jueves, 19 de agosto de 2010

LA TREGUA, DE MARIO BENEDETTI



Martín Santomé es un cuasi cincuentón que empieza a escribir un diario unos meses antes de su jubilación. Vive en el Montevideo de finales de los cincuenta con sus tres hijos veinteañeros: Esteban, Blanca y Jaime. Isabel, la esposa, murió unas horas después de alumbrar al más pequeño. Martín vive una existencia gris y rutinaria de oficinista de la que no tiene la más mínima intención de alejarse (“Hoy fue un día feliz; sólo rutina”). Su mundo se compone del trabajo diario, de las conversaciones –también rutinarias y predecibles- con los compañeros,  de la soledad del fin de semana, de los escasos y tensos encuentros con los hijos, de los almuerzos solitarios en algún restaurante (al menos la calle, los árboles, los cafés le permiten tomar bocanadas de vida) y de los encuentros ocasionales con algún viejo amigo. Se define a sí mismo como un “triste con vocación de alegre”. Con sus hijos se limita a convivir: el mayor es un tipo huraño que apenas cruza palabras con su padre (“Parece un resentido”, dirá Martín); Jaime, el pequeño, mantiene una invisible barrera con todo el mundo, aunque el padre lo considera sensible e inteligente. Con Blanca tiene una relación más fluida: hace partícipe al padre de ciertas confidencias (no así a sus hermanos). Toda esta grisura comienza a tomar cierto color después de la llegada de nuevos empleados a la oficina entre los que se encuentra una mujer, Laura Avellaneda. Al principio no le llama especialmente la atención (salvo que le agrada su frente ancha y su boca grande). Pero, poco a poco, comprende que se ha enamorado de ella. Es capaz de armarse de valor y, tras darle muchas vueltas, le confiesa que cree estar enamorado (Avellaneda, como él la llama, tiene 24 años). Pero lo hará un día que ella, inesperadamente para Martín, va a buscarle al café.  No le pide nada, ni siquiera que conteste, incluso le dice que no tema por su trabajo. Ella sólo responde que ya lo sabía, y que por eso fue a tomar café. En la siguiente cita él expone todos sus temores: la diferencia de edad, sus hijos, el que ella crea que es sólo un desahogo, los inconvenientes de un noviazgo tradicional...Después de esto: la vorágine del amor. Martín recupera sensaciones y sentimientos perdidos, olvidados, rescatados gracias a Avellaneda. Confronta continuamente su pasado y su presente pero, no porque compare a Isabel con Avellaneda -que también- sino porque se compara a sí mismo: amar a los veinte, amar a los cincuenta, con un cuerpo y una vida distinta, con una perspectiva diferente de la vida (“[...] Me importa reconocerme como un fantasma de mi juventud, como una caricatura de mí mismo”). Martín disfruta de esta tregua que la vida le ofrece: una mujer con la que amarse en absoluta libertad, con la que el sexo, las palabras, el sentido de las largas conversaciones que mantienen ( “ [...] en estos diálogos francos con Avellaneda, me he encontrado pronunciando palabras que me parecían más sinceras que mis pensamientos. ¿Es posible eso?”). Un mes después Martín busca un apartamento, un lugar donde hacer posible una convivencia. Es feliz, en medio de ese invierno frío y lluvioso de Montevideo. Incluso, organiza un encuentro con la hija para que ambas mujeres se conozcan. Al terror inicial de Avellaneda se sucede una linda amistad entre las dos mujeres de la vida de Martín. Éste tiene que sortear aún algunos escollos: la partida de Jaime, la enfermedad de Esteban, el conocimiento de sus hijos de su relación con la joven...Así que, una ausencia al trabajo de Avellaneda por una gripe le hace decidirse: se casará con ella, obviará el miedo que siente a que ella le abandone cuando, a no mucho tardar, él sea un viejo, a que le deje por alguien más joven, a que el amor se acabe, a lo que piense el mundo...


