martes, 24 de marzo de 2009

EN EL BICENTENARIO DE LARRA

A Larra me gusta imaginármelo en el colegio, con 8 ó 9 años, recién llegado del país "enemigo". Supongo -no sé, lo imagino- que el que te cambien de cole a esa edad, que éste estuviera a unos 1000 km del nuevo, y que encima vengas con acento francés y modales gabachos, debía de ser un poco duro. Si además tu padre era un "afrancesado", padecías de precocidad intelectual y llorabas si te dejaban sin leer por las noches, la fama de rarito no te la quitaba nadie. Eso de la precocidad es también algo que me maravilla de este autor. Con trece años traduce La Ilíada del francés, escribe una Gramática castellana y una Geografía de España en verso. Con 16 años se enamora de una mujer algo mayor que resulta ser la amante de su padre; con 18 publica "El café" y funda un periódico o folleto. Tan precoz fue, que cuando se pega el pistoletazo a los 27 años -era 13 de febrero de 1837- ya había pasado por un matrimonio, por una separación, tenía dos (¿tres?) hijos y había dejado tras de sí una obra que, a día de hoy, sigue siendo tremendamente actual, y con la que se ha ganado el título de padre del periodismo moderno en España. Tan actual, que una no puede dejar de esbozar una sonrisilla al mirar alrededor y releer " ¿Entre qué gentes estamos?", "Vuelva usted mañana", "La vida de Madrid", "El mundo todo es máscaras", "¿Quién es el público y dónde se encuentra?" y de sentir cierto nudo en la garganta con "Un reo de muerte", "Los barateros", "La sociedad","El día de Difuntos de 1836" o "La Nochebuena de 1836". Todo esto lo sé sin haber leído aún la última biografía sobre el escritor, escrita por uno de sus descendientes, Jesús Miranda de Larra, hijo de una tataranieta: Larra, biografía de un hombre desesperado, sino la edición de los Artículos, de Enrique Rubio, en Cátedra.
Por cierto, que Rubio, al igual que otros editores, citan la biografía de
Carmen de Burgos como una de las más autorizadas. Es curioso que con motivo de la publicación de Jesús Miranda se hayan alzado voces para reivindicar el carácter patriótico de Larra y, en consecuencia, negar absolutamente su afrancesamiento y la influencia de Dolores Armijo -el amor, o el desamor, según se mire- en su suicidio. Lo cierto es que Larra, afrancesado en el sentido de los que apoyaban a José Bonaparte, no podía serlo por la sencilla razón de que nació en plena Guerra de la Independencia y dudo mucho que tuviera conocimiento, a pesar de su precocidad, para decidir si apoyaba al francés o le hacía la guerra. En la excelente obra de Miguel Artola Los afrancesados, se explican los diferentes sentidos que el término afrancesado tiene. No parece que afrancesado y antipatriótico fueran términos excluyentes en aquel contexto. En cualquier caso, a Larra lo que le sobran son etiquetas e intérpretes. Lucidez, ironía, sentido crítico afilado como un bisturí y un excelente sentido del humor son atractivos suficientes para leerle. Felicidades, Mariano.




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Larra sigue vivo

6 comentarios:

  1. Anónimo21:55

    Interesante entrada e interesante vida la de Larra. No he leido nada de él, pero ya leeré xDDD

    Nuxiii

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  2. Pues sí, ya lo leerás, ya. Veo que la sierra te ha dado energías renovadas;)...

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  3. Durante mucho tiempo, de mayor quise ser Larra. Las oposiciones definitivas las aprobé con el tema del Romanticismo. De modo que el viejo Mariano José acabará siendo para mí casi un pariente lejano.

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  4. No me extraña, creo que resulta muy cercano. A mí eso de los parientes lejanos me pasa con San Juan y Fray Luis:¡Cómo me ayudaron en el trago final! Un saludo.

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  5. Sergio02:34

    Que grande '_', me ha gustado.

    En este paíííis.....

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  6. ¡Me alegro! Bienvenido, Sergio.

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