Tirso de Molina, comparado con Lope, tuvo una vida bastante aburrida: recorre convento tras convento, no se le conocen escarceos amorosos (para eso está el Fénix) y, al parecer, lo más emocionante que le sucede es un viaje a Santo Domingo (de misión pastoral, no de vacaciones caribeñas) y una serie de enfrentamientos con las autoridades eclesiásticas y con la Junta de Reformación de costumbres, por esa manía que tenía de escribir comedias profanas, razón por la que estuvo desterrado en Sevilla y bajo amenaza de excomunión. Tan discreto es que, a veces, oigo "Tirso de Molina" y se me pasa antes por la cabeza la estación de metro o la plaza que se abre ante el Rastro que el discreto mercedario comediógrafo...
Sin embargo, Tirso resulta un tipo interesante. Eso de vivir de convento en convento y compaginarlo con la escritura de comedias, tener sentido del humor, enfrentarse a los mandamases de la curia y, para rematar la faena, preocuparse por mostrar personajes femeninos dotados de inteligencia, sentido del humor y sensibilidad...es como para tenerlo en palmitas.
El caso es que el talento dramático de Tirso era mucho. Son divertidísimas sus comedias de enredo, como el El vergonzoso en palacio, Don Gil de las calzas verdes, o La celosa de sí misma, todas representadas por la Compañía Nacional de Teatro Clásico: hace muchos años, cuando todavía era la sede de la Compañía el Teatro de la calle Príncipe, Adolfo Marsillach dirigió ambas (1989 y 1994 respectivamente) y puso sobre las tablas dos montajes muy vistosos, (recuerdo especialmente a Adriana Ozores, en el Don Gil...y lo sonado que fue el montaje de El vergonzoso por su atrevida escenografía, pues había unos paraguas a modo de bosque, o algo así, no recuerdo muy bien.) Hace tres o cuatro años, Eduardo Vasco, actual director de la Compañía, dirigió otra versión del Don Gil, divertidísima, con Montse Díez, Joaquín Notario y Juan Messeguer como protagonistas. La celosa de sí misma responde a una versión más reciente ( año 2003 ), dirigida por Luis Olmos, igualmente un montaje excelente y entretenidísimo.
Ante tan espectaculares montajes, parece que un drama teológico, o comedia de santos, como quiera llamarse, como es El condenado por desconfiado parece oscurecerse. Ah, qué complicada y delicada cuestión la de los repertorios...A este respecto es muy interesante el artículo de Felipe B. Pedraza Jiménez, "Adolfo Marsillach ante el repertorio clásico", (Lectura y signo, (1), 2006, pp. 333-347), donde a partir de la lectura de las memorias de Adolfo Marsillach, Tan lejos, tan cerca, repasa los inicios de la Compañía, creada por Marsillach en 1986 y cómo se plantea la selección del repertorio y del mantenimiento de una compañía estable.
Sobre la cuestión del repertorio ha debido pensar Carlos Aladro para abordar la obra que desde ahora mismo y hasta el 4 de abril podemos ver en el Teatro Pavón de Madrid: El condenado por desconfiado, una de las grandes comedias de Tirso, representada por primera vez por la CNTC, a pesar de ser una de las obras más destacadas del teatro barroco español.
Paulo (Jaime Soler) es un ermitaño que vive en una cueva preocupado por la salvación de su alma. Pero, mira por donde, quien se le presenta para resolver sus cuitas es el mismo demonio disfrazado de ángel (Francisco Rojas), quien le dice que busque a un hombre llamado Enrico (Daniel Albaladejo), cuyos destinos son idénticos: si Enrico se salva, Paulo también. De la cueva pasamos a Nápoles, a la orilla del mar, donde vive el tal Enrico, que es un malvado bandolero acerca del cual Paulo no tiene ninguna duda: va a ir al infierno de cabeza. No hemos dicho que a Paulo le acompaña Pedrisco (Arturo Querejeta), un gracioso sin galán, en este caso, pero sí con amo y con misión que cumplir. El caso es que Paulo piensa que, ya que va a arder en las calderas de Pedro Botero, pues que sea con motivo, y deja al mismísimo Luis Candelas como un aprendiz. Hay que decir aquí que el vestuario a la goyesca es bastante acertado para esta comedia de santos y bandidos: incluso el demonio tiene aspecto de caballero afrancesado.
Pero los designios de Dios son inescrutables y el malvado Enrico, después de una serie de avatares, es apresado y condenado a la horca. Su padre, el venerable Anareto, consigue que se arrepienta de sus fechorías en el último momento y vemos cómo el alma de Enrico sube al cielo acompañado de dos bellos ángeles. Pero Paulo, santo toda su vida, no correrá la misma suerte. No tiene fe en sí mismo, aun menos en Dios, y su fin son las “llamas eternales”, a pesar de los últimos consejos que le da Pedrisco mientras agoniza en sus brazos. Entre medias, la acción secundaria: Celia (Muriel Sánchez) es una mujer famosa en Nápoles por sus dotes para escribir con ingenio cualquier cosa que se le encargue. Está enamorada de Enrico y es capaz por ello de darle todo lo que le pide. Cuando Enrico es apresado se casa con un caballero que la corteja, Lisandro, pero no olvida a Enrico y lo visita la víspera de su ejecución ( y hasta aquí puedo leer...)
