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“No soy nada, lo sé; pero completo mi nada con un poco de todo”
Philippe Claudel ha escogido esta frase de Víctor Hugo como preámbulo de una novela sobrecogedora, y no porque cuente nada que, a estas alturas, no podamos imaginar. Como en otras novelas suyas, la imprecisión es absoluta en cuanto a lugares o a tiempos. Da igual. El horror, la miseria y la mezquindad que reinan entre estos personajes son universales (aunque es evidente que estamos en la Europa de la II Guerra Mundial).
En un pueblo perdido –de cuyo nombre Claudel, como Cervantes, tampoco quiere acordarse-entre montañas majestuosas y valles de cuento tiene lugar un terrible suceso: Der Anderer, el extranjero, ha sido asesinado por los hombres del pueblo. Por todos, menos por Brodeck, quien se entera de los hechos porque casualmente ha ido a la fonda –donde se alojaba el extraño- a buscar mantequilla. Allí, el alcalde le encomienda una extraña tarea: tiene que escribir un informe para contar “toda la verdad”. Es el único que tiene algunos estudios y se dedica a redactar informes sobre la flora y la fauna de la comarca. Una vieja máquina de escribir le servirá para éste y para otro informe paralelo en el que Brodeck desgrana su vida, aunque no ordenadamente: la llegada del forastero –tan ajeno al mundo rudo al que acaba de llegar, y por ello tan incomprendido; los terribles años en el campo de refugiados, en el que era el “Perro Brodeck”; el silencio en el que se encuentra Emélia, su esposa, después de haber sufrido terribles atrocidades durante su ausencia; el encuentro con la pequeña Poupchette y una vida en la que siempre ha sido “diferente”.
Philippe Claudel ha escogido esta frase de Víctor Hugo como preámbulo de una novela sobrecogedora, y no porque cuente nada que, a estas alturas, no podamos imaginar. Como en otras novelas suyas, la imprecisión es absoluta en cuanto a lugares o a tiempos. Da igual. El horror, la miseria y la mezquindad que reinan entre estos personajes son universales (aunque es evidente que estamos en la Europa de la II Guerra Mundial).
En un pueblo perdido –de cuyo nombre Claudel, como Cervantes, tampoco quiere acordarse-entre montañas majestuosas y valles de cuento tiene lugar un terrible suceso: Der Anderer, el extranjero, ha sido asesinado por los hombres del pueblo. Por todos, menos por Brodeck, quien se entera de los hechos porque casualmente ha ido a la fonda –donde se alojaba el extraño- a buscar mantequilla. Allí, el alcalde le encomienda una extraña tarea: tiene que escribir un informe para contar “toda la verdad”. Es el único que tiene algunos estudios y se dedica a redactar informes sobre la flora y la fauna de la comarca. Una vieja máquina de escribir le servirá para éste y para otro informe paralelo en el que Brodeck desgrana su vida, aunque no ordenadamente: la llegada del forastero –tan ajeno al mundo rudo al que acaba de llegar, y por ello tan incomprendido; los terribles años en el campo de refugiados, en el que era el “Perro Brodeck”; el silencio en el que se encuentra Emélia, su esposa, después de haber sufrido terribles atrocidades durante su ausencia; el encuentro con la pequeña Poupchette y una vida en la que siempre ha sido “diferente”.
“La estupidez es una enfermedad que casa bien con el miedo”, dice Brodeck, cuando por fin comprende todo. En esta novela llaman la atención dos cosas: la belleza de la naturaleza, que contrasta dolorosamente con la mezquindad de los hombres que la habitan, y la manera de dosificar la narración. Brodeck salta de unos hechos a otros, en un constante flash-back: su vida en el campo del horror, su época de estudiante en la capital, en vísperas de la guerra, su relación con el forastero, la presencia de los soldados en el pueblo...Incluso estos hechos se cuentan pausadamente. El narrador revela un detalle que le llama la atención; luego otro, y otro, hasta completar el puzzle. Sólo hacia el final sabemos, por ejemplo, cómo el odio hace el forastero se gestó, en parte, a través de sus dibujos, para ellos, diabólicos. Porque les reflejaban y no les gustó lo que vieron. Porque vestía distinto. Porque tenía esa manía de ir a todas partes con su cuaderno dibujándolo todo. Igualmente, el momento en que Brodeck sale de casa para ir a la fonda por la mantequilla es narrado en dos ocasiones: al principio y casi al final de la historia. Entonces encajamos todas las piezas. Pero no de la acción: como en Crónica de una muerte anunciada, sabemos lo que pasa desde el principio. Entendemos cuál ha sido el proceso que ha atravesado el cronista. Su decisión final. Los mecanismos en los que se refugia. Como ese señor Linh del que hablamos hace ya unos meses. Cuando hacía calor y soñábamos con un verano por delante...
El informe de Brodeck fue premio Goncourt des Lycéens en 2007. Su autor, además, se ha estrenado en 2008 como guionista y director de cine con la película Hace mucho que te quiero, con Elsa Zylberstein y Kristin Scott Thomas como protagonistas.
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La petite fille de Monsieur Linh
Creo que me he convertido en una incondicional de P. Claudel. Su estilo narrativo es fascinante: nos envuelve de principio a fin, nos mantiene en vilo, nos emociona y nos deja sobrecogidos, no tanto por lo que cuenta (que también) como por su magistral dosificación de datos. Lo más interesante es precisamente el informe paralelo, creo yo. Estupenda reseña, Carlota. Saludos.
ResponderEliminarGracias, Biblos. A mí también me ha enganchado: ¡No pienso parar hasta leerlo tooodo!. Es cierto: fascina cómo dosifia el relato. Y, en este caso, seduce absolutamente el narrador. (¿Hacemos un club de fans? :D)
ResponderEliminarBueno, pues me lanzo con Philippe, ya no me resisto más! "A matar el gusanillo".
ResponderEliminar¡Qué bien suena lo que decís! Yo no he leído nada de Claudel...todavía...pero ya sé qué voy a pedirle a los reyes este año. Besos.
ResponderEliminarPues yo no pienso esperar a los reyes, Carlota; me lo voy a regalar por las buenas notas je, je.
ResponderEliminarPues sí, Lola, Hojas de Limón y Cortadillo: lanzaos en los brazos de Claudel: no os vais a arrepentir. Besos a los tres ;)
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