lunes, 26 de octubre de 2009

ULISES EN EL MAR

La vuelta de Ulises (Giorgio de Chirico)

Era una noche tranquila, en un mar muy claro y azul.
Ulises, sentado en un pequeño madero que había en proa, observaba las estrellas. El sonido del agua agitándose alarmó a Ulises. Con rapidez, se asomó por la borda y no vio nada; se fue al otro extremo, y tampoco había nada.
Ulises se volvió a sentar, y sacó una pequeña bolsa de víveres.

Volvió a escuchar el chapoteo del agua.
Antes de poder levantarse, un tentáculo enorme se asomó por la borda, y así hasta nueve veces. Todos los compañeros salieron asustados:

-¡Una maldición de los dioses, Ulises! – gritó uno de los hombres, que fue el primero en ser asesinado por el monstruo.

-¡A las armas! – Gritó Ulises.

Cuando los hombres empezaron a atacar al horrible monstruo, cortándole varios de sus miembros, éste gritó de dolor y desapareció al instante.
El silencio se rompía con el ajetreo de las olas y las respiraciones de los marineros y Ulises.

De repente, una luz azul cristalina salió del mar, y todos la miraron estupefactos.
Todo el mundo se quedó mudo al ver al Majestuoso Dios Poseidón, con unas ropas de color verde decoradas con estrellas de mar relucientes y perlas brillantes. Estaba sentado sobre una gran ola que tenía forma de trono.
Empuñaba el tridente de oro sobre la mano derecha, y sobre su cabeza lucía una bella corona.

-¡¡¡ULISES!!! ¡TÚ! La leyenda que viajó al Hades, y ha salido vivo de numerosas trampas. Pero no escaparás de mi ira; por tu culpa, mi hijo Polifemo está ciego.
Pagarás las consecuencias, Ulises. – Y sus palabras retumbaron en el barco como un trueno sobre la Tierra.

Entonces el cielo se volvió negro y las aguas comenzaron a revolverse entre ellas. La ira de Poseidón estaba reflejada en sus ojos. Ulises y sus compañeros se agarraron a lo que podían, pero algunos cayeron al mar y murieron ahogados.
Ulises, al ver que sus compañeros morían ahogados o asesinados por el monstruo del agua, intentó hacer razonar a Poseidón:

- ¡Dios Poseidón, escúchanos! – Gritó Ulises con todas sus fuerzas.
- ¿Qué es lo que quieres, sucio mortal? – preguntó Poseidón con un tono burlón.

El temporal se calmó al distraer a Poseidón.

- Te propongo una prueba. Mis hombres y yo, contra ti. – Dijo Ulises.
- ¿Estás loco Ulises? ¡¿Es que quieres matarnos?! – Dijeron los hombres de Ulises sin acordarse de la astucia de éste.

- Si pierdes, ¿qué ganaré? – preguntó Poseidón.
-Nuestras vidas, nuestro barco, y la gloria de haber acabado con la leyenda de Ulises – respondió Ulises desafiante. – Y si gano yo, nos garantizarás el viaje de vuelta a casa por los mares, y uno de tus más preciados tesoros marinos.

- De acuerdo Ulises, pero la prueba la pondré yo. Sé de tu astucia y no me fío de ti. – Dijo Poseidón con la sonrisa de la victoria en la cara.

Ulises miró a sus compañeros y les guiñó el ojo, sin que el dios se diese cuenta.
-¿Y bien? ¿Cuál es la prueba? Apuesto a que es una prueba cualquiera… – Dijo Ulises provocando aún más la ira del dios.

-¡¡Calla Ulises!! ¡Que desearás no haberme provocado de tal manera! – Retumbaron sus palabras. – La prueba consistirá en una carrera marítima.

-Señaló con su gran tridente a kilómetros de ellos, y allí se levantó una gran ola que señalaba el final del trayecto, y el comienzo de una nueva vuelta. – Ida y vuelta Ulises, el que primero llegue aquí otra vez, gana. – Así dijo.

Ulises se volvió hacia sus compañeros, y se reunieron en corro, allí hablaron hasta que Poseidón perdió la paciencia.

-¿Quién dará la salida? – Preguntó Ulises.
- Mi esposa, Anfítrite.

Y de un remolino de agua salió la diosa. Con unas elegantes ropas blancas y cordones verdes brillantes. Con muchas perlas decorando su cuerpo, y un exótico peinado recogido con unas pinzas de langosta.

-Correré la carrera en mi carro, pero prescindiré de mis caballos de mar, utilizaré mi gran y fiel amigo, el Kraken. – dijo Poseidón, atando al horrible monstruo al carro.
-“Como pensaba…” – pensó Ulises. – Yo utilizaré mi barco, con todos mis hombres remando sin descanso. – Alzó la voz.

El barco de Ulises y el carro de Poseidón ya estaban colocados en la línea de salida, que estaba señalada con espuma del mar.


