llamado flujo de conciencia) va a rememorar unos acontecimientos que creía olvidados mientras se dispone a preparar una fiesta.
En estos años conoce a la escritora Vita Sackville-West, a la que le unirá una amistad hasta su muerte, con algunos altibajos, y con la que mantuvo una relación amorosa durante algunos años. Vita inspiró a Virginia el personaje de Orlando (1928) el aristócrata que viaja a través de cuatrocientos años ora como hombre, ora como mujer. Nigel Nicolson, el hijo pequeño de Vita, dijo que Orlando era "la carta de amor más hermosa de la historia de la literatura". Un año antes, en 1927 había publicado Al faro, una de sus mejores novelas. Los personajes principales, el señor y la señora Ramsey, están inspirados en sus padres, y la novela rememora sus veranos de la infancia en Cornualles. No hay diálogos y apenas hay acción: toda la familia, salvo el padre, sueña con ir a la isla que se divisa desde las ventanas de la casa. El protagonista es el tiempo y su fluir que todo lo cambia a su paso. Tuvo un gran éxito, aunque la novela que la hizo famosa fue Orlando, citada arriba. Después vendrían la que muchos consideran su mejor obra, Las olas (1931). Aquí se recogen los temas recurrentes de su escritura: la soledad, el paso del tiempo y la muerte a través de los soliloquios de sus seis protagonistas: tres hombres y tres mujeres. Virginia sigue en la línea de sus novelas anteriores, en el sentido de romper los moldes de la narración convencional y componer su obra de impresiones, pensamientos y reflexiones tal y como llegan y se graban en nuestra conciencia. Recorre etapas y hechos de una manera imprecisa, no sujeta al orden cronológico, cuya duración responde más bien a la intensidad de la experiencia. Algunos críticos la consideran una "novela poética", pues es la expresión lírica de cada uno de estos personajes. Virginia, que siempre se entregó en cuerpo y alma a la escritura, reconoció que era la obra a la que se había dedicado con mayor intensidad. (Ya podemos decir que Virginia Woolf tiene un papel destacado en la renovación de la novela europea del siglo XX y en la Literatura universal, ¿no?)
Virginia, lectora y escritora infatigable, escribió también algunos ensayos. Muy destacable es Una habitación propia (1929), un texto que se consideró, en palabras de Nigel Nicolson, "la biblia del movimiento feminista". Hace hincapié en las pocas oportunidades que han tenido las mujeres para desarrollar capacidades artísticas y literarias. El título hace referencia a la necesidad de la mujer de tener un espacio propio para desarrollar y favorecer la creación. En Tres guineas (1938) hace un alegato en contra de la guerra y del patriarcado y defiende la necesidad de favorecer las condiciones de igualdad entre hombres y mujeres. Con Leonard, su esposo, miembro del Partido Laborista y defensor de la necesidad de rearme de Inglaterra frente al avance del fascismo, mantuvo por esta razón no pocos conflictos.
Virginia amaba la soledad y las relaciones sociales a partes iguales. Durante toda su vida mantuvo una fluida correspondencia con su hermana Vanessa y con amigos queridos como Vita. Le gustaba pasear por el campo, contar historias a los niños, cocer panes y poder concentrarse en su escritura. Además de pasar por el horror de vivir otra guerra más, (el hambre, la constante amenaza de un bombardeo, el sufrimiento...) perdió a su sobrino Julian Bell, hijo de Vanessa, en la Guerra Civil Española. Su cerebro, muy deteriorado, no soportó más envites. La mañana del 28 de marzo de 1941, consciente de que era presa de una nueva crisis, decidió poner fin a sus días sumergiéndose en el río Ouse. Dejó una carta para Leonard en la que le expresaba su amor y su agradecimiento por la paciencia, la ternura y la bondad con la que había sobrellevado sus problemas de salud. Tal y como cuenta Nigel Nicolson, hijo de Vita, esparcieron sus cenizas en el jardín de su casa de Rodmell y se leyeron, como epitafio, las últimas palabras de Las olas:
Contra ti me alzaré invicta e implacable, oh muerte.
Bibliografía:
-Nigel Nicolson, Virginia Woolf, Barcelona, Mondadori, 2002.
-"Literatura inglesa contemporánea, Jordi Lamarca, en Historia universal de la Literatura, Barcelona, Orbis, 1982.
-"Biografía de Virginia Woolf: su vida familiar", y "Su vida literaria", de Brenda Yenerich.
