miércoles, 23 de abril de 2014

LADRÓN DE HISTORIAS

Procedencia de la imagen
El mundo entero ha despedido a Gabo, y quizá sea cierto que nos hemos quedado un poco huérfanos. Como cuando uno ya es grandecito y su mamá no le lee cuentos por las  noches porque ya sabe leer solo, y no se puede evitar sentir cierta sensación de pérdida. Ha muerto un contador de historias, alguien que nos hizo pasar muy buenos ratos con las  soledades inverosímiles de los Buendía,  con los amores de Fermina Daza y Florentino en un río de amor, con coroneles tenaces, cándidas eréndidas, naúfragos, asesinos, muertos, ladrones, perros rabiosos, siervas marías, bellas remedios, y un sinfín de personajes incontables e imposibles que conforman un original universo narrativo que justifica el calor con el que los lectores han despedido al genial creador de Macondo. Es que un buen narrador no tiene precio. Ni lo tienen los cuentos de las madres, los padres o las abuelas al calor de las sábanas. Eso lo sabía bien Gabo. 

Gabriel García Márquez


Hugo, un ladrón que sólo roba los fines de semana, entra en una casa un sábado por la noche. Ana, la dueña, una treintañera guapa e insomne empedernida, lo descubre in fraganti. Amenazada con la pistola, la mujer le entrega todas las joyas y cosas de valor, y le pide que no se acerque a Pauli, su niña de tres años. Sin embargo, la niña lo ve, y él la conquista con algunos trucos de magia. Hugo piensa: «¿Por qué irse tan pronto, si se está tan bien aquí?» Podría quedarse todo el fin de semana y gozar plenamente la situación, pues el marido -lo sabe porque los ha espiado- no regresa de su viaje de negocios hasta el domingo en la noche. El ladrón no lo piensa mucho: se pone los pantalones del señor de la casa y le pide a Ana que cocine para él, que saque el vino de la cava y que ponga algo de música para cenar, porque sin música no puede vivir.

A Ana, preocupada por Pauli, mientras prepara la cena se le ocurre algo para sacar al tipo de su casa. Pero no puede hacer gran cosa porque Hugo cortó los cables del teléfono, la casa está muy alejada, es de noche y nadie va a llegar. Ana decide poner una pastilla para dormir en la copa de Hugo. Durante la cena, el ladrón, que entre semana es velador de un banco, descubre que Ana es la conductora de su programa favorito de radio, el programa de música popular que oye todas las noches, sin falta. Hugo es su gran admirador y. mientras escuchan al gran Benny cantando Cómo fue en un casete, hablan sobre música y músicos. Ana se arrepiente de dormirlo pues Hugo se comporta tranquilamente y no tiene intenciones de lastimarla ni violentarla, pero ya es tarde porque el somnífero ya está en la copa y el ladrón la bebe toda muy contento. Sin embargo, ha habido una equivocación, y quien ha tomado la copa con la pastilla es ella. Ana se queda dormida en un dos por tres.

A la mañana siguiente Ana despierta completamente vestida y muy bien tapada con una cobija, en su recámara. En el jardín, Hugo y Pauli juegan, ya que han terminado de hacer el desayuno. Ana se sorprende de lo bien que se llevan. Además, le encanta cómo cocina ese ladrón que, a fin de cuentas, es bastante atractivo. Ana empieza a sentir una extraña felicidad.

En esos momentos una amiga pasa para invitarla a comer. Hugo se pone nervioso pero Ana inventa que la niña está enferma y la despide de inmediato. Así los tres se quedan juntitos en casa a disfrutar del domingo. Hugo repara las ventanas y el teléfono que descompuso la noche anterior, mientras silba. Ana se entera de que él baila muy bien el danzón, baile que a ella le encanta pero que nunca puede practicar con nadie. Él le propone que bailen una pieza y se acoplan de tal manera que bailan hasta ya entrada la tarde. Pauli los observa, aplaude y, finalmente se queda dormida. Rendidos, terminan tirados en un sillón de la sala.

Para entonces ya se les fue el santo al cielo, pues es hora de que el marido regrese. Aunque Ana se resiste, Hugo le devuelve casi todo lo que había robado, le da algunos consejos para que no se metan en su casa los ladrones, y se despide de las dos mujeres con no poca tristeza. Ana lo mira alejarse. Hugo está por desaparecer y ella lo llama a voces. Cuando regresa le dice, mirándole muy fijo a los ojos, que el próximo fin de semana su esposo va a volver a salir de viaje. El ladrón de sábado se va feliz, bailando por las calles del barrio, mientras anochece.


FIN

6 comentarios:

  1. Un mago. Un maestro de la narrativa en las distancias largas y en las cortas. Comparto tu sentimiento de orfandad.

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  2. Y en la media distancia también (añado).

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  3. Es muy triste que se vaya. Se lleva parte de nuestra vida. Muchas gracias por este ladrón, Carlota; no lo conocía y me ha encantado leerlo.
    Un beso enorme.

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  4. Gracias por vuestros comentarios, Inma y Lola. Perdonad el retraso en contestar, pero he estado de curso estos días. Un beso.

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  5. Justo este cuento es el que leímos y comentamos el Día del libro en clase para homenajear a Gabo. Leeremos siempre en nuestras aulas a este excelso escritor.

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  6. Es un cuento precioso, y muy sugerente. Qué suerte poder volver a ellos cuando queramos. Un abrazo, Javier, gracias por dejar tu comentario.

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