Anfítrite se dispuso a dar la orden de salida:

-¡Ya! – Gritó Anfítrite con todas sus fuerzas.

Los hombres empezaron a remar con tanta fuerza, que estaban igualando casi la velocidad del Kraken. Poseidón, que veía que le alcanzaban, empezó a crear olas para que el barco se hundiera. Pero los gritos de ánimo de Ulises hacia sus compañeros, fue más fuerte que las olas de Poseidón.

La ola gigante que había creado Poseidón antes estaba cerca, y el carro de Poseidón, que ya había llegado a ella, derrapó y siguió su curso hacia la meta.
El barco de Ulises llegó después y también derrapó en la ola y siguió su curso.
Los hombres veían la muerte tan cerca como Poseidón estaba de la meta.
Entonces, Ulises al ver el desánimo de sus compañeros, sacó una flauta de su chaqueta. Pero no era una flauta cualquiera, era la flauta de Atenea. Se la había regalado anteriormente para su viaje.

Ulises empezó a tocar, y los hombres escucharon la alegre melodía.
Entonces, empezaron a remar con más fuerza, ésta era su oportunidad.
La melodía llegó a los oídos de Poseidón, de Anfítrite y del Kraken, haciendo que se retorcieran de dolor.
El calamar gigante paró en seco el carrito, y Poseidón tampoco podía moverse por el dolor de cabeza que le producía la melodía.

Ulises, comenzó otra vez a dar ánimos a sus compañeros sin olvidarse de tocar la flauta. Cada vez estaban más cerca de la meta, al igual que Poseidón.
Los hombres agotados de tanto remar hicieron el último esfuerzo, y consiguieron adelantar a Poseidón.
Éste, lleno de furia se levantó como pudo y se tiró del carro corriendo sobre las aguas hacia el barco de Ulises.

-¡Aquí viene mi señor! ¡¡Ulises, por allí llega Poseidón!! – gritaban los marineros.

-¡¡Rápido, agarraos a los cabos!! – Gritó Ulises.

Poseidón se iba acercando cada vez más y más. Ulises había dejado de tocar la flauta, todo estaba pensando.

Poseidón llegó al barco y lo agarró con sus dos grandes manos, lo levantó por encima de su cabeza y lo hizo volar por los aires con todas sus fuerzas.
Los marineros gritaban de terror, al ver el cielo más cerca que el mar.

Cuando el barco cayó al mar, mientras Poseidón daba el grito de la victoria, Anfítrite no podía dar crédito a lo que veía.

Ulises y sus hombres habían cruzado la línea de meta, gracias a Poseidón,
quien, al darse cuenta, estalló de ira y comenzó a gritar agitando los mares y creando remolinos infernales. Pero de poco sirvió.
Calmado el mar, Ulises negoció con Poseidón el tesoro más valioso que le tenía que dar.

- Eres astuto Ulises, has ganado limpiamente, que los dioses te oigan- dijo Poseidón frustrado.- Aquí tienes el tesoro.
Era una pequeña fuente, donde manaba agua dulce interminable, y que a su vez, esa agua era curativa. Tenía forma de sirena, y había muchos peces grabados en la piedra.

- ¿Y nuestro viaje por los mares será seguro o no? – preguntó Ulises, conociendo la respuesta del dios.
- Solo los hombres no cumplen sus palabras, yo soy un dios, y la cumpliré. Tendrás las aguas más tranquilas de todos los océanos, los peces seguirán tu barco para que no haya escasez en comida, o si lo prefieres, agitaré las olas, para que transporte tu barco más rápido de lo que viaja ahora. – Terminó de hablar Poseidón.
Anfítrite, que también quería darle un regalo a Ulises y a sus hombres, mandó reconstruir los daños del barco, y escogió a los delfines más rápidos para que les transportasen un trayecto del camino a casa.

-Adiós, Ulises, nos volveremos a ver. – Pronunció Anfítrite con una sonrisa en la cara.

Y los dos desaparecieron en un remolino de agua y un reflejo de luz. El Kraken, también se fue, dejando un rastro de tinta allí por donde pasó.
Los delfines tiraban del barco, mientras los hombres descansaban después del gran esfuerzo.

Todo el mundo se felicitó, y comieron ricos peces recién pescados. Bebieron buen vino, y a los marineros heridos se les dio el agua curativa de Poseidón, que curaba las heridas al instante.

Y así llegó la noche, y mientras todos los marineros dormían en sus camarotes, Ulises miraba de nuevo las estrellas, y escribía en una carta su gran aventura con el dios del mar, Poseidón.

Alba Lillo Martín 4º ESO B




3 comentarios:

  1. Esto es estupendo. ¡Enhorabuena, Alba!

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  2. Alberto Trijueque21:30

    Muy bien Alba, me ha gustado mucho ^^

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  3. Nuxiii23:22

    Esta genial, Alba.

    Nos vemos por los pasillos.

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