"Virginia Woolf o el espejo refulgente del lenguaje", de Roger Metri.
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¿En qué parte de su vida escribió "Flush"?
ResponderEliminarQué mujer tan interesante. Hace años visité una de sus casas en un pueblecito inglés. No te puedes imaginar la emoción que sentí. Es un lugar hermosísimo en el que destaca el cobertizo del jardín donde ella se retiraba a escribir, esa "habitación propia" que ella reivindicaba para todas las mujeres y a cuya carencia atribuía la falta de nombres femeninos en la historia de las artes.
ResponderEliminarA raíz de esa visita devoré su biografía ( qué terrible su "sinvivir"), la película "Las horas", algunas de sus novelas y sobre todo ese ensayo que mencionaba arriba, "Una habitación propia", que creo que debería ser lectura obligada para toda mujer.
Me alegro de que la hayas recordado.
Feliz día.
Jimeneydas: entre Las olas y . El biógrafo señala que fue el único libro que Virginia le regaló, quizá porque estaba al alcance de la comprensión del niño que él era entonces. Al parecer luego se arrepintió: le parecía "una broma tonta y pesada". Creo que tenía mucho sentido del humor. Un abrazo.
ResponderEliminarYa lo creo, Trapi. (¡Si lo sé, te pido una foto para ilustrar la entrada!). Entre otras muchas cosas, me parece muy interesante cómo vive su vocación de escritora. Un beso.
Buena elección para conmemorar el Día de la Mujer, Carlota. Fue una pionera en muchos aspectos y su vida fue muy intensa, a pesar de las dificultades. Gracias por recordarla.
ResponderEliminarSaludos y feliz día;)
Tremenda mujer: tremenda su vida, tremenda su obra y tremenda la fascinación que ejerce sobre muchos de nosotros. Me ha encantado, Carlota; nos has regalado una entrada tremenda. Muchos besos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Virginia. Es que con un personaje así, es fácil acertar. Feliz día para ti también.
ResponderEliminar¡Tremendo beso te voy a dar mañana, LolaMU!
Una entrada extraordinaria sobre una mujer extraordinaria. Desde mi propia habitación os doy las gracias a ella (por su inspiración) y a ti (por este hermoso homenaje). Feliz día, compañera. Y un abrazo.
ResponderEliminarQuerida Biblos: otro para ti. Me alegra que te haya gustado.
ResponderEliminarInteresante vida de una mujer imprescindible. Hemos coincidido en británicas y artistas, en un periodo muy parecido.
ResponderEliminarUn saludo.
Grandísimo post Carlota, documentado e interesate. "Las olas" es formidable. Besos.
ResponderEliminarSiempre me ha apasionado la vida de esta mujer. Gracias por la síntesis, Carlota, con tu entrada del blog he refrescado lo que sabía sobre ella y he aprendido otros datos que desconocía. ¡Y felicidades, compañera!
ResponderEliminar¡Pues ahora mismo voy a leerte, Antonio!
ResponderEliminarGracias, Jordi. Totalmente de acuerdo.
¡Felicidades, Silvia! Ciertamente, es un personaje, por muchas razones, de muchísimo interés.
Abrazos para los tres.
Jimeneydas: acabo de darme cuenta de que se perdieron unas letras por el ciberespacio. Quise decir "y ". Un saludo.
ResponderEliminarY "los sueños". ¡Madre mía! !A ver si ya sale!
ResponderEliminarTengo en mente a otra gran mujer, en este caso alemana:Clara Zetkin,protagonista histórica de la II Internacional,que logra instaurar el 8 de marzo de 1911 como día de la mujer.
ResponderEliminarVirginia Woolf fue luchadora también en lo personal debido a su trastorno "bipolar",y aún así,disfrutó de momentos felices e inmortales:Bloomsbory le proporcionó muchos de ellos, no olvidemos que este grupo formado en el período de entreguerras se reunia para "tertuliar"sobre arte y literatura sobre todo,bebiendo y brindando con el mejor whisky.Era feliz con sus compañeros y amigos.
Recordaré siempre la incertidumbre de la película "Las horas",y la carta que deja escrita para su marido antes de dirigirse al lugar del río elegido para suicidarse,recordándole que pocos habrá "que se hayan amado tanto como tú y yo".Tenía 59 años, y al final le pudo la depresión en 1941,en plena II Guerra mundial.Muchos besos y gracias una vez más Carlota Bloom.
Gracias a ti, M.J.RIZOS, tus comentarios son muy enriquecedores. Un beso.
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