La tregua, publicada en 1960 –y escrita de enero a mayo de 1959, de forma metódica, sacando al oficinista que fue su autor- tiene la marca poética de  Mario Benedetti. ¿Cómo si no podía emocionarnos el enamoramiento entre un contable madurito, viudo y con tres hijos y una joven empleada (que irrumpe en el libro mediante esta visión de Santomé: “La chica ...al menos comprende lo que uno le explica; además, tiene la frente ancha y la boca grande”)?. Al leerlo, me vinieron dos cosas a la cabeza. Una, los Poemas de la oficina (1956) del autor uruguayo (el que viene a continuación es agudo y certero en esa idea del tiempo que se nos va, y no sólo porque nos recuerda que se acaba el verano). Precisamente de Benedetti me gusta esa manera de extraer esencia poética desde lo sencillo, desde lo cotidiano, desde lo vulgar, incluso. La otra, la hermosa película de Patrice Leconte, El marido de la peluquera, que también habla de vidas hechas a base de treguas.

 

LICENCIA
Aquí empieza el descanso.
En mi conciencia y en el almanaque
junto a mi nombre y cargo en la planilla
aquí empieza el descanso.
Dos semanas.
Debo apurarme porque hay tantas cosas
recuperar el mar
eso primero
recuperar el mar desde una altura
y hallar toda la vida en cuatro olas
gigantescas y tristes como sueños
mirar el cielo estéril
y encontrarlo cambiado
hallar que el horizonte
se acercó veinte metros
que el césped hace un año era más verde
y aguardar con paciencia
escuchando los grillos
el apagón tranquilo de la luna.
Me desperezo
grito
poca cosa
qué poca cosa soy sobre la arena
la mañana se fue
se va la tarde
la caída del sol me desanima
sin embargo respiro
sin embargo
qué apretujón de ocio a plazo fijo.
Pero nadie se asusta
nadie quiere
pensar que se ha nacido para esto
pensar que alcanza y sobra
con los pinos
y la mujer
y el libro
y el crepúsculo.
Una noche cualquiera acaba todo
una mañana exacta
seis y cuarto
suena el despertador como sonaba
en el resto del año
un alarido.
Aquí empieza el trabajo.
En mi cabeza y en el almanaque
junto a mi nombre y cargo en la planilla.
Aquí empieza el trabajo.
Mansamente.
Son
cincuenta semanas.



(He pescado en ese mar proceloso que es Youtube este vídeo de la versión cinematográfica de la novela - la argentina, de Sergio Renán, hay también una mexicana- protagonizada por Ana María Picchio y Héctor Alterio, el mejor Martín que me podría encontrar)

14 comentarios:

  1. Querida Carlota:
    Esta entrada ha removido recuerdos de mis veintitantos (a finales de los setentas, uf), cuando comenzaba el bachillerato (en educación abierta para adultos) y a estudiar periodismo y descubrí a Benedetti y hasta me identifiqué con más de uno de sus personajes de cuento y lloré con sus poesías, por las víctimas de las dictaduras militares, por el exilio, por la rutina de un trabajo de oficina, por esa "Noche de los feos".
    Gracias por compartir la obra de Benedetti y este video, que presenta ese momento clave de la película La Tregua.
    Te mando un cariñoso abrazo.

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  2. Este es uno de esos libros que te salen al paso y que nunca imaginas que te van a dejar tanta huella. Creo que La tregua encaja con la manera humilde de ser de Benedetti y también con cierto modo de concebir la existencia. Gracias por el poema y por la secuencia cinematográfica.

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  3. Querida Ana Carlota: acabo de encender el ordenador mientras peparo el desayuno y me he encontrado con tu nueva entrada. He dejado todo para más tarde y me he sentado a leerte a ti, a leer a Benedetti y a ver el vídeo. No te imaginas cuánto me gustó y me gusta La tregua, esa preciosa, conmovedora y poética historia de amor. Me has descubierto, además, la película; la desconocía por completo ( y el fragmento me ha encantado). Ya sabes de mi debilidad por Mario Benedetti; no podía imaginar mejor manera de comenzar el día. Muchas gracias compañera y muchos besos.

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  4. Gracias a ti, Mª Eugenia. A mí también me conmueve la literatura de Benedetti. Es capaz de crear un universo muy personal poblado de oficinistas, muchachas tristes, niños, presos...El cuento que citas es muy hermoso (y terrible a la vez). Un abrazo.

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  5. Es cierto, Antonio. La sencillez y la humildad son premisas desde las que parte el poeta y el hombre. Por eso me gusta. Gracias a ti, es un placer charlar contigo.