Tirso fue un buen discípulo de Lope. Cumple a rajatabla con los preceptos de la Comedia Nueva y aquí se rompen todas las reglas aristotélicas: diversidad de espacios: el monte, la orilla del mar, la casa de Celia, la de Anareto, el calabozo...La solución escenográfica es sencilla pero muy eficaz: una pasarela de madera al fondo que desciende hacia el lado derecho del escenario, y una cortina azul que queda hasta la mitad del mismo y que tiene diversos usos, entre ellos, una vez caída, simular las olas del mar que agitan las damas-ángeles (Muriel Sánchez y Eva Trancón, que también interpreta a Lidora, la criada de Celia) El ahorcamiento de Enrico también es simbólico, como todas las muertes que se presencian en escena. Resulta encantadora esa naturalidad con que Tirso mezcla ángeles y demonios, bandidos y damas, gobernadores con Pedriscos...El montaje de Carlos Aladro está en esa línea de humor e ironía que requiere un Tirso, dentro de lo que cabe, claro, pues el asunto no es de comedia, precisamente, pero, como todo lo de Tirso, tiene una medida muy humana. La música es también un elemento destacado: el arpa de Sara Águeda subraya determinadas escenas y, tras la representación, nos despiden los Rolling.
De Carlos Aladro, el director, recuerdo su Terrorismo, de Oleg y Vladimir Presnyakov en La Abadía hace unos años, que me dejó pegada en la butaca. Ah, el teatro...Como diría una querida compañera de allende el Manzanares: ¿Alguna compañía necesita quien le lleve el botijo?
Me das una envidia, Carlota. Cuando estuve la última vez en Madrid, faltaban cinco días para el estreno, y me quedé con la gana de ver este streno. Has dado una información completísima y perfecta, y a mí me han dado unas ganas tremendas de verlo. Tirso es mi gran debilidad, adoro su exquisita sensibilidad, su finura, es comno la seda, algo luminoso y suave, pero siempre con una urdimbre poderosa y profunda. Siempre que voy a Madrid paso por su plaza y me tomo un café mirando su escultura. Vi el montaje de La celosa de sí misma en Almagro; era un encanto, preciosa. Espero disfrutar de este drama teológico a finales de marzo. Muchas gracias por toda tu información.
ResponderEliminarPues, ya me contarás, Clares. La celosa ...me pareció, como dices, preciosa. El condenado es, lógicamente, diferente: a mí me maravilla la capacidad de Tirso de darle forma dramática a un tema así: Pedrisco ( el actor) es un hallazgo. (Ah, tú también das envidia: conozco el corral de Almagro, pero tengo pendiente asistir a una representación.) Un abrazo.
ResponderEliminarPues si que nos has puesto los dientes largos Carlota. Tu artículo me parece detalladísimo precioso y ameno . Desde luego, como poco (y si no puedo verlo) leeré "El Condenado..".
ResponderEliminarA mí me gustan mucho estas obras de pecadores, infiernos y condenaciones, como en el Burlador, je, je.
Besitos.
Ja, ja, gracias, Lola; pues nada, me alegro de que den ganas de verla (voy a hablar con el Clásico, a ver si quieren que les ceda un espacio publicitario ;)...
ResponderEliminarVeo que no has citado El burlador de Sevilla o Convidado de piedra. Imagino que por las dudas que han surgido a la hora de su atribución, pero que vendría a completar una magnífica dramaturgia en la estela de Lope de Vega. Hace falta que los clásicos se repongan, que se actualicen. En Barcelona podemos ver pocos clásicos españoles. Siento cierta envidia por la vida teatral que tiene Madrid. Disfrutadla. Un abrazo.
ResponderEliminarA ese montaje del Don Gil fui yo con una novia que tenía y que le gustaba mucho el teatro, imagínate, una de las primeras citas fue para ver Hamlet. "Ser o no ser" y al final es.
ResponderEliminarBesos
Es cierto, Joselu, pero es porque sólo he hablado de las representaciones que he visto. Me encantaría ver "El Burlador", es mi Don Juan preferido. Sí es cierto que tener cerca la sede de la Compañía es un privilegio, pero ahora tienen varios montajes en gira. Ofrecen, además, la posibilidad de asistir a las representaciones previas al estreno oficial a mitad de precio y lo cierto es que se llena. Un abrazo.
ResponderEliminarQuerido Vicente Pastor: pues me alegro de que "sea". Besos también para ti.
¡Pardiez, Carlota! No sé qué decir. Pareces la Enciclopedia del Teatro. Habrá que ir a verlo. Besos.
ResponderEliminarP.D.: ¿Los Rolling?
Pues...ahora que lo dices...Es que parece que una no sale nunca de la clase :( (Quel horreurrrr!
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