    Querida Lola, Lolita, Lola. Me encanta contribuir a que empieces bien el día. Ya sabía yo que te iba a gustar la entrada. Yo tampoco conocía la película: encontré la referencia por casualidad. Un beso, reina.

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  6. Hola, Carlota. Fíjate cómo son las cosas, aunque me encanta Benedetti, no he leído La tregua y eso que lo tengo en casa, ni siquiera recuerdo cuándo lo compré (es el problema de los compradores compulsivos de libros). Tu entrada lo ha rescatado de la estantería en la que lo tenía olvidado. Prometo leerlo ya.
    Un saludo.

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  7. Je, je, eso también me ha pasado a mí con algunos libros. Pues ya me contarás, Hortensia. Un abrazo.

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  8. Anónimo19:40

    Carlota:
    No sé si tengo más envidia de su blog, de las cosas que cuenta y lo que aprendemos conél, o de los lectores y los comentarios que le hacen. No obstante me resulta muy agradable, es envidia sana, si es que la envidia puede tener o colaboras con la buena salud. Yo no he leído a Benedetti y puede que ni llegue a leerlo. Creo que no llegaría al nivel que se requiere.
    Un saludo

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  9. Querido anónimo: gracias por las flores. No entiendo eso del nivel. Creo que la literatura de Benedetti es de las que apunta directamente a las emociones y a los sentimientos: pura humanidad. Un saludo.

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  10. Hola Carlota Bloom,
    hace tiempo que te fisgo el blog porque disfruto con tus aportaciones, tus ideas y tu sensibilidad. soy Marian. Creo que muy cercana en iniciativas a ti y en otros planteamientos. Si quieres fisgar un poco lo que hago camina un rato por http://rinconpoeticolassalinas.blogspot.com y me cuentas. Creo que entre todos podemos ayudarnos mucho.
    Te diré que estoy comenzando un club de lectura. ya lo intenté con El cartero de Neruda a finales del curso pasado con profes y algún alumno y resultó bien pero este año prometo comenzar con padres, alumnos , compañeros y todo aquel que quiera sumarse. Lo cierto es que desempolvé La tregua de Benedetti y acabo de volver a leerlo para comenzar con él. Me ha sorprendido tu coincidencia. Tengo otras candidaturas y no sé por cuál me inclinaré.
    Estás invitada a mi blog, al club y a todo aquello que nos pueda ayudar a avanzar en este mundo del amor por la literatura.
    Me encanta tu trabajo y francamente lo admiro. Sigue así.
    gracias por tu sensibilidad.

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  11. Si, estoy algo triste, se termino el verano y ya no es como el final de tu entrada "MIGUEL, ANTOINE, ERNEST", septiembre a llegado y a sido un tanto nefasto u.u, nose si pasare de curso, alcala me parece ahora un sueño, y lo que mas rabia me da esque e estudiado y como suspenda... con toda la gente que me a ayudado para aprobar 4º, que me quede sin ir hacia mi sueño, estudiar cosas que me encantan, musica, arte dramatico, <etc... por dos asignaturas de 3º...Nose, profe, son dias duros, mañana se sabra todo, y espero que me dejen volar...u.u
    Porcierto, ya vuelvo al blog, me tendras por aqui comentandote tus fabulosas entradas, bsss!! ^^

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  12. Gracias por la invitación y por tus palabras, Marian. He echado un vistazo superficial a los blogs que me indicas y te aseguro que pasaré con más detenimiento. Lo del club de lectura es algo que me ronda la cabeza pero que no sé si alguna vez se hará "carne". Suerte con tu iniciativa y por supuesto que intercambiaremos experiencias y pareceres. ¡Un abrazo!

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  13. Querido Stoker: no sé cómo acabará "la cosa", pero te aseguro que ese bachillerato de artes te está esperando, antes o después, si de verdad te quieres echar en sus brazos. Y auunque emigres a Alcalá seguiremos escribiéndonos y leyéndonos. Si vamos a algún teatro por la tarde, te avisaré. Un beso.

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  14. No hara falta, me lo diras por los pasillos, ya todo esta acabado, ya me e despedido de mi emigración hacia Alcalá, por lo menos, disfrutare un nuevo año con usted.
    Mañana sabre la sentencia, mi futuro ya esta escrito, yo mismo lo e escrito tras mis actos. http://noquedotiteresincorazon.blogspot.com/2010/09/un-ano-mas.html

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